En todo momento el Señor Jesús nos dice que estemos a su lado, no quiere que nos separemos de Él, porque desea protegernos de todo peligro y de toda acechanza del mal, que nos haga caer en la tentación. Igual que cada día dormimos para descansar y renovar nuestras fuerzas, también nuestro espíritu necesita de su descanso en el Señor para renovar también las esperanzas y la vida de amor y fe a la que estamos llamados a compartir. Si queremos profundizar en nuestra vida de fe, hemos de estar decididos a buscar en todo momento los caminos del Señor, esto implica romper con nuestros hábitos y costumbres, en los que nos hemos acomodado, y estar decididos a hacer realidad lo que Jesús le dijo a Nicodemo: «En verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3, 3.5). Esta es la llamada que se nos para nacer a una nueva vida espiritual, en la que en la presencia de Dios nos renovamos y fortalecemos para seguir creciendo y profundizando en la fe. Qué importante es mostrarse a los demás con un corazón totalmente limpio para no tratar a los demás condicionados por las opiniones de nadie, y desde nuestra propia libertad ir caminando en la libertad de los hijos de Dios, sintiéndonos llenos y plenos del amor de Dios.
La madurez en la fe no nos viene dada por el tiempo que llevamos siendo creyentes, sino por la forma de vida que hemos ido adquiriendo a lo largo de los años y que nos ha ido comprometiendo cada vez más con el Evangelio. Nuestra vida de fe ha de ser un compromiso con el Señor Jesús, para que cuando se nos pase por la mente ponerle alguna excusa, miremos a la Cruz y veamos el sacrificio tan grande que en su momento hizo por nosotros por amor. El Amor de Dios es infinito, inmenso…y llega siempre a las últimas consecuencias, porque no se achanta ni con nuestra inconstancia ni con nuestra infidelidad. El Dios de la vida nos llama a ser consecuentes con nuestras decisiones y con los pasos de compromiso que vamos adquiriendo. Por eso si queremos nacer de nuevo hemos de caminar con una determinación singular, decididos a seguir las huellas del Maestro.
Como la vida es una continua caja de sorpresas, no podemos despreciar las ayudas que el Señor ha puesto a nuestro alcance. Cambiemos el aire para que así nuestras almas puedan gozar con la presencia del Señor e ir avanzando en este proceso de fe que queremos realizar, implicándonos a ser posible, durante toda la vida. Pues esto es lo que el Señor necesita, jornaleros a tiempo completo, deseosos de seguir avanzando y mejorando cada día, dando la vida por el dueño de la viña.
Dios, en su gran corazón quiere que amemos y nos sintamos amados, y la gran prueba de vida y amor la tenemos cada día, cuando delante de nosotros contemplamos a los hermanos, viviendo una historia de comunión preciosa, que son para nosotros acicate para seguir avanzando. Deja que el Señor siga tocando tu corazón y tú lo puedas compartir con cada uno de los que te rodean.