Saber esperar es un don. Es fácil impacientarse cuando estamos a la espera, todo un reto el permanecer tranquilos y en calma cuando nos encontramos aguardando algún acontecimiento o esperando a tomar una decisión. Por alguna que otra razón al ser humano no le gusta esperar, todo lo suele querer de inmediato, para así tener todo bajo control. Esta sensación de control de nuestra propia vida se llega a convertir a veces en obsesión, en esclavitud, pues termina hipotecando nuestra felicidad a que las cosas salgan o no como deseamos. Muchas personas en este periodo de espera han decidido alejarse de Dios y lo que les ha ocurrido ha sido es que todo ha sido mucho más lento. Por mucho que queramos a Dios no podemos condicionarle ni decirle cómo tiene que actuar o hacer las cosas.
Es posible que puedas encontrarte en un tiempo de espera y que incluso lleves bastante tiempo esperando a que se haga realidad algo que tu corazón tanto anhela. No te exasperes y ten calma. Dios escucha tus peticiones y espera el momento oportuno para actuar. Que la expectación no genere en ti desasosiego ni impaciencia, sino más bien deja que te ayude a saborear la presencia de Dios en tu vida y a disfrutar de tantas oportunidades que te da cada día para amar, entregarte, compartir todo lo que tienes en tu interior. Alábalo y bendícelo con lo que eres, con tu propia vida, para que así tu relación con Dios sea sincera y no interesada.
Qué fácil es acordarse de Dios cuando la vida te sonríe, pero es cierto que al Señor hay que tenerle presente especialmente en los momentos difíciles. A menudo dejamos de rezar cuando las cosas se tuercen y es justo lo contrario que tenemos que hacer. Cuanto más difícil se nos ponga la vida más nos tenemos que agarrar al Señor para sentir su presencia a nuestro lado y mantenernos cerca de Él siempre. Piensa lo que está sintiendo y guardando tu corazón en este momento: Estás alabando a Dios o te estás quejando por lo que estás viviendo.
No te quedes en que Dios te escucha o no, Él nunca abandona y ten por seguro que sus caminos no son nuestros caminos; es el Dios de las sorpresas y por eso te va a seguir sorprendiendo cuando menos te lo esperes. Adórale, alábale y bendícele, para que tu alma pueda cantar de gozo ante su presencia siempre. No cuando a ti te apetezca o te parezca, ¡siempre! Porque el Dios de la vida quiere seguir estando vivo en tu corazón. Deja que siga acampando en Él y no le eches con tus prisas, agobios, impaciencias… No te creas es centro del universo, porque no puedes alterar su voluntad. Déjalo actuar porque la solución llegará en el mejor momento, cuando Él vea que estás preparado.
«Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (Sal 27, 14). Sé fuerte y valiente y no dejes que la impaciencia entre en tu corazón. Dios te da fuerza y determinación para soportar la espera. Confía en su Palabra para que tu corazón se llene de gozo y confianza, creyendo en sus promesas.
Ayúdame, Señor, a saber buscarte y esperarte.
Que no me puedan las prisas y los agobios cuando tenga problemas.
Que cada momento sea una oportunidad para alabarte y bendecirte.