Ninguno nacemos con todo aprendido. Tenemos que esforzarnos por aprender desde pequeños, mucho más si hay algo que queremos hacer y requiere mucho trabajo y esfuerzo, para llegar a dominarlo perfectamente. Seguro que conoces a personas que necesitan más esfuerzo que otras para llegar a sus objetivos. Son personas trabajadoras, perseverantes, insistentes en lo que se proponen y eso suple otras carencias que no tienen. Necesitamos tener sueños e ilusiones que nos permitan superarnos; necesitamos imposibles que nos ayuden a seguir creciendo, madurando, avanzando en nuestra vida, para que vayamos adquiriendo capacidades que en un principio no tenemos y que a base de trabajo y espíritu de superación, llegamos a dominar perfectamente. Quizás, a veces, discriminamos a los demás por su apariencia, porque no poseen cualidades que nosotros consideramos necesarias y que no tienen, pero gracias a las ganas de superarse, a su actitud y al trabajo bien hecho van dando pasos que los convierten en personas más maduras y auténticas.
Todos tenemos personas que han confiado en nosotros y nos han hecho crecer; nos han ayudado a sacar ese potencial que teníamos dentro y gracias a su apoyo y confianza hemos podido volar alto, por nosotros mismos.
También a nuestro lado, tenemos personas negativas, que restan y que suponen también un lastre para nosotros, pues intentan a toda costa minarnos y quebrantar nuestra voluntad férrea. Es fácil perder la paz, el equilibrio, la capacidad de reacción y lo mejor que tienes en tu interior. No permitas que nada ni nadie te robe la ilusión, las ganas de luchar y dar lo mejor de ti mismo. Pues todo el potencial que tienes dentro lo tienes que explotar en cada momento. Hay que atreverse a ser diferente, y mucho más ante las adversidades, porque así podrás sacar lo mejor que hay dentro de ti, confiando en tus posibilidades y haciéndolo todo desde el corazón. Muestra todo lo bueno que tienes en tu interior, no te avergüences de ello, al contrario, que sea tu mejor aval ante los demás; así serás testigo de que lo impensable puede llegar a ser real; de que lo importante es dar lo mejor de ti mismo, porque eres tú mismo, y te has empeñado en dar lo mejor que tienes, aunque el mundo y los que te rodean viven y hacen cosas totalmente distintas y diferentes.
Somos conscientes de que cuando el amor de Dios falta en nuestra vida, perdemos la capacidad de hacer realidad los anhelos de nuestro corazón. Cristo nos permite avanzar por el camino de la fe, pero cuando nos apartamos nos quedamos vacíos, sin ninguna ilusión, sin saber qué dirección tomar, sin una meta hacia la que caminar. Por eso la ilusión con la que hemos de vivir nuestra fe nos tiene que llevar a sentir y decir lo mismo que el apóstol san Pablo: «Para mi la vida es Cristo y el morir una ganancia» (Flp 1, 21). Esta es la ilusión con la que hemos de vivir, sabiendo que si nuestra vida le pertenece a Cristo; estamos en el camino de la Felicidad que nos ayudará a vivir con ilusión y esperanza, esperando de cocinar y entregarnos lo máximo a los demás. Que Jesucristo sea tu vida, que nada te prive del encuentro gozoso con Él, ábrele tu corazón para que Dios lo pueda llenar de su amor, y así hables al mundo con ilusión de ese amor tan grande y poderoso que es capaz de sacar lo mejor de ti.
Quédate con el Señor, deja que Él renueve tus ilusiones a través de la escucha atenta de la Palabra de Dios, porque así es como podrás comprender lo que cada día te pide, y compartirás esa alegría y felicidad que Dios te da. Y al hablar de Él, tus ojos se iluminarán y en tu cara habrá una sonrisa, porque contarás con gozo y alegría todo lo bueno que el Señor hace en tu vida, que es mucho. Por eso la Buena Noticia no puede quedarse escondida y callada, ha de salir a la luz y ser anunciada, porque siempre trae novedades que hace feliz al corazón del hombre. Deja que Dios sea tu ilusión, para que amando a los demás, des testimonio de amor y vida de todo lo bueno que Cristo ha hecho contigo.