Hay momentos en los que nos cuesta mucho asumir nuestras propias limitaciones, ser capaces de reconocer que estamos llegando al límite, que no podemos más por mucho que nos empeñemos. Se necesita mucha honestidad con uno mismo y sobre todo humildad a raudales para reconocer ante los demás que no puedes más. Con lo importante que es para el hombre de hoy la imagen ante los demás, humillarse y reconocer los propios fallos y errores está al alcance de muy pocos. Es necesario ser muy sincero y tener la valentía de ver tu vida no como un fracaso, sino como la llegada al punto en el que no puedes dar más de sí y que el final de una etapa o de la vida está llegando. Hay que ser conscientes de que tarde o temprano nos puede llegar este momento que no deseamos, pero que queramos o no hemos de afrontar, porque bien sabemos que en la vida nos tendremos que enfrentar con nuestras propias limitaciones y con la fragilidad de nuestra condición humana, sabiendo que somos seres finitos, frágiles y delicados.
Seguramente no me leerás, porque es posible que no volvamos a saber el uno del otro, pero a ti que estás en este momento de tu vida tan importante, te escribo estas palabras, para que seas valiente y no decaigas. Es verdad que la desazón y la impotencia te pueden jugar malas pesadas, pero ten en cuenta que por mucho que quieras no vas a encontrar nunca la soledad, pues hay muchas personas que están a tu lado y están viendo lo valiente que eres y cómo estás afrontando estos momentos de tu vida. Estás siendo luz en tu entorno, pues estás dando un testimonio de cómo afrontar los momentos de fragilidad, debilidad y limitaciones del ser humano. Dios te sigue pidiendo cada día que seas signo en medio de este mundo, para compartir tu fe y mostrar a todos cómo hay que confiar en Él. Es el mejor regalo que vas a poder dejar a todos: descubrir cómo con fe se puede afrontar el sufrimiento y el dolor, alimentándote en la Eucaristía. He podido compartir contigo un momento de charla, y he visto la madurez y la valentía con la que estás dando sentido a estos momentos tan duros de tu vida. No te rindas y sigue adelante como hasta ahora. Sé que estaremos unidos en la oración y que seguramente nos veremos en el cielo cuando el Señor así lo tenga dispuesto. Por eso me nace esta oración: «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (Sal 27, 14).
Jesús ha venido para mostrarnos el camino y que confiemos en el Señor. Por mucho que culpemos a Dios hemos de tener claro que Él no juega con nosotros, porque no nos va a mandar ningún mal para que luego nos tiremos mucho tiempo rezándole para que nos lo quite. Dios no es así. Otra cosa bien distinta es entrar en esa dinámica de esperar en el Señor, para ello nos dice el apóstol Pablo, que hemos de ser valientes y tener ánimo, pues nos ayudará a encontrarnos con Cristo y reafirmar nuestra fe: «Nos hemos sentido animados por nuestra fe en medio de nuestros aprietos y luchas» (1 Tes 3, 7).
Para esto tienes la fe, para ayudarte en estos momentos de lucha interior, para que puedas descubrir que Cristo no te abandona, siempre está a tu lado. Déjale que entre en tu vida y te diga cuánto te ama. Ya sabes que Dios todo lo hace con Sabiduría, aunque a veces cueste mucho trabajo asumirlo y ver lo con claridad. Que Él te ayude a seguir orando y confiando para que entres en esa aceptación de tu propia realidad y así afrontar lo inevitable que sabes que está llegando. Sabes que la vida es así y que nuestra vida es limitada. Que Dios te ayude y te ilumine. Rezo por ti para que sientas cercano el calor que Dios quiere dar a tu alma.