PASCUA 7 – Amamos a los demás como hermanos.
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OBJETIVOS
- Dios ha puesto todos los bienes de la tierra al servicio de los hombres.
- Jesús nos ha enseñado a compartir lo que tenemos y a no poner el corazón en las cosas materiales.
- El Espíritu Santo nos da fuerza para decir siempre la verdad.
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DESARROLLO
PRIMER MOMENTO
RUTINA
- Oración en la Iglesia.
SEGUNDO MOMENTO
- REUNIÓN POR GRUPOS: Amamos a los demás como hermanos.
Los mandamientos para amar a los demás
- Leemos los mandamientos de la página 154 y preguntamos: ¿Qué mandamientos se relacionan más con el amor a los demás? (7, 8,10).
- Ponemos gestos al 7, 8, 10 mandamientos para identificarlos. El catequista recuerda el mandamiento y pide que entre todos busquen un gesto para identificarlo. Por ejemplo:
- Séptimo: “No Robar”: gesto de mover dos dedos de una mano como si estuviese cogiendo algo.
- Octavo: “No darás falso testimonio, ni mentiras”: gesto de señalarse los labios de la boca.
- Décimo: “No codiciarás los bienes ajenos”: gesto brazos abiertos hacia delante como teniendo muchas cosas.
- Vivencia y experiencia del 7, 8 y 10 mandamiento en la vida diaria de los niños. Lee el párrafo primero, segundo y tercer y en cada uno intenta que los niños compartan alguna experiencia que hayan vivido en cada uno.
Jesús invita a compartir lo que tenemos
- Lee y comenta el párrafo cinco con esta pregunta: ¿A qué nos invita Jesús?
- Haz una lista de cosas que tienen y que no le hacen falta. Después pregunta: ¿Qué podemos hacer con estas cosas? Comenta el párrafo cuarto insistiendo que la “codicia” es el deseo de tener más de lo que necesita.
- Narra el cuento de la nube avariciosa y después pregunta: La nube: ¿Por qué decidió no dar agua? ¿Qué le paso con el tiempo? ¿Qué nos enseña? Las respuestas nos pueden ayudar a concretar el compromiso semanal y también para la oración posterior.
CUENTO: LA NUEVE AVARICIOSA
Érase una vez una nube que vivía sobre un país muy bello. Un día, vio pasar otra nube mucho más grande y sintió tanta envidia, que decidió que para ser más grande nunca más daría su agua a nadie, y nunca más llovería. Efectivamente, la nube fue creciendo, al tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las personas, después los animales, y finalmente las plantas, hasta que aquel país se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño, sin poder hacer nada para evitarlo.
La nube comprendió entonces su error, y que su avaricia y egoísmo serían la causa de su desaparición, pero justo antes de evaporarse, cuando sólo quedaba de ella un suspiro de algodón, apareció una suave brisa. La nube era tan pequeña y pesaba tan poco, que el viento la llevó consigo mucho tiempo hasta llegar a un país lejano, precioso, donde volvió a recuperar su tamaño.
Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta, pero dejaba lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se convirtió en el más verde, más bonito y con más arcoíris del mundo.
PADRE NUESTRO