Hay veces que no entendemos por qué Dios nos manda las cosas y qué es lo que nos está pidiendo y diciendo. Nos cuesta trabajo atender a lo que Dios nos dice, porque los planes de Dios muchas veces no se corresponden con los nuestros, o no se adaptan a nuestras necesidades. A veces da la sensación que Dios se tiene que acomodar a nuestros propios planes, para que así seamos felices, como a nosotros nos conviene y queremos. Si algo tengo claro es que Dios bien sabe lo que se hace y nunca actúa en perjuicio de ninguno, más bien todo lo contrario, siempre quiere lo mejor para cada uno de sus hijos, y esos hijos somos cada uno. Deja que el Señor entre en tu corazón y no te dejes llevar por la impaciencia, el enfado, la desesperanza, el desencanto…, porque Dios todo lo que hace es bueno. Que estas contrariedades de tu vida, sirvan para que te acerques más al Señor, para que reces más, te confieses más, comulgues más a menudo.
abandono
El deseo de Dios
A menudo experimentados el deseo, esperando que se cumplan los anhelos que tenemos en nuestro corazón y aquellas aspiraciones más profundas que tenemos en nuestra vida. Siempre queremos lo mejor para nosotros y para los que nos rodean, pues queremos que la felicidad y todo lo bueno ocurra para así disfrutar de la vida y poder sentirnos realizados. Solemos emplear gran parte de nuestras fuerzas por conseguirlo y de ello depende también nuestro grado de realización personal y satisfacción en nuestra vida. Hay veces que nos centramos tantos en nuestros anhelos que nos llegamos a obsesionar y a impacientar interiormente, pues vemos que lo que queremos no llega en un corto espacio de tiempo y esto nos inquieta, nos desconcierta y hasta nos llega a quitar la paz interior, a veces tan vulnerable en nuestras vidas. Cuando deseamos algo y se cumple nos sentimos felices, encantados…; el problema viene cuando nuestros deseos no se cumplen y no somos capaces de asumir que las cosas no salen como a nosotros nos gustarían, aquí solemos sufrir mucho más y nos sentimos peor.
Déjate ilusionar por Dios
¡Qué bonito es que te propongan realizar algo que te hace mucha ilusión o que pongas un proyecto en práctica que tienes mucho deseo de realizar! Cierto es que la ilusión es capaz de motivarnos hasta niveles impensables y con ella podemos alcanzar lo que nos propongamos si somos capaces de luchar por lo que creemos. Nos llenamos de fuerza y entusiasmo y nuestra persona cambia por completo, también nuestro rostro lo transmite sobre todo cuando hablamos de ello con los demás. Necesitamos tener ilusiones en nuestra vida que nos ayuden a seguir creciendo y construyendo el Reino de Dios; que nos permita vivir nuestra fe y dar razón de ella ante los hermanos compartiendo con ilusión nuestra experiencia del encuentro con Cristo, que es la esencia de nuestro ser cristiano.
Rezo por ti
Hay momentos en los que nos cuesta mucho asumir nuestras propias limitaciones, ser capaces de reconocer que estamos llegando al límite, que no podemos más por mucho que nos empeñemos. Se necesita mucha honestidad con uno mismo y sobre todo humildad a raudales para reconocer ante los demás que no puedes más. Con lo importante que es para el hombre de hoy la imagen ante los demás, humillarse y reconocer los propios fallos y errores está al alcance de muy pocos. Es necesario ser muy sincero y tener la valentía de ver tu vida no como un fracaso, sino como la llegada al punto en el que no puedes dar más de sí y que el final de una etapa o de la vida está llegando. Hay que ser conscientes de que tarde o temprano nos puede llegar este momento que no deseamos, pero que queramos o no hemos de afrontar, porque bien sabemos que en la vida nos tendremos que enfrentar con nuestras propias limitaciones y con la fragilidad de nuestra condición humana, sabiendo que somos seres finitos, frágiles y delicados.
Seguramente no me leerás, porque es posible que no volvamos a saber el uno del otro, pero a ti que estás en este momento de tu vida tan importante, te escribo estas palabras, para que seas valiente y no decaigas. Es verdad que la desazón y la impotencia te pueden jugar malas pesadas, pero ten en cuenta que por mucho que quieras no vas a encontrar nunca la soledad, pues hay muchas personas que están a tu lado y están viendo lo valiente que eres y cómo estás afrontando estos momentos de tu vida. Estás siendo luz en tu entorno, pues estás dando un testimonio de cómo afrontar los momentos de fragilidad, debilidad y limitaciones del ser humano. Dios te sigue pidiendo cada día que seas signo en medio de este mundo, para compartir tu fe y mostrar a todos cómo hay que confiar en Él. Es el mejor regalo que vas a poder dejar a todos: descubrir cómo con fe se puede afrontar el sufrimiento y el dolor, alimentándote en la Eucaristía. He podido compartir contigo un momento de charla, y he visto la madurez y la valentía con la que estás dando sentido a estos momentos tan duros de tu vida. No te rindas y sigue adelante como hasta ahora. Sé que estaremos unidos en la oración y que seguramente nos veremos en el cielo cuando el Señor así lo tenga dispuesto. Por eso me nace esta oración: «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (Sal 27, 14).
Jesús ha venido para mostrarnos el camino y que confiemos en el Señor. Por mucho que culpemos a Dios hemos de tener claro que Él no juega con nosotros, porque no nos va a mandar ningún mal para que luego nos tiremos mucho tiempo rezándole para que nos lo quite. Dios no es así. Otra cosa bien distinta es entrar en esa dinámica de esperar en el Señor, para ello nos dice el apóstol Pablo, que hemos de ser valientes y tener ánimo, pues nos ayudará a encontrarnos con Cristo y reafirmar nuestra fe: «Nos hemos sentido animados por nuestra fe en medio de nuestros aprietos y luchas» (1 Tes 3, 7).
