En muchas ocasiones he manifestado que Dios nos ha dado a cada uno una serie de dones con los que sabe que vamos a alcanzar la felicidad plena. Lo que nos ocurre es que las comparaciones que nos hacemos con los demás nos impiden verlos claramente y nos infravaloramos tanto que en ocasiones terminamos anhelando lo que no tenemos y no sacando todo lo bueno y bello que hay en nuestro interior. Si te quieres de verdad no dejes de mirar a tu interior y compartir con generosidad todo lo que tienes, porque así empezarás a irradiar todo lo que tienes guardado y vivirás en plenitud, porque serás feliz y saborearás cada uno de los momentos que vives.
Alimenta tu interior cada día con tu oración personal y no te dejes llevar por la comodidad o la pereza. Hay veces que tendrás que caminar contra corriente porque la sociedad y tu entorno querrán llevarte por otros caminos; sé fiel a ti mismo y no dejes que las inercias del mundo te arrastren, confía en el potencial que Dios te ha regalado y explótalo al máximo porque bien sabe Él de lo que eres capaz. La clave está en abandonarse y dejarse llevar por el soplo del Espíritu; «el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu» (Jn 3, 8). Esta es la aventura de confiar en el Señor, que te puede llevar por caminos insospechados para ti, te hará realizar cosas que en la vida te imaginabas y te permitirá vivir experiencias maravillosas y profundas que te dejarán admirado y donde uno de los pensamientos que más se te pasarán por la cabeza será el decir: “Qué afortunado soy”, porque la experiencia de vida que estarás teniendo será tan enriquecedora para ti que colmará de sentido tu vida y te hará descubrir nuevos horizontes en tu vida.
La aventura de confiar en el Señor te hará dejar atrás el hombre viejo para nacer al hombre nuevo, como dice el apóstol San Pablo: «Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida… y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas» (Ef 4, 22-24). Tu escala de valores y tus prioridades cambiarán y te darás cuenta de que lo que venías haciendo no te llena tanto ni te aporta tanto como lo que estás viviendo desde que estás más cerca de Dios. Es cierto que el Señor te complica la vida, te exige y te compromete, pero al dejar que entre su amor en tu alma todo tu vida empieza a tomar caminos distintos donde tus ojos admirarán lo que contemplan y tu corazón se alegrará tanto por lo vives que no lo querrás cambiar por nada. Por eso te invito a que te dejes llevar a donde el Espíritu te indique, a que tu vida sea una continua sorpresa y a que no quieras controlarlo todo ni organizarlo todo, sino que sea el Señor quien vaya por delante y tú vayas afrontando y viviendo todo lo que Él te va poniendo por delante.
Es posible que pienses que es inalcanzable esto que te estoy diciendo; ten en cuenta que debe de haber un cambio de mentalidad en ti, porque no puedes pensar en los planes de Dios con las ideas y forma de vida del hombre viejo. En tu mente y en tu corazón ha de habitar la Palabra de Dios, porque cuanto más obediente seas a ella más cambios se darán en tu vida y el hombre nuevo comenzará a crecer y a cobrar fuerza en tu vida. No pienses en una hoja de ruta o en un patrón, recuerda que “el viento no sabes de dónde viene ni adónde va”. El Dios de las sorpresas, tu Dios y mi Dios, te quiere libre y sin cargas, para decirte lo que tienes que hacer y adónde quiere que vayas. Deja que Dios se ocupe de ti y verás sus planes con claridad. En ese momento es cuando comienza tu auténtico testimonio. ¿Estás dispuesto a compartirlo?