Sabemos por experiencia que el miedo nos paraliza, nos deja sin poder reaccionar ni tomar decisiones. Hay veces que nos hace sufrir demasiado, porque nos genera una gran angustia vital, que hace que nuestra parálisis sea un gigante difícil de sortear. Llegar a descubrir el origen de ese miedo supone, en gran medida, tener que volver a recuerdos y experiencias pasadas, algunas demasiado duras que han dejado honda huella en nuestro interior. Son muchas las circunstancias, contextos, actitudes colaterales… que vivimos a lo largo de nuestra vida y que o bien nos hacen crecer, o bien nos hacen retroceder en nuestra experiencia vital y en nuestras seguridades personales. ¡Qué importante es saber madurar! Afrontar los retos con responsabilidad y crecerse ante las dificultades son dos actitudes importantísimas que nos permitirán avanzar con firmeza en nuestra vida. No nos podemos achantar ni acobardar ante los retos y situaciones que se nos presentan. Hay veces que resulta difícil, que nos vemos superados, paralizados, pero no debemos prolongar en el tiempo estas situaciones.
Podemos decir que el temor es una actitud y una decisión que tomamos y que frenan nuestro caminar. La seguridad combate al miedo, y aquella la adquirimos a través de la oración. Nos ayuda a rechazar la fuerte tentación del miedo que nos inmoviliza y sobre todo a no dejar que el demonio nos quite la paz, nos agite interiormente y nos aparte de la presencia de Dios. Inspírate en la Palabra de Dios para encontrar la respuesta a los temores que te acechen. Que la Palabra sea tu mejor inspiración para que todo tenga sentido y camines con determinación en tu vida. La oración te ayudará a dejar de ponerle excusas al Señor, a no refugiarte en ellas y así poder tener confianza en ti mismo y ahuyentar al temor de tu vida. Cuando dejas de rezar, comienzas a dar los primeros pasos para alejarte de Dios y empiezas a mostrar tus puntos débiles, tus propias vulnerabilidades, que el demonio aprovecha para seducirte y aplacar tu conciencia dejando de pensar en Dios y en tu vida de ascesis y de esfuerzo, para dar paso a lo cómodo, a las seducciones del mundo que inmediatamente son más placenteras y apetecibles. Si a tu cuerpo le preguntas entre el placer y el sacrificio la respuesta es más que clara y evidente. Si a tu fe le preguntas entre ambas cosas seguro que pensarás en lo que dijo Jesús: «Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos» (Mt 7, 13-14). El camino para entrar en la vida eterna es sólo uno, y pasa por aceptar la propia cruz y seguir las huellas de Cristo que es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6), no hay rutas alternativas que nos vengan mejor, y por supuesto, ten claro que porque Dios sea bueno e infinitamente misericordioso, no va a amoldar su Palabra a tu estilo de vida; más bien somos nosotros los que tenemos que amoldarnos a la Palabra de Dios y purificarnos dejándonos moldear por Él para que nos quite todas las impurezas y vicios que tenemos en nuestra vida.
Que la fe te ayude a confiar plenamente en el Señor para que así superes todos tus miedos y temores. Dios no condena a nadie por tener miedo, por ejemplo, a Pedro no le condenó cuando le pidió caminar sobre las aguas y se hundió al sentir el viento se cura; le dijo que porqué dudaba y tenía tan poca fe (cf Mt 14, 22-33). Enriquece tu fe día a día, no abandones el entrenamiento diario con Dios en tu oración personal y pon en práctica el Evangelio con tu propia vida. Así serás obediente a todo lo que Dios te dice y serás más fuerte ante las tentaciones. Superarás tus miedos y temores con fe, porque no eres todopoderoso como Dios, ni tampoco perfecto como Él. El gran error del hombre es creerse dios y pretender cambiarse por Él, esto es imposible. Sin Dios no eres nada. Confía en Él y no tengas miedo.