Uno de los mayores regalos que Dios ha hecho a los hombres es el de poder ser padres y madres. Las madres tenéis un instinto y una intuición para con vuestros hijos que nadie os puede imitar y superar, porque es el mayor regalo que Dios os ha podido dar. Hoy comparto con vosotros este testimonio de Cristina, que como madre intenta ya desde pequeños transmitir y compartir su fe con sus hijos, como tantas de vosotras, dando respuestas a las preguntas y dudas que les van surgiendo, y enseñándoles a llamar “Papá” a Dios y “Mamá” a la Virgen María. La gran mayoría hemos tenido unos inicios en la fe así, y ya mayores, muchos de vosotros siendo padres y madres, queréis seguir transmitiendo la herencia recibida de vuestros mayores.
Dice así:
El trabajo, la guarde, el cole, la compra, el menú de la semana y los imprevistos del camino. Vivimos deprisa y no podemos evitarlo.Las exigencias del día a día son cada vez más numerosas y vivir en familia nos exige precisamente eso: vivirla. Por eso Dios nos regala las vacaciones. Deseadas vacaciones. Buenos días, mi amor. Buenos días, ¿quién llama? El chico, ya está despierto. Traételo un ratito a la cama. Y la habitación se llena de risas contagiosas de bebé que te hacen olvidar cuántas veces te has levantado en la noche. Empieza un nuevo día y mientras preparas el desayuno para el que está despierto y para el que lo hará en breve, te da tiempo a guiñarle un ojo al Padre, a darle las gracias por ese sol radiante que entra por la ventana. El sol es el primer aliado del día, el rayo que desde el cielo te recuerda: aquí arriba es donde velan porque tú puedas seguir construyendo tu felicidad. Y entonces empiezas a construir y vaya si construyes.
Mamá, ya estoy despierta. Y tú que más allá de los pelos enredados y las legañas pegadas solo puedes ver su inocente y precioso corazón, sabes que tienes lo más parecido a un ángel en casa. Porque ella te abraza y la paz se come tus preocupaciones y porque probablemente papá y mamá sean las palabras más hermosas que existen en nuestro idioma.¿Qué sentiría María cuándo escuchaba al propio Dios llamarla así? Nosotros no sabemos si nuestros hijos llegarán más o menos lejos, pero si dibujásemos su futuro, seguro que llegarían con una sonrisa. Si mis niños llegasen hoy al futuro, sería en bañador y un poco salados. Porque el verano está para disfrutarlo, para que hoy se mojen los pies tímidamente en la orilla y mañana los saques de un brazo revolcados por las olas, pero con el miedo al agua superado.
Es en la playa donde esa voz infantil pregunta: ¿Hoy no viene la Virgen a bañarse? Hoy no, pequeña, está en su altar. Mamá, cuéntame otra vez la historia de la Virgen del Carmen. ¿Otra vez? Y eso es lo bueno que tienen las vacaciones, que puedes repetir la historia y los días disfrutándolos como un niño disfruta al escuchar la misma historia cien veces. Esa Madre que pasea a su hijo en brazos por las regiones costeras y entra a bendecir las aguas forma parte del transcurrir del verano.
A veces uno no sabe bien en qué momento sembró la semilla de la religión en los más pequeños de la casa. Es lo que tiene vivir con fe, que Dios se entrelaza de tal manera en nuestras vidas que la invade sin permiso y sin horarios. Así es que una mañana los peques despiertan en tu cama y se dan cuenta de que hay un crucifijo en la cabecera y quieren saberlo todo de Él, haciendo que en tu rutina de estirar las sábanas entre el decirle buenos días para siempre. Otro día se levantan y agarran el marquito plateado de la Virgen preguntando su nombre para que el resto del tiempo María no sea más un adorno sino una compañía a la que saludar. Quizás en otro momento escuchen campanas en lugares nuevos y al resultarles un sonido tan familiar quieran ir a visitar la Iglesia. Un día encuentras que en los traslados en coche les gusta cantarle a la Reina de los mares o a la de las marismas, que son la misma y en realidad se llama María. Y por último llega la noche y una vocecilla somnolienta empieza a pronunciar las palabras que Él nos enseñó justo antes de quedarse dormida. Impregna todo del Señor en tu vida y llévalo siempre con los tuyos. No hay mejor compañía.
Cristina Marfil Fernández
Todos tenemos recuerdos de aquellos que nos han hablado de Dios desde pequeños. Hoy es un buen momento para dar gracias a Dios por ellos, por todo lo bueno y hermoso que nos han transmitido. Qué hermoso es vivir la fe en familia y ver cómo los padres llevan los domingos a sus hijos a la Eucaristía Dominical, para celebrar la fe. Qué hermoso es poder ver cómo los hijos pequeños contemplan con orgullo y admiración a sus padres rezando, yendo a comulgar, confesándose, estando de rodillas en el momento de la consagración o después de comulgar o rezando delante del sagrario. Así es como los hijos hemos aprendido y aprenden: con el ejemplo de sus padres.
Muchísimas gracias por compartir tus experiencias como madre y acercarnos también al Señor con tu experiencia de vida. Espero que sigamos compartiendo muchos momentos a partir de ahora. Dios te bendiga.
Si deseas compartir tu experiencia no dudes en escribirme a: aurelio.lopez@diocesismalaga.es