Ponerse en el lugar del otro y entender cómo se siente para poder ayudarlo o ser un apoyo en los momentos de dificultad es un don de Dios. Ante la situación que se está viviendo en Ucrania he tenido una conversación con una persona donde me contaba su disposición para acoger a refugiados en caso de que fuera necesario. Me ha alegrado escuchar lo que me estaba diciendo y me ha encantado más aún ver cómo desde la vivencia de la fe nace el deseo y el compromiso de querer ayudar a los demás ante situaciones dramáticas como las que estamos viviendo en estos días, porque el dolor y el sufrimiento del hombre no puede hacer indiferente al creyente; más bien te hace tomar partido desde tu propia realidad comprometiendo tu vida y siendo consciente de los cambios que este compromiso te puede acarrear en tus hábitos de vida.
Esta experiencia vivida me hace ver de nuevo los caramelos que Dios pone en mi camino para seguir avanzando, descubriendo la bondad de las personas y el auténtico sentido de amor al prójimo que Jesús nos transmite en el Evangelio. Cuando llenas tu vida del amor de Dios no puedes ser indiferente ante las necesidades de los hermanos, y lo poco o mucho que tienes estás dispuesto a compartirlo porque hay una fuerza en ti, que es la que Dios pone para que actúes, que te lanza a entregarte y donarte a los otros, sin distinción de raza, religión o nacionalidad. Para mi esto es ser valiente y dar la vida, haciendo algo que en ocasiones cuesta trabajo hacer: salir de tu propia zona de confort y cambiar tu forma de vida. Esa disponibilidad nace del alma y de lo más profundo del interior.
«Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). Pienso en quienes han dado su vida por los demás, sin conocerlos, sin ser familia suya, simplemente porque en el hermano han reconocido al mismo Jesucristo. Esta manera de poner en práctica la Palabra se da cuando la tenemos interiorizada y muy rezada, porque la tenemos grabada a fuego en nuestra alma. Otra cosa distinta es que podamos estar en una etapa en la que en la vivencia de la fe podemos estar más o menos inspirados y cerca del Señor, rezar con mayor o menor intensidad…, no dejan de ser procesos que tenemos que pasar en nuestro camino de madurez y perfeccionamiento. Cuando lo compartimos y reflexionamos con quien está a nuestro lado seguimos siendo conscientes de que aún nos queda mucho por andar y caminar; que para nada estamos cerca de Dios porque nos vemos muchos defectos y debilidades; pero lo que sí está claro es que el Señor nos ha ido moldeando, nos ha ido curtiendo poco a poco y ha llegado un punto en el que nosotros nos hemos resistido un poco en nuestra conversión, aunque seguimos abiertos a su intervención en nuestra vida y nuestra alma sigue anhelando encontrarse con Él y mejorar nuestra relación y dedicación.
Deja que el Señor siga actuando en tu vida para que te siga convirtiendo en esa persona maravillosa que eres. A pesar de tus debilidades, Dios quiere seguir contando contigo y haciendo obras grandes en tu vida, porque te ama, confía en ti y sabe que eres oro en bruto, que sigue necesitando ser purificado, lentamente, a fuego lento, como al Señor le gustan cosas. Todo a su debido tiempo, sin prisa pero sin pausa, con determinación y mucho amor que va poniendo en este proceso de transformación de tu alma, porque te ama y confía en ti.
Gracias Señor por poder seguir descubriendo tu bondad en el corazón de los que me rodean.