El perdón nos libera y nos da mucha paz interior, nos descarga del malestar que tenemos dentro y aumenta nuestra capacidad de amar. Siempre es más fácil decir la teoría que ponerla en práctica, y con el perdón suele pasar. Perdonar implica llegar a despegarse de las vivencias pasadas que nos han hecho sentir mal y causado daño. Cuando perdonamos nos liberamos a nosotros mismos, echamos fuera de nuestra vida el dolor y el resentimiento que podamos tener y que a veces supone una sobrecarga en nuestras espaldas. Es muy importante para llegar a perdonar de verdad aceptar lo que hemos vivido y que nos ha causado sufrimiento, dolor y decepción, porque el cruce de acusaciones, tanto las que nos hacen como las que realizamos resuenan en nuestra mente constantemente. Por esto es necesario hacer una reflexión seria y consciente sobre lo que tenemos que perdonar a los demás y también a nosotros mismos.
Cuando somos capaces de perdonar las ofensas a los demás estamos abriendo una puerta importante en nuestro interior, porque renovamos nuestra vida totalmente, empezando por los pensamientos, los sentimientos y la paz interior que somos capaces de reencontrar. El optimismo se hace más presente y fuerte en nuestra vida y caminamos con otro ánimo y deseo. Las relaciones personales se viven de otra manera, porque vuelves a recuperar la confianza y el deseo de compartir todo lo que vives, pues el resentimiento nos atenaza y nos vuelve más desconfiados, incapaces de compartir lo que guardamos en nuestro interior. Quien es capaz de perdonar de corazón, tiene muchísima más facilidad para practicar la caridad con los hermanos, teniendo muchísima mayor disponibilidad para servir y entregarse.
Dice Jesús en el evangelio: «Si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6, 14-15).Nuestros pecados y el rencor que podemos albergar en nuestro interior a nuestros hermanos debilitan nuestra relación con el Señor. Para hacernos fuertes hemos de dar el paso de perdonar. Somos nosotros los que tenemos que tener la iniciativa de perdonar a quien nos ha ofendido, para que la Gracia de Dios pueda actuar en nosotros. No dejes que el rencor anide en tu corazón, para que así puedas erradicar el orgullo de tu interior y seas dócil a todo lo que el Señor quiere decirte. Estamos en Cuaresma y es tiempo de conversión, tiempo de perdonar (per-donare = regalar toda la deuda que se te debe). Perdonar es un regalo, una supresión de la deuda. Por eso Jesús nos invita a borrar todas las deudas que tengan los demás con nosotros y perdonemos de corazón a nuestros hermanos.
No dejes que el rencor ni el orgullo hagan mella en tu corazón. Cuando se hacen fuertes van endureciéndolo y van creando en ti el deseo de venganza, de cobrarte esa deuda que han adquirido contigo al ofenderte. Jesús nos enseña el camino de la liberación. Pídele que te ayude y que puedas purificarte, porque necesitas sacar todos los resentimientos y resquemores que puedas tener dentro de ti. Porque “si no perdonas, tampoco Dios te perdonará”. Dios es misericordioso, y si quieres recibir su perdón has de liberarte de todo lo que puedas tener pendiente con los demás. Entonces tu corazón volverá a ese corazón de carne, lleno de amor, capaz de volver a amar sin ningún tipo de límite ni barrera. Así la bondad entrará de nuevo en tu corazón y podrás dar lo mejor que hay en ti.
Todos necesitamos el perdón y es el primer paso para reencontrar el buen camino que te llevará a vivir en paz y dar verdaderos frutos de fe.