¡Qué importante es para nuestra vida interior ser ordenados y perseverantes! El orden nos ayuda a mantener el equilibrio personal que nos hace ser mucho más diligentes y auténticos en nuestro día a día. Habituados a crearnos hábitos de conducta en nuestra vida de fe tenemos que ser más ordenados y perseverantes para que nuestra relación con el Señor sea cada vez más fluida. Todo es cuestión de práctica, y es así como en la oración empezamos a descubrir su importancia. Al principio a todos nos cuesta ponernos, sacar un momento del día, procurando que sea siempre a la misma hora y en el mismo lugar para establecer así una rutina, un hábito. Cuando comenzamos poniéndonos en la presencia del Señor seguramente la mente se nos vaya a otro lugar; nos cuesta trabajo concentrarnos; parece que Dios no nos habla ni escucha; no sabemos qué hacer ni como rezar porque andamos como perdidos.
Ante estas situaciones no te agobies ni preocupes. Lo importante es perseverar. Hay que pasar por esta etapa donde parece que el tiempo no se aprovecha lo que te gustaría. Sé constante y no desesperes buscando el rostro de Dios y esperando oír su voz, pues al final terminarás encontrándolo y escuchándolo.Has de preparar tu interior para este encuentro y hay muchos ruidos que sacar de él. Abonar el terreno para que la semilla crezca perfectamente lleva su proceso y trabajo. Lo mismo ocurre con tu interior. No se trata de relejar la mente y dominar el pensamiento. El espíritu va por otro lado, necesita que recorras un camino para que la quietud entre en tu vida y desde ahí seas capaz de ponerte en la presencia del Señor, que siempre responde con generosidad a lo que necesitamos en cada momento. Pero no tengas prisas, porque Dios no entiende de tiempo.
Para llegar a la quietud de tu alma necesitas un proceso. No te pongas nervioso; que la impaciencia no pueda contigo ni te agite interiormente. Has de perseverar en este primer paso para obtener el primer fruto de esta acción espiritual. Vas a tener la tentación de abandonar porque no vas a sentir nada; porque el fruto tarda en llegar; incluso llegarás a pensar que no sirves para esto, que no estás preparado. Estas ideas no viene de Dios, vienen del demonio, que lo que quiere es que no estés con el Señor. Persevera y sigue poniéndote en la presencia del Señor que todo esfuerzo tiene su recompensa. «Sed constantes en la oración; que ella os mantenga en vela» (Col 4, 2).
La quietud te va a dar paz, tranquilidad, serenidad y sosiego en tu interior. Es entonces cuando poco a poco irás descubriendo la inmensidad de Dios. Comenzarás a descubrir lo grande que es Dios y todo lo que merece la pena estar con Él. Para conservar la quietud en tu vida de oración es necesario el orden y la perseverancia. Así Dios seguirá tocando tu corazón cada día.
Hay algo importante en lo que dice el apóstol san Pablo que no debes olvidar, y es que la oración te mantenga en vela. No puedes dormirte en dos sentidos: El primero es que no puedes abandonarte, has de realizarla todos los días, debes estar despierto y preparado para el encuentro con el Señor diario, puesto que el día a día nos desgasta y no cansa, no solo físicamente, sino también interiormente. El segundo es que la oración te ha de ayudar a ver todo lo que ocurre a tu alrededor y dar una respuesta generosa desde la fe. Las necesidades de los demás no puedes pasarla por alto y no hacer nada ante ellas. Dios toca tu corazón para que estés despierto y transformes tu ambiente cotidiano desde el Evangelio.
Dios te ha elegido para que sigas haciendo realidad el evangelio. No le defraudes.