Hemos comenzado este Año Nuevo con mucha ilusión y muy buenos propósitos para dar un giro a nuestra vida, que tan necesario convenimos y creemos. Renovarnos, reconstruirnos y retomar las actitudes de las mejores etapas de nuestra vida siempre es un buen aliciente para iniciar y, sobre todo, mantener el camino que nos lleve a ser lo que queremos y a realizar todas nuestras ilusiones y proyectos. Para ello es fundamental tener fuerza de voluntad y perseverar. Ya lo dice Jesús en el Evangelio: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21, 19).Es la manera de crearnos hábitos de vida que nos ayuden a poner en práctica tantas buenos ideales e intenciones que estamos deseando hacer vida. Así es como comienza la propia realización personal, cuando vivimos como pensamos y somos coherentes en todos los ámbitos de nuestra propia vida. No podemos cojear, y para ello debemos estar atentos, siendo realmente conscientes de que lo más fácil es que la rutina, la pereza y la comodidad nos vaya venciendo en esta continua lucha interna que tenemos en dentro cada uno.
Ninguno de nosotros podemos controlar el tiempo. El único dueño del tiempo es Dios porque es eterno; nosotros en cambio tenemos fecha de caducidad. Nos empeñamos en tener nuestra vida totalmente controlada, y es cuando se nos descontrola porque nuestra mente se obsesiona; nuestra mirada se centra en un punto fijo y no es capaz de mirar a su alrededor para disfrutar de todo lo que la rodea; nos creemos invencibles y capaces de todo, y, entonces, es cuando nos convertimos en vulnerables porque nos volvemos más débiles, fruto de nuestra autosuficiencia que impide que no nos fijemos en los demás y no contemos con ellos para nada, ni mucho menos con Dios. Cuando somos capaces de apear de nuestra vida la soberbia y el egoísmo es cuando nuestro espíritu empieza a dejarse moldear por quien todo lo puede, porque tomas conciencia real de tu miseria, de tu pobreza, de tu insignificancia ante la historia, ante el mundo, y sobre todo, ante Dios.
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 1).Es el regalo que Dios te está haciendo al comenzar este Año Nuevo. Saborear cada momento, cada segundo, cada gesto, cada palabra… como si fuera la primera y la última de tu vida; viviendo con ese corazón agradecido por cada oportunidad nueva que se te presenta para dar lo mejor de ti, poniendo a Cristo en el centro de tu corazón, para que Él sea “tu Rey”, el único dueño de tu corazón y de tu alma, manteniéndolos bien vigilados, llenos de su gracia, para que puedas ser fuerte ante los ataques continuos de comodidad, pereza, soberbia… y tantas tentaciones que el demonio utiliza para seducirte y convertirte en un instrumento suyo. Sé consciente de que es en tu día a día, en tu rutina, donde se cuece tu vida y estás llamado a llenarla de sabor, no para ti, sino para los demás. Porque solo así te darás cuenta, una vez más, de que hay más alegría en dar que en recibir (cf Hch 20, 35), y que cuando eres capaz de entregar tu vida como Cristo, por amor, sin esperar nada a cambio, cada gesto se llena de valor y todo cobra sentido en Dios.
Por eso mira tu vida con los ojos de la fe, para que todo lo que te acontece tenga sentido y te ayude a comprender mucho mejor todo lo que vives, porque las alegrías y los sufrimientos son rutas del mismo camino, que no deben apartar nuestra mirada del norte, de la meta, que siempre ha de ser Dios. Deja que sea Dios quien dirija tu camino, quien siga llenando tu corazón de amor y paz, especialmente en los momentos más complicados. Sé fiel a Dios, así serás fiel a los demás y a ti mismo. Que este sea tu propósito en este año que apenas iniciamos. ¡Es tu momento! ¡Es tu hora! ¡Es tu año! Porque ahora es momento de coger el arado de tu vida, en la tierra de tu vida, y seguir preparando el terreno de tu corazón para que la siembra que Dios está haciendo en este inicio del Año Nuevo, pueda dar muchos frutos y así puedas seguir siendo luz para los demás, como los discípulos. No por tus méritos, sino por los de Dios, que actúa a través tuyo.
¡Feliz Año 2020! Que este año no sea un año más, hazlo especial con Jesucristo.