Nunca renuncies a ser tu mismo a pesar de las dificultades con las que te encuentres en el camino. Lo más fácil es sucumbir a la tentación de actuar siendo justo lo contrario de lo que tú eres, motivado por la impotencia o la ira que pueden surgirte cuando piensas en lo que te ha ocurrido y en los perjuicios que te provocan. Actuar movidos por este sentimiento de rechazo y de ira es una reacción humana normal. Las dudas constantemente te invaden, tu mente piensa a velocidad terminal imaginándote las situaciones más tremendas (ya lo decía santa Teresa de Jesús: “La cabeza es la loca de la casa”), quieres actuar de la forma más rápida posible para encontrar soluciones cuanto antes, hablas con personas y escuchas multitud de opiniones.
Conforme va pasando el tiempo: las horas, los días… empiezas a ver la situación de una manera distinta. Siempre se ha dicho que no es bueno tomar decisiones en caliente, y necesitas sobre todo escuchar las palabras oportunas que en un momento así te den paz, tranquilidad, buenos consejos y sobre todo te escuchen y se pongan en tu piel para saber cómo te sientes. Son importantes estas personas en nuestras vidas que nos ayudan a afrontar las situaciones y a mirar nuestra historia personal con una mirada distinta a la que el mundo nos ofrece, vivida sólo desde el sentimiento y la reacción humana. Procura aprender y madurar con lo que te toca vivir, y, sobre todo, construye unos buenos cimientos a tu fe para poder afrontar estas situaciones difíciles, que es precisamente donde tienes la oportunidad de sacar lo mejor de ti y de dejarte ayudar por quienes te quieren desde el amor de Dios y buscan siempre lo mejor para ti, aunque haya momentos en los que las palabras de fe no te digan nada o pienses que no son precisas en ese momento.
Ten en cuenta que Dios siempre te habla a través de cada acontecimiento. Dios nos ayuda a forjar nuestra propia vida aunque nosotros nos apartemos de Él y vivamos al margen de toda vida cristiana. Dice Jesús en el Evangelio: «Plantad un árbol bueno y el fruto será bueno; plantad un árbol malo y el fruto será malo; porque el árbol se conoce por su fruto. Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenos si sois malos? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno saca del caudal bueno cosas buenas, pero el hombre malo saca del caudal cosas malas» (Mt 12, 33-35). Por esto no dejes que en tu corazón entre la maldad, la venganza o la ira por las situaciones dolorosas que te tocan vivir. Que tu vida siempre dé frutos buenos, especialmente en la adversidad, y que tu boca hable siempre de todo lo bueno que tiene tu corazón. Porque es así como serás testimonio para los hermanos y como serás capaz de medir la temperatura de amor que tiene tu corazón, que siempre tiene que ser alta. Porque un corazón que no ama es un corazón vacío, que no tiene nada que ofrecer a los demás y que siempre estará inconforme con lo que le toca vivir, pues no será nunca de aceptar desde la fe lo que la vida trae. Sólo buscará llenarse de lo que el mundo ofrece, pues aparentemente te sacia, pero no te quita la sed.
Es importante que Dios te apague la sed y te ayude a ser buen caudal de amor para llenar de vida los corazones de los demás, incluso ante la dificultad y el sufrimiento. Así hablarás y actuarás en el nombre de Cristo, y comenzarás a ver tu vida clara y a mantener la calma y la serenidad, en vez de convertir ese mal momento en desesperación, angustia, agobio o preocupación. No atesores lo que hace daño a tu corazón, a tu fe, a tu alma, eso te sumergirá en la infelicidad y la angustia. Procura que el Señor sea tu inspiración para que tus palabras construyan y edifiquen desde el amor, la sabiduría y la paz. Así crecerás y no renunciarás nunca a ser tu mismo a pesar de las dificultades.