Estoy convencido de que Dios nunca falla. Así lo he experimentado en mi vida y lo creo realmente. Aunque viva tiempos difíciles o inciertos he sentido cómo la fe me ha mantenido firme y me ha dado esperanza para no desfallecer. Esa sensación de que todo se tambalea y que el mundo se cae bajo tus pies no me la ha quitado nadie, pero tengo que decir que el Señor me ha ayudado y sostenido en esos momentos porque siempre he confiado en Él. En la vida de fe no vale decir que porque creo en Jesús ya tengo la vida resuelta, porque seguir peregrinando en este valle de lágrimas significa tener que superar dificultades, retos, sufrimientos, situaciones que no quiero vivir y de las que quiero mantenerme lejos… Pero está claro que mi fe tiene que ser probada para ver si está o no cimentada sobre la roca que es Jesucristo, y eso anima a seguir confiando en el Señor.
Siempre me digo que tengo que rezar más y que tengo que pasar más tiempo con el Señor. Nunca es suficiente en la vida espiritual. Por eso cada día es bueno hacer el acto de abandono para poner mi vida en las manos de Dios y dejar que sea Él quien me ayude a llevar mis cruces y mis agobios cotidianos; es bueno pararme a escuchar su voz y poder sentir de una manera íntima su abrazo lleno de amor y consuelo. Esto me hace ser consciente de que tengo que cuidar mi vida espiritual, mucho más cuando el camino se hace más cuesta arriba, para que nada apague mi visión espiritual de Dios y así fortalecer la confianza ciega que quiero seguir teniendo en el Señor.
Dice el autor de la carta a los Hebreos: «La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón (Heb 4, 12). ¡Qué importante es interiorizar la palabra! Deja que sea luz en tu camino y que sobre todo te de seguridad cuando más fuertes son tus temores, miedos e inseguridades. Dios siempre está actuando y nunca se olvida de sus hijos, nos tiene siempre presentes. Echa una mirada atrás para constatar cómo Dios ha intervenido en tu vida y en la de las personas que te rodean. ¿Cómo se va a olvidar de ti y te va a abandonar? Eso no ocurrirá nunca, porque Dios nunca se desentiende de sus hijos y nos deja escapar de su mano, Él no es irresponsable ni olvidadizo, al contrario, siempre se ocupa de cada uno. Que este pensamiento te ayude a seguir confiando en Él, porque vas a ganar mucho más que perder. Quiere seguir llenando tu vida de fe y de su amor, para que así no se apague la llama de tu corazón. Si eres capaz de mantenerte fiel y firme en la fe verás con qué facilidad harás frente a las pruebas cotidianas de la vida. Porque te va a llenar de confianza, seguridad, serenidad y paz; y esto te permitirá afrontar cada momento desde la certeza de que está a tu lado y es Él quien lucha por ti.
Por eso cuando recuerdes las acciones de Dios en tu vida serás consciente de cómo te ha ido fortaleciendo y bendiciendo a lo largo de tu camino. Cómo has escuchado su Voz y su Palabra y cómo el Espíritu ha ido actuando en ti. Y así tu confianza se ha ido haciendo más fuerte en el Señor, día a día, paso a paso, momento a momento, sufrimiento a sufrimiento. Ten en cuenta que confiar en el Señor significa esperar que el te siga dirigiendo y marcando la dirección en tu camino. Eres su hijo, le importas y te ama.
Ayúdame Señor a no darte la espalda, a sentir tu presencia y tu cuidado.
Dame fuerzas para no desfallecer y para buscar tu rostro cada día y conocerte mejor.
Que sepa confiar plenamente en ti para no dudar nunca.
Quiero mantenerme firme en mi fe, por eso, ayúdame a serte fiel siempre.