El camino de la paz interior cuesta. Disfrutar de la tranquilidad y la serenidad en medio de este mundo lleno de prisas, problemas, agobios y preocupaciones hace aún más complicado encontrar la paz interior que tanto necesitamos para encontrarnos con Dios y saber ir afrontando y encajando el devenir del día a día. Solo hemos de mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta, en primer lugar, nosotros mismos y luego los demás, cómo no somos transmisores de alegría y paz, porque el ritmo de vida, las prisas con las que vivimos y la agitación interna que tenemos se encargan, y de buena manera, de quitárnoslas de nuestra vida para que seamos pasto del vacío que nuestro mundo nos provoca.
Es momento de que te pares y mires dentro de ti, que veas qué es lo que te rodea y qué es lo que provoca en tu interior. Dice el apóstol san Pablo: «Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Flp 4, 6-7). Confiar en Dios y abandonarse en sus manos implica tener una vida intensa de oración, de la que no podemos prescindir. Las tentaciones, las frustraciones y desencuentros que tenemos con los demás se hacen más fuertes en nuestro interior si nos descuidamos y no mimamos nuestra relación con el Señor. Así se pierde rápidamente la paz y en nuestro interior solo hay revuelo, impotencia y amargura porque vemos que las cosas no marchan todo lo bien que a nosotros nos gustaría y entonces se genera una gran tristeza en nuestro corazón. Dios quiere que constantemente le pidamos y le supliquemos porque desea ayudarnos en todo momento. No se desentiende de nuestra vida ni de nuestros problemas, sino que siempre se implica a fondo. La oración de confianza y de abandono tiene que ser profunda y sincera, y solo se adquiere cuando hay un camino recorrido a lo largo del tiempo que nos ha servido para preparar “la tierra de nuestro corazón” para que las raíces de Dios puedan crecer.
Si nuestro corazón está frío e inhóspito es muy difícil que el Señor pueda actuar y acampar en él. Necesitamos cultivar nuestra oración para que también nuestra vida de fe sea cada vez más profunda, nuestra forma de ser se pueda transformar y purificar cada día más y nuestro carácter lo empecemos a controlar cada vez más dominando nuestros impulsos. Entonces la paz interior empezará a anidar dentro de cada uno y la presencia del Señor se hará más fuerte. Dios, oración, vida espiritual y paz interior van íntimamente unidos porque son los ingredientes necesarios para que nuestra fe crezca e incida especialmente en nuestra vida. Desde la presencia del Señor todo se ve distinto, por eso dice el apóstol San Pablo que “la paz de Dios supera todo juicio”, ya que el Señor siempre perdona y su misericordia termina haciéndose presente en nuestra vida. No podemos negar la acción de la misericordia de Dios porque es la que nos permite liberarnos de las cargas pesadas del pecado y llenar nuestra mirada y nuestros pensamientos de amor hacia los demás. Quien de verdad siente la misericordia fuertemente en su vida es capaz de multiplicar su capacidad de amar, porque Dios con su Gracia es capaz de llegar a todos los lugares, incluso a los que son impensables para nosotros.
Lucha por tu paz interior, no te dejes vencer en esta guerra interior en la que constantemente nos vemos sumergidos, porque son muchos los beneficios que obtendrás. La paz interior es el resultado directo de la oración y es la manera de comunicarnos con Dios. El diálogo con Él ha de ser diario, sincero y lleno de profundidad para que así sea Jesucristo quien custodie y proteja todos nuestros sentimientos y pensamientos que anidan dentro de cada uno. El ritmo de vida le ha cogido la delantera a la oración y la paz interior. Somos conscientes de la importancia que tiene Dios y la vida espiritual ante el ritmo de vida, pero está claro que puede con nuestra voluntad y los deseos de querer vivir más auténticamente nuestra fe. ¡Ahí es donde está nuestra lucha! Y tenemos que emplear todas las armas que tenemos a nuestro alcance y así lo dice el apóstol san Pablo: «lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros» (Flp 4, 9). Tenemos modelos de fe que nos sirven de ejemplo para actuar y vivir más auténticamente nuestra fe, siguiendo las huellas de Cristo, así la paz de Cristo llenará tu vida y la paz interior te ayudará a encontrarte mejor con el Señor.