«Es bueno darte gracias, Señor, y cantar a tu nombre; proclamar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche» (Sal 92, 2). Dios hace maravillas en nuestra vida y somos testigos de ello. Podemos constatar cómo es capaz de cambiar la vida de las personas y tocar su corazón. Y lo puede hacer a través tuyo, porque eres instrumento de Dios, capaz de llegar al corazón del que tienes al lado.Es una experiencia hermosa de fe y así lo ha querido el Señor Jesús, mandándonos a compartir la Buena Noticia y pidiéndole a los apóstoles y a nosotros, que la llevemos allá donde nos encontremos y hagamos grandes signos en su nombre. Si quieres llevar la Buena Noticia, no has de tener miedo a hablar de Dios en tu vida y a manifestar allá donde te encuentres tu fe en Él.Dios dice siempre algo al ser humano a través de cada acontecimiento y es bueno saber interpretarlo; la gracia de Dios y el discernimiento te ayudarán a ello, para que tu respuesta sea auténtica y puedas llegar al corazón del hermano.
En segundo lugar, estás llamado a hacer grandes signos en el nombre de Jesucristo; quizás no te puedas sentir ni preparado ni digno, porque ves que es algo grande que te supera, que es demasiado para ti. Confía en el Señor y estate dispuesto a servir por amar y dar la vida por Él. Actuar por servicio y por amor es el mayor signo que se puede realizar, porque poner todo tu corazón y todas tus fuerzas en ello. No hay mayor milagro que actuar así desde la fe, y deja que el Señor se encargue del resto. Los mayores gestos para el Señor son los que se hacen en lo secreto, porque «tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará» (cf. Mt 6, 1-6.16-18). El amor a Dios debe ser el principal motor que te mueva a vivir y desde ahí el mismo Señor hará que tu vida sea un recibir frutos continuamente, porque todo pasa por su mano, y el mayor fruto de la vida del ser humano es amar al estilo de Jesús, ofreciendo continuamente tu vida al servicio del Evangelio.
Es hermoso ser herramienta del Señor, porque en medio de los agobios de la vida, de las situaciones en las que no se ven salida, con muchos quebraderos de cabeza, Él por la acción del Espíritu Santo nos llena de luz, discernimiento y santidad, para recibir las palabras que debemos decir en el momento preciso. Eres consciente de que la vida no está libre de dificultades; pensar que tu vida va a ser perfecta y un camino de rosas siempre, es vivir en el error. Involucra a Dios en tu vida, “pero ¿cómo?”, podrás preguntarte. Hazle partícipe de todo, consúltale todo lo que haces, rézale y medita antes de decidir qué vas a hacer, porque así es como el Señor será tu guía que te ayude a poner en práctica todo lo que nos dice con su Palabra. Deja que Dios te mire con amor y misericordia cada día. Si Él nos perdona siempre, ¿cómo no vamos a perdonar?; si es paciente con nosotros respetando sus procesos, ¿cómo no vamos a ser paciente con los demás?; si sabe esperar y respetar nuestros procesos, ¿cómo nos vamos a poner nerviosos cuando vemos que tarda en hablarnos o concedernos lo que le pedimos? Haz tuyas las palabras del salmo: «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (Sal 26, 14). Porque “esperar en el Señor” significa confiar, abandonarse, dejar que el Señor haga en tu vida.
Merece la pena, y mucho, ser instrumento del Señor, porque el Señor te ha llamado por tu nombre para que le sigas. Disfruta de estar con Jesús, aprende todo lo que puedas de Él, escucha todo lo que te dice y guárdalo y medítalo en tu corazón, para que sabiendo cómo tienes que actuar y lo que tienes que decir en su nombre, puedas ser luz para todos los que te rodean.
Entrégate al Señor para que seas instrumento del amor de Dios y templo del Espíritu Santo, ya que habita en ti y eres transmisor de la vida en Dios.