Primer viernes de Cuaresma. Una oportunidad inmejorable para darle un gran empujón a tu vivencia espiritual en este desierto cuaresmal. Día donde la Iglesia nos invita a la abstinencia de no comer carne. Es fácil pensar que no es sacrificio porque gracias a los medios que disponemos hoy en día, tenemos acceso a verdaderos manjares que no tienen nada que ver con la carne, y que hacen que podamos comer incluso mucho mejor que con carne. La abstinencia de comer carne tenía mucho más sentido si nos remontamos a épocas pasadas porque tenía un sentido de mortificación, pues abstenerse de comer carne en lugares donde difícilmente llegaban alimentos de calidad, suponía tener que comer durante el día verduras o pescado, generalmente de baja calidad. Por eso hoy en nuestros días la abstinencia de comer carne la debemos plantear como obediencia a la Iglesia y gesto de comunión con la doctrina de fe que nos transmite. Y mucho más en el tiempo de Cuaresma que es un tiempo propicio para la conversión.
En una sociedad como la nuestra, en la que se favorece tan poco la experiencia religiosa, nosotros, creyentes practicantes, estamos llamados a ser signo en medio de nuestra sociedad. Y aunque lo hagamos a escondidas sin que nadie lo sepa, Dios que ve en lo escondido sabe la actitud de nuestro corazón y nos fortalece en la fe. Vívelo por tanto como un momento de fidelidad a la Iglesia y de comunión con tantas personas que como tú ayunan y se abstienen de comer carne, ofreciendo este sacrificio y tu obediencia a la Iglesia al Señor. Ofrécelo también tu sacrificio por cualquier intención particular que tengas, para que el Señor te conceda esa gracia que le pides. No te quedes en el formalismo de cumplir un mandato, una ley para no caer en esa actitud farisaica que Jesús reprocha (Cf Mt 23, 16-23), sino que vívelo como un momento de gracia donde puedes unirte más a Dios y seguir avanzando en tu camino de fe.
Ser obediente a la Iglesia cuesta muchas veces, especialmente porque tenemos muchas tentaciones que nos hacen cuestionarla. La Iglesia es santa y pecadora; nos acerca a Dios y a veces puede alejarnos por anti-testimonios o normas que nos cuestan trabajo asumir. Si pensamos en las personas que más amamos podemos constatar que con ellas tampoco estamos al cien por cien de acuerdo en todo, pero esto no impide que las amemos y que luchemos por ellas. Que así te ocurra con la Iglesia, es una manera de poder amarla en este tiempo de Cuaresma, y sobre todo reflexiona y toma conciencia de la oportunidad maravillosa que tienes de redescubrir a la Iglesia como madre que te acoge y que siempre que acudes a ella con un corazón arrepentido perdona tus pecados por el ministerio que Jesucristo le encomendó (cf Mt 16, 19). El Señor se sirve de todo y en este día tienes una gran oportunidad de dar un verdadero sentido a tu penitencia cuaresmal.
Busca tener un corazón desprendido, capaz de romper con todas las ataduras y dependencias que te crean los frutos de la carne y del mundo y vive con toda su fuerza lo que significa el sacrificio (hacer algo sagrado, “sacro-facere). Por eso nuestros actos nos acercan a Dios o nos alejan. Qué importante es saber cargar de sentido todo lo que realizamos, porque nos ayuda a santificarnos y a estar más cerca de Dios, o al menos intentarlo. Esa es la recta intención con la que tenemos que actuar, y sobre todo es la manera con la que ponemos a Dios y a la Iglesia en el lugar que le corresponde en nuestra vida. Alimenta tu espíritu y tu fe para que ames más a Dios y a la Iglesia de la que formas parte como bautizado. San Pablo nos dice que somos miembros de un mismo cuerpo y Cristo es la Cabeza, y cada uno tenemos una función (cf 1 Cor 12, 12-27); y san Pedro nos dice que somos piedras vivas de la Iglesia (1 Pe 2, 5). Deja que el Espíritu Santo te ilumine, te guíe y te ayude en este día para que des un verdadero sentido a la abstinencia cuaresmal que hoy tenemos que vivir. El Señor te bendiga.