Somos pecadores, imperfectos y estamos llenos de debilidades. Para Dios no es una sorpresa, Él cuenta con ello, sabe como eres y es paciente con tus ritmos, con tus cambios. No tiene prisa ni se inquieta. Te mira con cariño y ternura esperando que le dejes hacer en tu vida. Dios no busca personas autosuficientes, sino más bien a aquellos que están dispuestos a abrir su corazón. ¿Lo estás? Porque el punto de partida de la vida cristiana no está en ser dignos, sino más bien lo contrario. En los evangelios vemos cómo los que se creían buenos y religiosos, rechazaban a Jesús y no pudo hacer nada con ellos. Cuando el Señor hablaba, ellos se escandalizaban y le juzgaban. Es importante tener un corazón humilde y sencillo, así es como Dios actúa con quien se reconoce necesitado. A Él no le atrae tu capacidad, tus dones…; Dios nos ama tal y como somos y quiere que seas transparente. Sé humilde hasta el final, porque la santidad no se alcanza enalteciéndose, sino abajándose, confiando tus pobrezas y debilidades a la misericordia del Padre Bueno, para que así el perdón se haga cada día más fuerte en tu vida.
Estás llamado a ser testigo del perdón. Descubre cada día la misericordia del Señor en tus caídas, porque así encontrarás la paz y el gozo de sentirte amado por Él. Dios sabe de tus desastres, de las veces que metes la pata, que caminas lejos y distante de Él. Hay veces que el sentimiento de culpa se hace pesado en tu vida y parece, incluso, hasta una carga insoportable, muy difícil de llevar. Para esto está la misericordia de Dios, para liberarte de este peso, para que puedas caminar más descargado, sin lastres ni grandes fardos pesados sobre tus hombros. A pesar de tus fallos humanos, de tus propias fragilidades estás llamado a vivir la experiencia del gran amor que Jesús te tiene; un amor mucho más grande que tus propios fracasos. Fracasos que son aparentes y que el Señor puede llegar a transformar en fortalezas, porque así te quiere, lleno de vida y de esperanza, para que sigas siendo testigo suyo y puedas comenzar de nuevo, renaciendo a la verdad, encontrándote de nuevo contigo mismo y avanzando, con la ayuda del Señor, con paso firme. No mires al pasado, a lo que fue…, «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el Reino de Dios» (Lc 9, 62). Mira al futuro, a lo que está por venir y puedes hacer en el nombre del Señor. La grandeza del perdón está en comenzar de nuevo, llenando tu vida de ilusión y grandes proyectos que podrás llevar a cabo con la ayuda del Señor. ¿No te ilusiona? ¿No es para ti motivo de gozo y alegría?
Conviértete en su principal testigo, signo de que estás viviendo con autenticidad tu fe. Jesús no es pasado, sino presente y futuro. No te limites a conocer la vida de Jesús y todo lo que dijo y realizó. Lo más grande y hermoso está en que vivas tu propia historia de amor con Él. Cristo es el secreto de la vida y en Él lo encontrarás todo. No es noticia de portada que al día siguiente desaparece. Es la Buena Noticia que llena de sentido cada día de tu vida, que hace que sea un continuo encuentro con Dios, donde te dejas sorprender por todo lo que vives y eres capaz de admirarte por cada pequeño o gran acontecimiento. Vivir en esta continua sorpresa es una bendición, porque te sumerge dentro del proyecto de amor de Jesús, haciéndole presente en todo momento y reconociéndole a tu lado con cada encuentro que tienes con el hermano. No te quedes con la noticia, sino sé testigo y anunciador de la Buena Nueva que es el Evangelio. Entonces dejarás de pensar en ti mismo y te entregarás completamente, con un amor sin límites. ¿Estás poniendo límites al amor de Dios en tu vida?
El amor de Dios es incondicional. Que tu amor hacia Él también lo sea. La manera de conseguirlo es a través de la oración personal, donde la relación íntima con Cristo se hace más profunda y auténtica. Así todo cobra sentido y las dudas y oscuridades se disipan, no por tus méritos sino por la Gracia de Dios que es mucho más poderosa que tus propias fuerzas. No te prives del perdón del Señor por mucho tiempo. Confiésate con frecuencia para que así puedas vivir más pura y profundamente el Amor de Dios en tu vida, poniéndolo en práctica siguiendo los pasos de Jesús y dando la vida cada día.