Dios siempre se ofrece en abundancia, siempre da en abundancia. Él no conoce la dosis, se deja dosificar por su paciencia, somos nosotros los que, por nuestros limites, conocemos la necesidad de las cómodas cuotas. Pero él se da generosamente y donde está siempre se da en abundancia. Es lo que nos dice el profeta Isaías durante este Adviento, que Dios se da entero totalmente, que no se queda corto en nada de lo que ofrece a su pueblo, a sus hijos. Dios es tan generoso que siempre se da en abundancia y no se entrega de otra manera, porque el amor que nos tiene es tan grande que nos desborda, nos sobrepasa en todo, abundantemente. Es el gran regalo que cada día Dios nos hace y que se nos da en todo Él. Descubrirlo, quizás nos cuesta en ocasiones, hasta que estemos preparados; está preparado, esperando pacientemente y llamándonos por nuestro nombre hasta que lo escuchemos con claridad y reaccionemos. Esta abundancia de Dios contrasta enormemente con nuestras pobrezas y limitaciones, que se hacen más visibles cuanto más alejados estamos de Él. El Señor nos conoce a la perfección y por eso quiere regalarnos su abundancia, para que tengamos la certeza de que su primera opción siempre somos nosotros.