Hoy es el día de los enamorados, no el 14 de febrero. Hoy es el día del Amor Verdadero porque es el día donde Jesús nos enseña la entrega total, sin “peros”, sin esperar nada; porque es el mismo Jesucristo el que se entrega por nosotros, no porque es el último para servir, amar, ser humilde, sencillo de corazón, entregado… sino porque se nos presenta en su Cuerpo y Sangre para que entendamos el verdadero sentido de la palabra “sacrificio”.
Es el día del AMOR (en mayúsculas), completamente gratuito que Dios nos regala. ¿Qué hay ahora en estos tiempos gratis? Más bien pocas cosas, aunque en este momento de pandemia estamos viendo muchísimos gestos de altruismo, solidaridad, generosidad… que nos hace ver que en los momentos de dificultad el ser humano es capaz de sacar lo mejor de sí, su mejor versión. Dios nos regala su amor gratuito e incondicional, para que lo usemos con los que nos rodean y transformemos el mundo. ¿Lo deseas? Está mas cerca de lo que piensas porque nos está esperando con los brazos abiertos; esos brazos abiertos que están dispuestos a darlo todo, sin reservarse nada, como la entrega de Jesucristo.
Hoy, Jueves Santo, estamos celebrando la entrega total del Señor Jesús, porque no tiene límites ni condiciones. Es el mismo Dios, quien se hace pequeño y humilde, capaz de ponerse de rodillas ante ti. ¿Dónde se ha visto que un señor se arrodille ante un esclavo? Pues Jesucristo lo hace sin ningún pudor y con todas las consecuencias, porque quiere mostrarnos cuál es el verdadero camino que transforma el mundo y las inercias de los seres humanos: “Actuar de corazón y sin reservas”. Jesucristo se agacha para hacerse último, se pone a tu servicio con el gesto de lavar los pies a sus discípulos, para que te sitúes ante Él y desde tus fragilidades e imperfecciones, puedas llegar a comprender la verdadera dimensión del amor de Dios, que rompe nuestros esquemas y nos sitúa ante su gran desproporcionalidad, que coloca lo humilde y sencillo en los primeros puestos, y rebaja y degrada a los que se creen primeros y mejores, al último lugar.
Esta es la regla de Jesús, la regla del Evangelio, del servicio, no de la humillación, de hacer el mal, de dominar a los demás y pisotearles para conseguir tus objetivos y metas. Nadie está por encima de nadie, ni siquiera con los juicios y las censuras, porque “el único censor” es Dios que posee la verdad absoluta y nos dice que nadie ha de juzgar al hermano porque no está libre de pecado, y por lo tanto no pueda arrojar su piedra llena de juicio y crítica al hermano.
Este Jueves Santo Jesús nos está proponiendo la regla de vida ideal de cómo tratar al prójimo, especialmente al más cercano, partiendo el pan y ofreciéndoselo a los discípulos. Jesucristo se parte y se reparte y lo mismo pretende que hagamos cada uno: partirnos y repartirnos, sin hacer distinciones de personas, ofreciéndonos con todas las consecuencias que lleva el poner en práctica el mandamiento del amor: «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 13, 34). El camino nos lo está marcando claramente Jesús; cuida tu vida de oración y tu relación con Él, para que ni te alejes ni se sientas vacío. El amor hay que renovarlo cada día, para no perder las ganas de entregarte. La tentación está siempre “detrás de la puerta”, al acecho esperando el momento oportuno para hacerse presente y cumplir con su misión.
La vida en Cristo es la vida perfecta; es admirable ver a testigos, en nuestros tiempos, transmitiendo a raudales el amor y la alegría del Señor. Te está llamando en cada momento por tu nombre para hacerte partícipe y puedas mostrar el sentido verdadero del amor incondicional y de la fidelidad que Dios tiene, dando frutos en tu día a día, en lo que te acontece. Dios te ama y entrega su vida; anda y haz tú lo mismo.