Son muchas las tentaciones que tenemos, en manera de pensamientos, las que nos asaltan en el día a día. Se nos pasan cosas increíbles por la cabeza, que distan mucho de lo que somos. Sufrir una tentación y rechazarla no es pecado. Consentir y realizarla sí. Ten la fe y la fortaleza necesarias para que puedas mantenerte firme y ser fiel al Señor. Jesús se enfrentó al diablo que le ofreció de comer ante el hambre, poder y gloria si le adoraba y demostrar si era el Hijo de Dios lanzándose al vacío para que Dios mandase ángeles a recogerle (cf Lc 4, 1-3). Reconocer a Dios en nuestra vida y sobre todo su poder, a veces nos cuesta trabajo, porque nos resistimos a que Él nos guíe y nos muestre su voluntad. Es mucho mejor hacer lo que creemos y deseamos antes que someternos a la voluntad de Dios, que muchas veces dista de nuestra realidad y apetencias bastante. Es en la mente, en nuestro pensamiento donde comienzan a asaltarnos y donde más atentos tenemos que estar para no dejar que entren, y si lo hacen, saber rechazarlas.
Has de cuidar tu vida espiritual, mucho más en estos tiempos que estamos viviendo, porque en el mundo en el que vivimos los frutos de la carne cada vez son más venerados. Así es como más cancha damos al demonio en nuestra vida, porque siempre encuentra las puertas abiertas en nuestro interior para entrar y acampar a sus anchas, sin ningún tipo de resistencia. Lo que nos hace resistentes a sus tentaciones es nuestra vida de ascesis, de renuncia, de sacrificio, generalmente olvidada y escondida en su totalidad, para no tener que esforzarnos en nada personal y así dejarnos llevar por la indiferencia que nos hace vivir más cómodos y sumergidos en las seducciones del mundo. Así es como empieza a debilitarse nuestra fe y las dudas se hacen fuertes en nuestros pensamientos. Y lo peor que nos pasa es que los pensamientos se transforman en anhelos del corazón, en deseos fuertes y profundos que quieren hacerse realidad a toda consta, a veces movidos por el instinto, otras movidos por la búsqueda de esa complacencia que nos hace sentir aparentemente mejor.
Es importante tener hábitos espirituales que te ayuden a mantenerte fuerte ante las tentaciones. Al principio cuesta mucho trabajo crearlos, vivirlos y mantenerlos. Pero es un esfuerzo que merece la pena porque te ayudarán a mantenerte firme al lado del Señor. El tentador va a intentar ponerte por todos los medios, delante de ti las situaciones más atractivas que te llevan a la oscuridad, con el único deseo de que peques, para que entres a formar parte del club de los pecadores, de aquellos que han sido capaces de caer en sus redes. No te dejes llevar, estate despierto, porque la tentación no es pecado, y puedes resistirte dejando paso a Dios en tu vida, estando lleno de la Gracia que nos mantiene unidos a Él, para que su Amor se haga fuerte en ti, lo vivas con intensidad y llegues a comprender que no quieres perderlo por nada del mundo. Ese amor te tiene que llevar a mirar a Jesús Crucificado que ha muerto para salvarte de tus pecados, y que en tu corazón se ha de convertir en recíproco, porque el amor ha de ser devuelto, has de llegar, desde la Gracia, a amar a Dios y no querer ofenderle nunca.
Así podremos hacer realidad la exhortación del apóstol san Pablo: «Liberados del pecado y hechos esclavos de Dios, dais frutos para la santidad que conducen a la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mientras que el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom 6, 22-23). Lo que nos hace fuertes ante el demonio es el amor de Dios, no dejes que nadie te lo quite ni lo haga más pequeño en tu vida. Que tu encuentro diario con la Palabra de Dios sea una ayuda para renovar ese amor, pero sobre todo para tener en un lugar intocable en tu corazón el amor que Dios te tiene y que quiere seguir renovando y acrecentando cada día. Sé fuerte ante las tentaciones, para que Dios siga siendo en centro de tu vida.