No estamos solos aunque hay veces en la que es bueno estar solo. Los seres humanos constantemente necesitamos de los demás para poder desarrollar nuestra vida. El ser humano necesita socializarse y ser admitido dentro del grupo para vivir más plenamente y poder crecer y avanzar en su vida. La ayuda de los demás es necesaria para poder avanzar en el aprendizaje, en la madurez y sobre todo en la seguridad que sentimos cuando estamos rodeados de aquellos que son importantes en nuestra vida.
Necesitamos buscar esos momentos de soledad que nos ayudan a encontrarnos con nosotros mismos y poder vaciar nuestro corazón para que Dios entre en Él. Aunque la soledad a veces nos puede llegar a imponer, en la relación con Dios es fundamental, pues para intimar con Él debemos de pasar tiempo que nos ayude a profundizar y conocerle más. Necesitamos de este encuentro para que sintamos la necesidad de Dios. Queremos estar con Dios y eso no puede fallar en nuestra vida. Nuestra relación con Dios es personal y nada ni nadie nos puede sustituir, por mucho que nos veamos iguales ante los demás. Somos iguales pero cada uno tenemos nuestra parte particular que nos diferencia del resto y que también nos hace especiales ante Dios.
Para Dios cada uno somos una particularidad, y por esto nos diferenciamos de los demás. Somos únicos, a pesar de tantas cosas comunes que tenemos. Lo que tenemos diferente al resto son esos dones que Dios nos ha concedido para que dejemos una huella hermosa en el mundo y en el corazón de quienes nos rodean. Si quieres que Dios deje huella en tu vida y en tu corazón, no de dejes nunca de alimentar tu fe, de desear estar con Dios y amarle. Dios siempre nos ama, somos nosotros los que aprender a amar a Dios todos los días y no cansarnos. A veces comprobamos en nuestro entorno que el amor cansa y desgasta a las personas. Aprende a no cansarte de amar a Dios y a no tener miedo a lo que el amor de Dios te exige: compromiso.
Es en la soledad y en el silencio donde tienes que buscar a Dios; así encontrándote con Él serás capaz de amarle y descubrir qué es lo que Dios te está pidiendo. Conocer a Dios y ponerle como piedra angular de tu vida ha de notarse en tus comportamientos, en cómo tratas a los demás, en tu carácter, en la ilusión que tienes por vivir tu fe y entregarte. Son los frutos más inmediatos del encuentro con Dios que puedes dar, y estos frutos pueden ser para tu vida espiritual un acicate que te ayuden a mantenerte fiel cada día en tu búsqueda de Dios y no dejarte llevar por las corrientes del mundo que pretenden alejarte de Él. Ten claro que las tentaciones forman parte del mundo, de la vida.
Deja que el amor sea quien motive todas tus acciones y puedas hablar a todos de lo que hay dentro de tu corazón. «De lo que está lleno el corazón habla la boca» (Mt 12, 34) nos dice Jesús; y es que en nuestro interior siempre hay un sentimiento; en nuestra mente siempre hay un pensamiento. Si quieres medir la temperatura de tu vida y saber de qué está lleno tu corazón reflexiona con detenimiento cuáles son las actitudes, sentimientos y pensamientos que habitan dentro de ti. Tú eres quien mejor los conoce, ponlos en las manos de dios para que Él te ayude a vivir tu fe con autenticidad y sobre todo a no dejar que pase ningún día de tu vida sin dejar huella en quienes te rodean. Vivir con intensidad la vida es entregar lo que llevas dentro por amor y renovar este amor cada día en la presencia del Señor. Ánimo y no dejes de amar nunca.