Un frenazo en seco es el que el mundo entero ha recibido. Nos hemos quedado descolocados. Parecía impensable que nada ni nadie nos iba a cambiar el ritmo de vida al que nos habíamos más que acomodado y acostumbrado. Todo de repente se ha puesto patas arriba. Una pandemia nos está golpeando fuertemente y asistimos impotentes a esta guerra, contra un enemigo que no vemos, al que todos deseamos derrotar. Todos los países y sus administraciones están en una carrera contrarreloj buscando rápidas soluciones para minimizar la situación y para poder derrotar a este enemigo que nos tiene confinados y que está actuando con fuerza, tanto en su propagación como en el daño que está causando con tantas vidas humanas.
Esta situación de confinamiento, en la que gran parte del mundo nos encontramos, nos debe servir para que recapacitemos y reflexionemos sobre cómo estamos viviendo. Por mucho que nos cueste, el ser humano es capaz de adaptarse al medio que le rodea con mayor o menor esfuerzo. Si echamos una mirada a la historia de la humanidad, constatamos que se ha podido salir adelante gracias al esfuerzo, voluntad, firmeza y constancia de se ha demostrado, y, que cada uno ha hecho también suya sacando lo mejor que tenía dentro. Por eso esta pandemia es una lección que todos hemos de aprender para madurar y crecer.
Creo firmemente que Dios nos está hablando fuertemente. Es necesario que le volvamos la mirada y le abramos nuestro corazón, para que en este tiempo de Cuaresma en el que nos encontramos, nos convirtamos y dejemos que Él nos transforme. Nos hemos tenido que aislar y por obligación (algo que nos gusta más bien poco) hemos tenido que recluirnos y hacer un alto forzoso en el camino, apartados de nuestras familias, de nuestros trabajos, de los amigos… y pendientes de los móviles, las noticias, los ordenadores, las redes sociales…
Es una gran oportunidad para mirar dentro de cada uno y conocernos un poco más; para revisar nuestra propia vida y ser un poco más conscientes de lo que hemos vivido y cómo estamos afrontando este momento. Es bueno hacer silencio en nuestro interior, en nuestra vida, porque es una oportunidad muy importante para escucharnos, para ver cuál es el verdadero sentir de nuestra interioridad, a la que tantas veces descuidamos y maltratamos en nuestro día a día, porque no tenemos mucho tiempo para ello.
Esto puede provocar en ti un cambio, y yo te animo a que no tengas miedo, porque te va a permitir renovar y transformar actitudes, mentalidades, valores que te ayudarán a ponerte en las manos de Dios y poder volver a Él, dejando que Jesucristo sea el centro de tu existencia y de todo lo que te propongas.
Hay en ocasiones que la ciencia se ve superada, lo estamos constatando en estos días, no hay vacuna para el Covid-19 y nos sentimos desprotegidos, más vulnerables, incluso me atrevería a decir, más poca cosa. Que esto te lleve a desear a Dios y buscarle con todo tu corazón, porque ese enemigo al que no vemos (Covid-19) viene de un enemigo mayor que quiere apartarnos de Dios y hacer que desaparezca de nuestra vida para siempre. Eliminar toda referencia a Dios de nuestra sociedad es matar el alma de ésta y permitir que pierda el sentido de trascendencia, quedándose en el más absoluto de los vacíos y en el máximo estado de vulnerabilidad. El demonio quiere desarmarte para que en ti entre la desesperación, el instinto de supervivencia y todo en tu vida se transforme en pensar solo en ti y en los que quieres.
Es el momento de mirar a los ojos al Señor, de centrar tu fe en Él, para que no pierdas el norte ni el sentido de estos días tan duros que estamos viviendo; y sobre todo para que a la luz de la Palabra de Dios de cada día seas capaz de comprender lo que Dios nos está diciendo a toda la humanidad. «Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Antes de que me llamen yo les responderé, aún estarán hablando y los habré escuchado. El lobo y el cordero pastarán juntos, el león como el buey comerá paja. No harán daño ni estrago por todo mi Monte Santo» (Is 65, 17.24-25).
Dios no nos abandona; está con nosotros siempre, pendiente de cada uno. Él todo lo hace distinto. Por eso deja que entre en tu corazón, para que puedas sentirte seguro, confiado, acompañado, protegido, esperanzado. Es lo que necesitamos los hombres en este momento de la historia: Dios está hablando y tenemos que tener la sensibilidad necesaria para escucharlo. ¿Lo oyes? Ha llegado el momento de dar el salto y ser conscientes de que la parábola del rico insensato (cf. Lc, 12, 13-21) hoy se está haciendo realidad, porque pretendemos llenar nuestra vida de seguridades, y vemos que la vida se nos escapa sin control y donde tenemos que acumular bienes no es en la tierra, sino en el cielo (cf. Lc 12, 21).
El Covid-19 nos ha parado de repente, nos ha cambiado la vida por completo y nos ha confinado en nuestras casas. ¡No dejes que te aísle de Dios! Ahora es el momento de poner a Dios en medio de tu familia y hacerlo visible, para que tu fe de frutos y sirva para generar ilusión, esperanza, ganas de vivir, felicidad, amor, entrega, servicio, alegría, donde tienes que hacer realidad el Evangelio y dar lo mejor de ti en todo momento para hacer felices a los tuyos. Esta es tu misión cristiana ante el Covid-19 y donde no nos podemos rendir ni en el ánimo ni en la esperanza. Hoy tiene un sentido especial estar al pie de la Cruz, porque tienes la oportunidad de ser fiel hasta el final y no dejar que nada te aparte de Él. Por eso dice Jesús: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mi» (Jn 14, 1). Es ahora cuando has de elegir entre abandonarte en Dios o confiar en tus propias fuerzas.