Acabamos de celebrar la Resurrección del Señor, el gran acontecimiento de nuestra fe, que da sentido a todo. Decir que Jesucristo ha resucitado es fácil decirlo en este tiempo, con alegría y gozo. Hoy quiero decirlo también con dolor en el corazón ante la pérdida de un grande de mi familia, mi tío Armando. Desde la fe y también con lágrimas en los ojos digo con fuerza que Jesucristo ha resucitado para ayudarnos en estos momentos tan duros para mi familia, especialmente para mi tía y mis primos. No poder despedirte, no poder abrazar, no poder llorar juntos… nada más que a través del teléfono o de una videoconferencia o reunión virtual, no hace sino más grave este momento de perder a un ser que amas y de desear estar con tu familia con todas tus fuerzas. Es en este momento donde queda el consuelo de la fe y de sentir en la distancia el amor hacia los tuyos.
Decir que Jesucristo ha resucitado ante la pérdida de mi tío es llenar, aún más, de sentido la Comunión Espiritual, donde quiero que Jesús nos reconforte a todos y nos haga sentir más presente el consuelo. Estoy convencido de que mi tío Armando está gozando de la presencia de Dios, porque ha sido un gran hombre, una grandísima persona. No porque sea familia mía, sino porque ha hecho parroquia allá por donde ha ido. Servicial, cariñoso, entregado, atento a las necesidades de todos, afable, generoso… se quedan cortas todas las definiciones que pueda hacer de él, porque siempre ha querido que todos estuviésemos bien. Se ha entregado en cuerpo y alma a los suyos, especialmente a su familia más cercana, y a disfrutado una barbaridad de sus nietos, siendo más que un abuelo. Te has marchado de la tierra, tío, para cuidarnos a todos desde el cielo, junto con toda la familia que ya está contigo disfrutando del Señor.
Decir Jesucristo ha resucitado es apoyarnos más que nunca en la fe, sabiendo que este sufrimiento, esta impotencia tan grande y este vacío que se queda nos va a hacer más fuertes y nos va a unir más a Dios. El desconcierto de la vida, y más especialmente el de esta pandemia que tan injustamente nos está arrebatando a las personas que más amamos, nubla y emborrona nuestras miradas y nuestras mentes, por el dolor y las lágrimas. En este momento tiene especial sentido lo que los discípulos dijeron a Jesús dormido en la barca en medio de la tempestad: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (Mc 4, 38). Y Jesús se levantó, increpó al viento y al mar y todo se volvió calma. Es el momento de apoyarnos en Jesús que hoy nos reconforta, nos lleva en brazos y cogidos de la mano, para no soltarnos en ningún momento y hacernos sentir este calor humano que tanto necesitamos de la familia en un momento como este. La compañía, el apoyo, la mano amiga que te quiere, con la que has compartido la vida y de la que tanto has recibido durante estos años. Esa mano es también hoy la del tío Armando, que está acompañando a Jesús para sosteneros especialmente a la tía Angelines y los primos Santiago y Mari Ángeles junto con sus familias que más intensamente están sintiendo su pérdida.
Decir que Jesucristo ha resucitado es decir junto con el tío Armando que Dios existe y que Dios nos ama con locura. Porque ha sido un hombre de fe, creyente y que ha puesto a Dios en su vida. Dios conoce muy bien su corazón y sabe que no había maldad en él, todo lo contrario, amor y ternura que con el paso de los años se ha ido enriqueciendo por su experiencia de vida. El Señor lo ha sabido madurar para que cada encuentro con él nos enriqueciera de manera especial y nos ayudara a que la palabra familia tuviese más sentido todavía. Por gestos y vivencias así es necesario decir que Jesucristo ha resucitado, porque nuestras vidas se han visto enriquecidas por la huella que ha dejado en nosotros, junto con la de todos nuestros seres queridos. Esta partida tan dura, en estos momentos que estamos viviendo, hace mucho más sentida su pérdida y más necesario expresar el amor y el cariño por los tuyos. Gracias por tu vida tío Armando. Gracias por todo. Cuídanos a todos desde el cielo.