Todos conocemos personas que son un ejemplo por su manera de afrontar cada momento de su vida, tanto los buenos como los menos buenos. Nunca pierden la positividad y cuando te hablan de cómo se sienten lo hacen desde la realidad, porque son personas que no se engañan y tienen los pies en la tierra. Su manera de ser en ocasiones es envidiable porque nunca pierden la sonrisa en cada momento, incluso en los más difíciles. Las situaciones de la vida las han ido curtiendo y haciendo fuertes; muchas veces hemos podido ser testigos de sus duelos ante la dureza de la vida, vividos en el silencio y en el respeto, pero cercanos en el corazón y en el pensamiento, pues no queremos que nadie a nuestro lado lo pase mal; en otros momentos hemos podido compartir también las alegrías y la felicidad, vividas nuevamente desde la prudencia y el sosiego. Personas así son admirables por su saber estar, por su comprensión ante cada situación de la vida y por su capacidad de aceptar cada momento sabiendo mirar al futuro con esperanza y confiados en que algo bueno les va a traer y su sino va a cambiar.
Si algo admiro en estas personas es la paciencia con la que afrontan su vida, sabiendo esperar, que no siempre es fácil. Otro rasgo es su capacidad de servicio, siempre discreto y a disposición de lo que haga falta, independientemente de si han tenido o no algún puesto de mayor responsabilidad. Se entregan con toda su alma en lo que hacen y sirven con agrado poniendo toda su vida y sus energías en ello. Siempre atentos a los pequeños detalles, que es ahí precisamente donde se ve el amor con el que se hacen las cosas. Son capaces de ver más allá y en ocasiones tienen un gran sentido de la anticipación, pues cuando se pone el corazón en lo que se hace todo fluye de manera natural.
Su sentido de la generosidad es grande, pues nunca busca su propio beneficio, sino que se esfuerza porque los demás estén contentos y se sientan lo más cómodos posibles disfrutando de lo que se hace en cada momento vivido y compartido. Y es que cuando uno es capaz de olvidarse de si y de pensar en el otro sigue los mismos pasos que Cristo, que nos enseña desde la Cruz como expresión máxima de generosidad al dar su vida.
Un ejemplo de la vida cotidiana de Jesús, la generosidad y los pequeños detalles lo tenemos en la multiplicación de los panes y los peces. «Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan por el camino.” (Mt 15, 32-38).Jesús se percata de la necesidad de la gente y toma la iniciativa de querer ayudar y solucionarles el problema con el que se van a encontrar. Se anticipa a sus necesidades, y la disponibilidad de compartir hace que se produzca el milagro. Todos los que comen de los panes y los peces son beneficiarios, pues el amor al prójimo siempre se multiplica en multitud de regalos.
Ten la valentía de ser generoso y detallista confiando siempre en el Señor, y cuando en tu vida veas oscuridad piensa una cosa: “Dios siempre cierra una puerta, pero abre una ventana”. Que esta sea tu seguridad pues te permitirá seguir siendo humilde y sencillo, estando dispuesto a servir, pues tu corazón irá demostrando con el paso del tiempo que tienes mucho para seguir dando con la ayuda del Señor, pues sus caminos son infinitos y cuando te dejas llevar por Él nunca te van a faltar personas a las que servir, amar, acompañar, dedicar tu tiempo, darles lo mejor de ti con esa sonrisa de felicidad en la cara disfrutando y saboreando cada momento. Y aunque alguna vez se te pase por tu mente el pensamiento de que nadie se percata y te agradece, que no te quepa la menor duda de que es Dios quien está pendiente de ti y sabe todo lo que te nace del corazón. A ti que sabes el por qué de esta reflexión, agárrate al Señor con todas tus fuerzas que es el amigo que nunca falla y siempre sabe lo que se hace en tu vida pues para Él eres especial. Ánimo.