Hace unos meses una persona, que prefiere estar en el anonimato, me compartió esta experiencia vital. Acababa de pasar un gran bache y después de que todo pasó, ha querido compartir su fe, lo que en los momentos de dificultad le hace agarrarse al Señor, con lo que desde pequeña ha aprendido de sus mayores. Y es que todos necesitamos que nos enseñen y acompañen cuando aún estamos dando nuestros primeros pasos en la fe. Y en nuestra fe adulta, somos nosotros los que tenemos que compartir y transmitir también nuestra fe, desde nuestra propia experiencia personal.
Dice así:
Cada uno de nosotros vivimos la fe según nos han inculcado desde pequeños,en mi caso siempre en mi familia he escuchado “encomiéndate” y verás como todo se soluciona. Ya en la madurez cada vez entiendo mejor lo que significa. Cuando las personas que más quieres se van; cuando hay grandes socavones en el camino y en la más absoluta soledad me encuentro, yo me encomiendo. Me encomiendo a Dios Padre, porque siempre está conmigo; me encomiendo a las personas que se han ido, porque me cuidan desde el cielo. Respiro, cojo fuerzas y hago mis oraciones.
Me encomiendo con esa oración que mi abuela recitaba a sus Ánimas Benditas, que nunca entendí de pequeña: “Ánimas Benditas que moristeis mártires, os pido con fervor que me hagáis este favor”e íbamos a la Parroquia de Santiago a encender las velas a su retablo, con la esperanza de que nos concedieran la petición que con tanta fe las rezábamos.
Me encomiendo con La Novena al Padre Arnaiz con sus oraciones de cada día.
Y, por supuesto, me encomiendo con las tres Avemarías cada noche:
- Por el poder que te concedió el Padre Eterno.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
- Por la sabiduría que te concedió el Hijo.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén
Sí, me encomiendo, y mi fe me hace sentir fuerte. No desespero, me acompaña mi Señor. No temo y siempre doy gracias a Dios.
Cada uno tenemos nuestra manera de encomendarnos al Señor, de rezarle. Hazlo siempre con fe y desde lo más profundo de tu corazón. Todo lo que nos enseñan nuestros mayores siempre queda grabado en nuestro corazón. No dejemos nunca de transmitir nuestra fe a los pequeños, para que en medio de esta sociedad tan descristianizada en la que vivimos, sigamos dando paso a ese rumor de Dios que nos ayuda y reconforta de muchas maneras y con muchas oraciones y devociones.
Muchísimas gracias por compartir tu testimonio de vida y tu manera de encomendarte a Dios. Espero que sigamos compartiendo muchas vivencias. Dios te bendiga.
Si deseas compartir tu experiencia no dudes en escribirme a: aurelio.lopez@diocesismalaga.es