Déjame mirarte a los ojos Jesús para conocerte mejor y poder adentrarme un poco más en la profundidad insondable de tu alma y de tu corazón. Donde yo no soy nada y Tú lo eres todo. No sé, Jesús, cómo te has podido fijar en mí y qué has visto para elegirme y confiar en mi persona. Sabes de mis debilidades y miserias, y que no soy digno…, pero gracias por pararte a hablar conmigo y pedirme que te siga.
A veces pienso que no estoy a la altura, pero Tú me miras y me siento seguro.
Algo cambia de repente en mi interior y ya no tengo miedo a lo desconocido ni a los retos que antes me parecían imposibles de realizar. ¡Qué grande eres Señor! Mi alma no puede estar más gozosa en este momento, porque Tú haces que todo tenga sentido y lo pueda vivir con alegría e ilusión. Que no pierda la fuerza de caminar amando y sirviendo: que no pierda la mirada de compasión para reconocerte en el hermano que está necesitado.
Tú, Jesús, quieres que nuestra fe siempre esté avalada por las obras, por lo que hacemos cada día; quieres que construya mi casa sobre roca y no sobre arena, para permanecer firme en mi fe, incluso cuando me envuelven las fuertes tempestades: quieres que allá donde esté hablé de ti y cuente todo lo que haces en mi vida.
¿Por qué cuesta tanto abrir el corazón?
¿Por qué dar tanta fuerza en mi vida al mundo que apaga mi espíritu?
Eres Tú, el único que puede ayudarme a caminar contracorriente, sorteando las piedras de mi camino y teniendo bien clara la dirección que he de seguir, pues tengo pruebas evidentes en mi vida de lo claras que pones las cosas cuando mi corazón está en tu presencia y unido al tuyo.
Que no sea tan torpe, Jesús, de perderte y dejarte escapar de mi lado, para hacer algo que sea menos importante que tu voluntad.
A veces pienso las oportunidades que he dejado escapar de estar mejor.
A veces pienso en los propósitos que he pensado y que se han quedado en bonitas ideas sin llegar a darles vida.
A veces pienso en tantas situaciones donde el compromiso me ha dado vértigo y he preferido dar un paso atrás.
A veces pienso en el tiempo que he perdido en hacer nada, en vez de dedicártelo a ti sabiendo todo lo bueno que me puede aportar.
A veces pienso en que no soy digno ni siquiera de tu presencia, porque mi pobreza es muy grande.
Gracias Jesús porque tu amor me hace sentir especial, único, elegido, irrepetible.
Gracias por todo lo que me regalas cada día.
Gracias Jesús de corazón.