(Foto de Titina Suárez)
¡Qué hermoso es poder contemplar y admirar la Creación! Si de algo me doy cuenta es que somos insignificantes ante la grandeza del universo y del mundo en el que vivimos. Contemplar un paisaje, la luna llena sobre el mar, el horizonte, ver un amanecer o una puesta de sol… son momentos tan hermosos que te llevan a mirar al cielo y dar gracias a Dios por tanta belleza. Y al rezar tomas conciencia de que Dios ha creado todo esto para que tú lo contemples, te recrees, le bendigas y le alabes por lo grande y bueno que es. Si de algo estoy convencido es que Dios muestra su inmensidad y grandeza en lo sencillo, humilde y pequeño. Si quieres vivir tu fe y afrontar todo lo que la vida te trae, es necesario que conozcas a Dios, porque comprender la inmensidad de Dios no es tarea fácil para una mente tan pequeña como la humana, donde tantas cosas se nos escapan y nos cuenta trabajo entender.
Dios se fijó en una niña humilde, María, para ser la Madre de su Hijo; en un pequeño pastor, David, para derrotar al poderoso ejército filisteo; en otro pastor,Moisés, para enfrentarse al faraón egipcio; en unos pobres pescadores, sus discípulos, para comenzar la gran aventura del cristianismo…; y es que esto es lo que ha elegido Dios, lo humilde, pequeño y sencillo para hacerse entender a través de lo que vivimos cada día. Basta que tengas fe.
Según la Real Academia Española, inmensidad significa: “Infinitud de extensión; atributo de solo Dios, infinito e inmensurable”. Necesitamos reflexionar sobre lo que significa la inmensidad de Dios, que es infinito, no tiene ningún límite; justo lo contrario al ser humano que es temporal y limitado, con fecha de nacimiento y de muerte. Dios es insondable, no lo podemos abarcar, y esto sí que nos puede ayudar para que seamos conscientes del gran amor que Dios nos tiene, que se ha fijado en nosotros, pobres pecadores, para manifestarnos su gran Amor y llevarnos junto a Él. Y es que quien se encuentra con Dios experimenta en su vida un antes y un después, es un punto de inflexión importante, que nos permite profundizar en su inmensidad, para darnos cuenta de que cuanto más nos adentramos, menos le conocemos y más deseo tenemos de querer estar con Él.
Y el camino nos lo marca Jesucristo, que ha venido para enseñarnos ese rostro de Dios, que nadie ha visto, y que Él nos quiere revelar, para que nuestra vida tenga sentido y podamos alcanzar la salvación poniendo en práctica el Evangelio. Jesús lo dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 6). A Dios llegamos a través de Jesucristo, que es quien nos señala la direccióndel amor y el servicio a los hermanos, experimentando también la riqueza de tener que practicar la misericordia con los demás, porque bien sabemos que el camino no es fácil y la convivencia está llena de roces que hemos de superar. Jesucristo es la verdad, porque nos llama a seguirle y a creer en Él, poniéndonos en sus manos, para poder constatar las certezas que llenan de seguridades nuestra mente, a veces tan dispersa y dubitativa, que tiene la necesidad siempre de saber y de controlarlo todo; y es que controlar lo que Dios hace en nuestra vida, es algo que se nos escapa y de lo que tenemos que fiarnos y abandonarnos en Él. Jesucristo es la vida, porque quiere que esté llena de sentido, sabiendo que Él está siempre a nuestro lado dispuesto a darnos lo que necesitamos en cada momento, así tendremos vida interior, tan necesaria para vivir y cultivar nuestra espiritualidad; y es que nuestra fe sin vida interior no se puede sostener, y el Señor Jesús quiere darnos vida y vida en abundancia (cf Jn 10, 10).
Por eso sumérgete sin ningún tipo de miedo en la inmensidad de Dios, de la mano de Jesús, que nunca te soltará. Deja que el Espíritu sea quien te guíe y no le pongas ninguna condición ni le marques el camino que quieres seguir. Con Dios lo mejor es no tener voluntad de hacer, sino dejarse llevar por Él, porque quiere que seas humilde y sencillo, para que así, confiando en Él, sin grandes preguntas, te admires de su grandeza y te dejes llenar de su amor. Basta que tengas fe.