A menudo solemos decir a los demás que cuenten con nosotros para lo que necesiten y que estamos a su disposición en cualquier momento. Cuando lo decimos es de verdad, de corazón, y lo hacemos convencidos de que nos queremos entregar en la empresa que nos piden.
Si algo tiene la disponibilidad es la falta de apego a lo que haces. Te sientes comprometido, pero no atado, porque entiendes que tus cosas son importantes pero el reto que se te presenta por delante es mayor que tus propios planes. Cierto es que la vida nos sorprende, tanto para bien como para mal, pero quien no arriesga no gana, y en esta vida nos gusta ir demasiado seguros a las cosas, porque aventurarnos y ver que nuestro mundo personal se desestabiliza, no nos gusta y nos genera una gran inestabilidad.
El no sentirte apegado a tus propios planes y estar dispuesto a aceptar lo que los demás te piden, incluso comprometiendo tu vida hasta sin saber lo que te traerá lo que te proponen, es un don, un regalo que Dios hace, porque entiendes que tu misión te trasciende, no está solo para ti, sino al servicio de los demás. Hay en esto un sentido bastante altruista de tu vida y de tu misión que te hace valorar más el bien común, por encima de tus logros personales.
Una de las consecuencias que tiene la disponibilidad y el fiarse de lo que Dios, a través de los demás, te propone es que recibes mucho más de lo que das y aunque no entiendes el por qué suceden las cosas o qué es lo que Dios te tiene preparado, seguro que es algo mayor de lo que pensabas, porque el Señor nunca falla. Siempre da el ciento por uno cuando te pones en sus manos y te dejas llevar.
Caminar en libertad es dejarse llevar. Saber volar y extender las alas para que la corriente del Espíritu te lleve donde quiera; y no seas tú quien controle tu vida, sino que es Dios quien te lleva por donde Él quiere. Esta es la verdadera disponibilidad, estar abierto a la voluntad de Dios en tu vida y entender cuándo Él te está hablando y te está pidiendo algo. Para llegar a este punto hace falta estar en sintonía con Dios y pasar mucho tiempo, algo de lo que siempre nos quejamos que nos falta, con Él. No se puede interiorizar en el tiempo que disponemos todo lo que Dios nos dice a través de la vida y de su Palabra. Dios necesita más tiempo del que tenemos y si estamos decididos a hacer su voluntad no podemos estar mirando el reloj para ver cuánto nos queda.
Un ejemplo lo tenemos en la llamada del apóstol Mateo: «Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió» (Mt 9, 9-10). Mateo no estaba preparado para el encuentro con Jesús, él estaba enfrascado en su vida, en su mundo. Y Jesús pasó de repente, sin esperarlo; y al escuchar la llamada que le hizo se sintió cautivado, se levantó y lo siguió dejando atrás todo lo que había hecho en su vida, junto con sus riquezas. La llamada de Jesús fue de improvisto.
Así es como pasa Jesús por tu vida; su llamada es de improviso porque Él te está hablando a través de cada acontecimiento, de cada persona, de cada situación que vives y en la que te encuentras. Y tienes que estar dispuesto a dejarte llevar por el soplo del Espíritu para hacer lo correcto y sobre todo para tener esa actitud de disponibilidad de no pensar en ti, en tus problemas y en tu vida, sino en los demás. La sociedad siempre te va a invitar a mirar por tu interés; Jesús siempre te va a decir que mires por los demás antes que por ti. Y no hay mucho tiempo para decidir porque las situaciones pasan a menudo en tu entorno y tienes que dar una respuesta inmediata: o te comprometes o te cruzas de brazos esperando que sea otro quien actúe. El apóstol Mateo lo tuvo claro ante la llamada de Jesús. Arriesgó y encontró el verdadero sentido de su felicidad, que no estaba en su zona de confort, sino en la aparente inseguridad que le ofrecía la llamada de Jesús, que se vio transformada en la mayor de las felicidades, porque cuando haces las cosas en el nombre del Señor encuentras el sentido de tu vida y te sientes totalmente realizado. Así lo creo y así lo comparto.