Amar al prójimo hasta las últimas consecuencias a veces es complicado. Jesucristo ha puesto los listones bien altos para que te exijas y no te dejes llevar por lo más cómodo o lo que menos te complica la vida. Amar al enemigo y rezar por los que te odian (cf Mt 5, 44) es ser sal y luz del mundo, porque éste nos dice justo lo contrario. No caigas en esta tentación fácil de rechazar, desentenderte o incluso odiar. Jesús sabe que con su ayuda serás capaz de conseguirlo, podrás vivir el perdón en sus principales dimensiones. Es cierto que perdonar no es fácil, y lo que te nace es rechazarla directamente. Parece como si hubiera personas que les sale por sí solas hacer daño a los demás y aprovecharse de sus situaciones para quedar por encima de los demás a cualquier precio, que van sembrando el miedo y el temor allá donde estén. El demonio se sirve de situaciones como estas para minar tu propia capacidad de amar. Siempre debe estar en tu vida el amor por encima del rencor y del rechazo. Pero es ahí donde tienes que dejar trabajar al Señor Jesús, para que Él te ayude a dar sentido a todo en tu vida.
Hay veces que el prójimo te rompe tus planes o simplemente los retrasa. Ocurre en la parábola del buen samaritano al que la persona que estaba apaleada al borde del camino le conmueve y le atiende. Que no te importe tener que pararte en tu camino para atender a los demás, aunque esto suponga tener que hacer tus cosas en otro momento. Es cierto que a ninguno nos gusta que nos cambien nuestros planes, pero el Señor actúa de este modo y cuando menos te lo esperas. Dios siempre sorprende y no podemos controlar la manera en la que se te va a manifestar durante tu vida. Por esto nos dice Jesús que el Espíritu de Dios es como el viento, que no sabemos a dónde va ni de dónde viene (cf. Jn 3, 8), solamente lo sentimos y lo percibimos. Déjate llevar por el Señor, que nunca va a poner cosas que te perjudiquen en tu camino. Él no se equivoca, aunque las circunstancias que se te presenten no sean las que más te agraden. Pero con el Señor hemos de estar dispuestos a todos. Ten en cuenta que el otro siempre merece la pena; todas las personas tenemos buen corazón y buenos sentimientos, aunque te cueste ver con dificultad las cosas buenas de tu enemigo. El Señor Jesús murió por todos y nunca clasificó a las personas. Rechazó a las que buscan el poder y el reconocimiento por encima de todo, como cuando reprendió a los discípulos cuando discutían quien era el más importante entre ellos y cuando decía a los fariseos que eran sepulcros blanqueados porque buscaban solo figurar y estar en los primeros puestos, teniendo su corazón endurecido y de piedra.
Es cierto que cuesta trabajo amar a los demás igual que a uno mismo, de ahí que en la parábola del buen samaritano, dos personas prepararas y conocedoras de la ley de Dios, el sacerdote y el levita pasan de largo ante una necesidad humana. Algo que debemos tener claro todos los creyentes es la responsabilidad que tenemos con respecto al testimonio que hemos de dar a los demás por ser discípulos de Jesús y participar en la vida de la Iglesia viviendo y practicando la fe. Hemos de tener humildad y estar siempre dispuestos a servir. No dejes de hacer cosas porque los demás a tu alrededor no lo hacen. No te quemes con las situaciones injustas, por muy duras que te resulten, porque entonces dejarás de ser tú mismo y estarás dando paso a la tentación de la impotencia, que se apodera de ti y hace que te rebeles, abandonándolo todo. El sacerdote y el levita no son ejemplo al no querer complicarse ni preocuparse por el hermano. Sé buen samaritano, llena tu vida de amor y lucha por transformar tu entorno desde tu compromiso y entrega personal, revestida con toda tu ternura. Porque así es como serás feliz y te sentirás mucho más pleno y realizado. Son oportunidades que el Señor te pone para que crezcas espiritualmente y saques lo mejor de ti, incluso ante las mayores dificultades e injusticias que te toquen vivir. Aquí la víctima es el pobre apaleado en el camino, y si te sientes así, déjate ayudar por los samaritanos que tienes a tu alrededor, que siempre te sorprenderán, te ayudarán y te alegrarán. ¿Quién es tu samaritano?