“Siempre hay motivos para la esperanza”, esta frase señala perfectamente como no hay que rendirse. Todos conocemos a personas que llevan con mucha entereza las cargas de la vida, parece que pueden con todo lo que les echen encima de sus espaldas, que se lo cargan y llevan como si nada. Estas personas son fuertes, curtidas por la vida y por sus dificultades, y para nosotros son ejemplo de cómo no podemos rendirnos, sino que tenemos que seguir caminando, aunque la vida nos parezca dura. Cuando hablas con ellas te dan continuas lecciones de cómo afrontar cada situación, pues su experiencia de vida tan dura, te hace pequeño a su lado, pues no te explicas cómo pueden tener esos ánimos después de todo lo que han pasado, cuando uno por algo mucho menos importante se siente fatal, hundido, sin ganas de vivir. Y es que el dicho de que “siempre hay alguien peor que tú” lleva mucha razón, porque cada uno lleva sus problemas en silencio y no anda llorando por los rincones, sino que saca lo mejor que tiene dentro y sigue con su vida, haciendo lo que corresponde en cada momento.
Importante es saber interiorizar y encajar cada situación vivida, especialmente las más duras. No todos podemos encajar las contrariedades a la misma velocidad, pero sí que depende de la rapidez con que la hagamos, pasar página lo antes posible y seguir caminando para evitar que el sufrimiento sea mucho mayor. Aceptar las situaciones y no quedarse en el lamento es parte fundamental en nuestra historia personal para avanzar, hacernos fuertes en la vida, madurar como personas, aprender y sacar lo mejor de cada situación vivida y poder dar buenos consejos a los que nos rodean, desde nuestro testimonio personal. Cada uno lo hacemos a nuestra manera, no hay un patrón ni un método concreto para superar estas situaciones, pero la experiencia de cada uno, si la compartimos puede ayudar a otros. Hay veces que nos infravaloramos tanto que pensamos que nos podemos ayudar a nadie. ¡Qué equivocados estamos! Siempre podemos ayudar, nuestras vivencias son importantes y pueden ser el comienzo de superación para quien menos te lo esperas, y que necesita ese empujón que estaba esperando para ver que es posible, que, si uno ha salido, él por qué no.
Somos conscientes de que humanamente hay situaciones que son imposibles de afrontar, sólo las podemos hacer desde la fe, desde el encuentro con Dios. Él siempre está velando por nosotros y esperando que le abramos el corazón, especialmente en los momentos más difíciles, para darnos lo que necesitamos en cada momento. Lo dice el apóstol San Pablo: «Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Flp 4, 6-7).Dios siempre quiere llenar tu corazón de su amor, para que estés en paz. San Pablo nos dice que nada te preocupe, pues con Dios estás a salvo, no puedes estar mejor con nadie, salvo con Él, que te conoce, sabe lo que necesitas y si tienes el corazón preparado para el encuentro con Él, te dará lo que necesites para que no te hundas y tengas el espíritu, la fuerza, el ánimo y el coraje suficiente para seguir afrontando el día a día con la ayuda del mismo Cristo.
No te canses de pedir a Dios que te de la paz y la fuerza para afrontar cualquier situación de tu vida, pues Dios siempre escucha. Él nunca se cansa, al contrario, quiere que le reces, que le pidas para ayudarte. Jesús ha venido a consolarte, reconfortarte y sanarte para que tu vida esté llena de su amor y esperanza y así lo puedas compartir con los demás. Que la Cruz no sea para ti una carga, que la vida no deje de ilusionarte y de realizarte, por muy cuesta arriba que veas el camino. Cristo quiere convertir lo escabroso en llano, para que seas testigo ante los demás de lo que Él te da; llénate de su amor y fortaleza en la adversidad, y así lo puedas compartir con quien tengas al lado. No te enfades con Él porque las cosas no sean como quieres y deseas, al contrario, mira a tu vida, reconcíliate con ella y confía en Dios que nunca defrauda. Dios siempre cierra una puerta, pero abre una ventana.