Cercanos y vigilantes, es a lo que nos invita este tiempo de Adviento. Dios está muy presente en nuestra vida y en nuestro corazón y por eso Jesús quiere estar en nuestro corazón. Ten muy presentes estas palabras que también pueden ser oración para ti: ¡Acércate más, Señor! Dios se ofrece, pero no se impone. Somos nosotros los que tenemos que buscarle y pedirle constantemente que venga a nuestra vida. Por eso en el Adviento le decimos: “¡Ven!”, porque le necesitamos cerca, queremos sentir su aliento, su presencia. Constantemente nos lo recuerda este tiempo, Jesús vino y volverá una segunda vez, al final de los tiempos. Pero no queremos quedarnos en esto, porque hoy es cuando el Señor Jesús se está haciendo presente, está aquí; invítalo y haz tuya la invocación: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Porque queremos que Jesús esté presente en cada momento de nuestra vida. Al despertarnos, en el trabajo, en medio de nuestra familia, en nuestra oración. Así, invocándole para que esté presente y cercano, podremos ejercitar nuestra vigilancia y mantenernos despiertos.
adviento
No es un Adviento más
No es un Adviento más, porque lo que estamos viviendo se sale de todo lo normal. No es un Adviento más, porque estas Navidades que vamos a pasar van a ser muy distintas a todas las de nuestra vida. No es un Adviento más porque nuestras relaciones personales, obligados por la pandemia, también han cambiado en nuestra expresividad y en las muestras de cariño que tenemos hacia los demás. No es un Adviento más, porque no podemos dejar que en estos momentos debido al desgaste que está teniendo en nosotros esta pandemia, nuestro corazón se enfríe y nos vayamos alejando, casi sin darnos cuenta del Señor. Es el momento de dar este golpe de efecto a nuestra vida interior para que la esperanza se haga mucho más fuerte, pues es Jesús el que viene. Debemos tener esa actitud de espera, pues son muchas las cosas que queremos realizar y que tenemos pendientes; además sabemos que sucederán y que muchas de ellas se harán realidad. Por eso la espera tiene sentido, y por eso tenemos que saber esperar en Dios, porque Él, aunque nos parezca que tarda, siempre acude a la cita, siempre viene al encuentro.
Lo necesitan, aunque no te lo digan
¡Cuántas veces dejamos pasar grandes oportunidades de cambio en nuestra vida! Necesitamos dar los pasos adecuados que nos ayuden a ser más y mejores creyentes. No podemos conformarnos con ir haciendo las cosas como buenamente podemos, sino que cada día ha de ser especial y distinto. Sabemos que el inmovilismo termina apagando nuestra sed de Dios, nuestra ilusión por vivir de una manera distinta; nos vuelve más criticones porque empezamos a mirar a los otros con recelo, buscando justificar nuestra falta de actitud y de inacción. Entrar en esta dinámica es apagar el espíritu y terminar rechazando a Dios en nuestro corazón, porque no provoca en nosotros ese ardor que debería sacarnos de la apatía y de la desidia interior en la que nos sumergimos, porque nos dejamos arrastras por situaciones y vivencias mucho más cómodas y apetecibles que el mundo de hoy nos ofrece.
Estamos en Adviento
Estamos en plena campaña de Navidad, los comercios ya se han encargado de meternos en esta dinámica de celebración, consumo, luces, villancicos… dejando a un lado todo lo que significa Adviento y preparación interior y espiritual, para celebrar el primero de los dos grandes misterios de nuestra fe: la Encarnación del Señor, su nacimiento. El segundo es la Resurrección, centro de nuestra vida cristiana. Es tiempo de Adviento y tiempo de austeridad, de encontrarnos con Dios para convertir nuestra vida y volver nuestra mirada a Dios, que quiere que lleguemos en plenitud de facultades espirituales a la noche santa de la Navidad del Señor. No podemos recibir a Jesús de cualquier manera, nuestro espíritu y corazón han de estar preparados, limpios y con su trabajo espiritual hecho para que podamos alegrarnos en medio de la noche y reconocer al Dios con nosotros.