María

Comparto este post con una reflexión que escribí por Febrero del año 2013. María, una mujer entrañable, llena de experiencias de vida y con una fe forjada día a día, paso a paso, detalle a detalle.

Detrás de la ventana contempla las gotas de agua que golpean sus cristales. Hoy es un día lluvioso y a pesar de la tristeza que estos días pueden traer, María sigue con su vitalidad a pesar de sus años. Es una mujer de fe, de las de toda la vida. Siente la Iglesia como parte suya y ha luchado mucho para que sea en su barrio lo que hoy conocemos. Por sus manos han pasado muchas personas, puesto que ha sido catequista de quienes hace muchos años y no tantos, se preparaban para su Primera Comunión, pero su labor de catequista todavía continúa, ya que no pierde la oportunidad para hablar de Dios y de lo importante que es tener fe, para sobrellevar las circunstancias que la vida nos trae a cada uno; especialmente cuando se trata de alguna enfermedad o de la muerte da un ser querido, no deja pasar la ocasión para hablar de su propia experiencia de fe y animar a creer en Dios, que es quien todo lo puede.

Saber envejecer es un arte y está al alcance de quien asume los paulatinos cambios que va sufriendo en su cuerpo; y saber amoldar y adaptar la educación que ha recibido a las modernas transformaciones sociales. Por eso cuestionar tu vida ante Dios y guiarte por la fe sirve para ir acompasando tu vida a los vertiginosos caminos que nuestra sociedad está afrontando.

Poner a Dios en medio de este ritmo de vida actual a veces cuesta, y María como tantos otros hombres y mujeres de fe de hoy, no dejan pasar la ocasión para propiciar este encuentro. Cualquier momento es bueno para pasar a hacer la visita al Santísimo, incluso cuando hay que tirar la basura.

Su vitalidad no es la misma de antes, aunque su fe ha ido madurando y comprendiendo cuál es su misión en ésta última etapa de su vida. Con la sabiduría que dan los años y la experiencia alcanzada ha perdido el miedo a dar razón de su fe y manifestarla públicamente sin pensar en el qué dirán o las etiquetas que puedan colgarla.

Esta es “la libertad de quien realmente se siente hijo de Dios” (Rom 8, 21), sin tener ningún temor a manifestar públicamente tu fe. Por eso en este momento histórico que estamos viviendo hace falta fijarse en testimonios de vida como el de María y tantas otras “Marías” que pasan desapercibidas a los ojos de los medios de comunicación, que no son noticia… pero que son las que mantienen la Iglesia viva y que siguen rezando día a día por sus sacerdotes, por el Papa y por el mundo entero.

La vida es como las gotas de lluvia en ese cristal de la ventana: fugaces, puesto que rápidamente se evaporan, pero que dejan unas pequeñas marcas, algunas veces inadvertidas. Si prestas atención, lo mismo ocurre con Dios, ninguno (entre ellos María) pasamos desapercibidos para el Él.