El Señor siempre cuida a los que se ponen en sus manos. Hay veces que no entendemos porqué Dios pone dificultades y sorpresas en nuestro camino, sin comprender en primera instancia qué es lo que se propone con nuestra vida; pero es cierto que cuando estás totalmente abandonado en sus manos, lo que te desconcierta y descoloca, con el paso del tiempo vas constatando que lo has vivido ha merecido la pena y tomas conciencia de cómo el Señor te cuida, te guía y va por delante de ti; entonces te das cuenta de lo grande que es y cuántas gracias tienes que darle por cómo va dirigiendo tu vida día a día sin apenas darte cuenta.
Son muchos los momentos que no vemos con claridad, las veces que creemos que ante nuestras dificultades no tenemos salidas, aparentemente. Aunque no entandamos nada, Dios siempre está ahí, sosteniéndonos y cuidándonos,pendiente de cada uno y dispuesto a darnos lo que necesitamos. Es importante saber abrirle la puerta de nuestro corazón y nuestra alma para que pueda entrar de lleno en nuestra vida y ayudarnos a sobreponernos y salir adelante. Lo normal es que nos cerremos en banda, nos bloqueemos y obsesionemos con nuestra situación, porque nos sentimos agobiados, desbordados y en un callejón sin salida. Nuestra mente se embota y no dejamos de pensar ni preguntarnos. Encerrarnos en nosotros mismos y obsesionarnos con nuestra angustia y sufrimiento, lo único que va a suponernos es un vacío más grande y un malestar mayor.
Cristo es el que sale al encuentro, el que viene a ti para llenar tu vida de esperanza y de entrega. Quiere seguir compartiendo su vida contigo; lo que hace falta es que le reconozcas cuanto antes y puedas gozar más aún de su presencia. Pero no te preocupes, Él es paciente y deja que tú te des cuenta por ti mismo; no tiene prisa, porque si deseas estar con Él, le anhelas, le hablas y le acoges en tu interior, la relación va a ser mucho más intensa para ti porque es tu alma la que le pide estar con Él, y todo fluye de una manera distinta. El Señor siempre toma la iniciativa. Mira a tu alrededor: en cada rincón donde nadie mira; en cada gesto que pasa desapercibido a los ojos de los demás; en las personas en las que nadie repara y que están esperando tu mirada de ternura y de amor que les caliente el corazón. Que esta sea la mirada que cada día tengas, que te permita sorprenderte y ver a Dios en lo que acontece, porque así tu fe estará encarnada en tu vida y serás consciente de la importancia y cercanía que Dios tiene contigo. La sed de Dios llega cuando descubres a Cristo y te das cuenta de que cada día lo necesitas más y que si no lo tienes algo te falta.
Déjate sorprender, como se sorprendió el apóstol san Bartolomé: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores» (Jn 1, 50). Cuando te pones en la presencia de Dios y tu vida gira en torno a Él, no solo te sorprende, sino que te permite contemplar cosas mayores, aunque tú mismo no las entiendas. Le pasó a san Bartolomé cuando le dijeron que Jesús venía de Nazaret, y él replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1, 46),porque los prejuicios e ideas preconcebidas que tenemos de nuestra vida y de nuestros proyectos hacen que nos esquematicemos, como los prejuicios que el apóstol tenía de los nazarenos. Así nos pasa a cada uno, pues la idea y las sensaciones que vamos viviendo cuando nuestros proyectos se van desarrollando nos llenan de felicidad y seguridad; pero cuando todo cambia de repente y todo se frustra, parece que todo se desmorona y lo que has venido haciendo anteriormente te provoca la sensación de que no ha servido para nada.
Confía en el Señor, porque cuando Él es quien va por delante y en quien te abandonas todo fluye en tu vida de una manera distinta, porque Dios tiene la facilidad de cambiarlo todo. «Has de ver cosas mayores» (Jn 1, 50), porque para Dios nada hay imposible; porque nunca abandona a los que creen en Él; porque es fiel hasta las últimas consecuencias, incluso hasta ha dado la vida por ti; porque tus sufrimientos, agobios y preocupaciones no le son ajenas, sino que sabe lo que necesitas en cada momento y quiere llenar tu vida de sentido y de felicidad; porque te llama por tu nombre, te conoce y ha establecido contigo una relación preciosa de amor que te llevará a comprender que no hay mayor dicha que pasar por la puerta estrecha para llegar a la plenitud en tu vida. Por todo esto, lo que para ti puede parecer un fracaso, para Dios no lo es, pues estás dentro de sus planes para seguir haciendo realidad el Evangelio en tu vida y llenándolo de alegría y esperanza en cada lugar en el que te encuentres. «Has de ver cosas mayores» (Jn 1, 50).