Para esto tienes la fe, para ayudarte en estos momentos de lucha interior, para que puedas descubrir que Cristo no te abandona, siempre está a tu lado. Déjale que entre en tu vida y te diga cuánto te ama. Ya sabes que Dios todo lo hace con Sabiduría, aunque a veces cueste mucho trabajo asumirlo y ver lo con claridad. Que Él te ayude a seguir orando y confiando para que entres en esa aceptación de tu propia realidad y así afrontar lo inevitable que sabes que está llegando. Sabes que la vida es así y que nuestra vida es limitada. Que Dios te ayude y te ilumine. Rezo por ti para que sientas cercano el calor que Dios quiere dar a tu alma.
Confesión sincera
Muchas son las veces que hemos escuchado que “el hombre propone y Dios dispone”, porque nos hemos hecho nuestros propios planes y a la hora de desarrollarlos nos han salido otros totalmente distintos. Lo mismo nos ocurre a la hora de hablar con una persona, nos hacemos una composición de nuestra conversación y luego nos sale por otros derroteros totalmente distintos, dejándonos incluso cosas importantes que habíamos pensado expresar.
En la vida de fe nos ocurre lo mismo a las personas, especialmente en el sacramento de confesión, porque hay veces que nos hacemos nuestro propio esquema mental de cómo lo vamos a hacer y decir, y justo en el momento de estar confesando el Señor nos descoloca y dejamos que salga todo lo que tenemos en nuestro interior y que realmente nos hace sufrir y nos duele.
¡Lánzate!
Al empezar a estudiar teología nos explicaba un profesor en clase que la fe es un salto al vacío que tenemos que dar. A veces ese salto cuesta darlo porque mirar al vacío y solamente ves el abismo, el peligro, la inseguridad de ver que no te puedes apoyar en nada. Tus sentidos te aseguran en todo momento que es peligroso y que tu vida está en riesgo porque no hay nada tangible que puedes percibir y que te de certezas evidentes de que estarás a salvo. La fe se basa en confianza, en fiarse de Dios por encima de todo, sabiendo que en el momento en el que saltas, confiando plenamente en Él, te coge con sus manos y te lleva seguro a buen puerto. Entenderlo así a veces cuesta, porque el paso lo tiene que dar uno, y por muchos ánimos que te den los demás, por mucho que te cuenten razones para creer, para saltar, uno tiene que vencer sus propios miedos e inseguridades para dar ese paso tan pequeño, pero tan importante a la vez.
Yo creo, Señor
Necesitamos motivos para creer, para mantener vivas nuestras esperanzas, y no desfallecer ante las empresas que emprendemos. A lo largo de nuestra vida hemos podido vivir momentos en los que nos ha costado encontrar la confianza en nosotros mismos: porque no nos hemos valorado lo suficiente; porque pensábamos que nos sentíamos capaces de hacer lo que nos encomendaban; porque nos hemos sentido inseguros al compararnos con los demás; porque hemos vivido situaciones duras en las que nos han flaqueado las fuerzas, el ánimo y la esperanza, y nos hemos visto superados por el agobio del momento. En definitiva, ante estos momentos no te rindas, no bajes los brazos ni dejes que la oscuridad de la tristeza y el desánimo entre en tu corazón. Busca tu inspiración en el Señor que te ayudará a reafirmarte en tu fe y a no sucumbir ante los miedos y temores que te paralizan.
Perseverar en la oración
Tener fe en Dios es el mayor de los tesoros que tenemos en nuestra vida y que debemos de cuidar, pues bien sabemos que en cuanto nos descuidamos, nos enfriamos y lo que hoy vemos con total claridad, mañana es posible que no sea tan claro y dudemos o reneguemos de lo que hoy es totalmente certero. Para mantener nuestra fe es imprescindible cuidar nuestra oración personal, ya que nos permite encontrarnos con Dios, alimentarnos espiritualmente y fortalecer nuestras creencias desde la interiorización y el corazón. Si algo necesita nuestra oración es dedicación y tiempo. A Dios no podemos ir con prisas, con nuestras prisas; sino que tenemos que “gastar” tiempo con el Señor para entrar en ese cauce de comunicación donde todo fluye, y nosotros hablamos a Dios, pero sobre todo Dios nos habla a nosotros. Hay que hacer silencio en la mente y en el corazón para escuchar lo que Dios nos tiene que decir.
Eres instrumento del Señor
Si hay algo que no nos gusta a nadie es sentirnos utilizados por otro para su propio beneficio. Hay muchas personas en nuestra sociedad, y quizás también en nuestros entornos, que suelen aprovecharse de los demás para su propio beneficio. A estas personas las solemos catalogar como gente sin escrúpulos, pues no tienen ningún problema en escalar y conseguir sus metas a costa de los demás.
En la debilidad no desfallezcas
La vida nos trae situaciones que no esperamos, donde tenemos que tomar decisiones que nos marcarán para siempre. Estas situaciones las podemos provocar nosotros o nos vienen solas, sin quererlas. Para estos cambios repentinos no estamos nunca preparados. Desde la fe hay dos opciones: confiar en Dios y hacernos más fuertes en la fe, o abandonar a Dios renegando de Él.
Sin duda lo mejor que podemos hacer es agarrarnos al Señor ante las dificultades y los problemas, ya que nuestra fe se hace más fuerte. En estas situaciones vamos a estar más sensibles para dejarnos tocar por el Señor, que siempre está pendiente de nosotros. Cuando vemos las dificultades y pensamos que todas se alinean contra nosotros, es cuando más descubrimos la presencia de Dios y escuchamos más claramente su voz.