Siempre nos gusta sentir cercanas a las personas que son importantes para nosotros, especialmente cuando el camino se nos hace más cuesta arriba. ¡Cuánto lo agradecemos! Nuestra condición humana constantemente necesita del alimento que supone para nuestra persona el cariño, la cercanía, la ayuda, la solidaridad, el respeto y la opinión de quienes nos son más cercanos. Por eso es importante cuidar mucho la reciprocidad en nuestras relaciones personales. Cada día las iremos enriqueciendo y consolidando con más fuerza desde la sinceridad y el amor verdadero. Podremos tener nuestros altos y bajos en nuestra entrega y apertura a los demás, todos tenemos nuestras rachas, pero, no puede ser la misma persona la que siempre está tirando del carro, porque puede llegar a desgastarse. Cuidar al otro es fundamental, y que sienta y vea que ponemos de nuestra parte y nos entregamos aunque sea en menor media por las dificultades en las que nos encontremos, también. Todos necesitamos nuestros tiempos y momentos, pero no podemos ser egoístas ni comodones; también es necesario que mostremos nuestras vivencias por muy mal que nos encontremos. Cuidar y dejarse cuidar han de ir de la mano siempre.
amar
Confío en ti, Señor
Quiero que mi confianza en Dios se transforme en seguridad y en esperanza firme, porque el Señor tiene que seguir actuando en mi vida y ayudarme a seguir mi camino de fe con determinación, llenando mi vida de sentido y de amor. Confiar en Dios a veces me exige tener que cederle el mando de mi vida, algo a lo que muchas veces me cuesta trabajo renunciar, porque quiero ser yo quien marque los ritmos, los procesos y sobre todo lo que más me conviene en todo momento. No quiero cegarme en esta empresa, entre otras cosas porque tengo claro que el Señor siempre va a buscar lo mejor para mi y sé que no voy a estar en mejores manos que en las suyas. Esto me tiene que llevar a fiarme plenamente de Él y a saber concretizar en mi día a día que es el Señor quien me tiene que guiar y el que tiene que mandar en mi. Hay veces que la tentación de la autosuficiencia se hace fuerte en mi y cierra mi corazón, entre otras cosas porque tengo la sensación de que hay veces que salgo triunfante en muchas empresas propuestas y me creo que son mérito mías.
Entregar tu tiempo a los demás
Entregar tu tiempo a los demás es una maravillosa oportunidad de poder darles lo mejor que hay dentro de ti dedicándoles toda tu persona. Es lo que muchas veces echamos en falta en nuestro ritmo de vida cotidiano. El saber pararnos y prestar más atención a los que nos rodean, al Señor, a la oración personal, al cuidado de nuestra vida interior. El día a día nos va apretando tanto que al final nos convertimos, casi sin darnos cuentas, en máquinas de consumir vida y tiempo donde pasan los días y cumplimos de manera autómata nuestros cometidos sin saborear y disfrutar cada oportunidad que se nos presenta de contemplar, admirar, recrearnos, interiorizar, reflexionar… y tantas acciones que nos ayudarían a cambiar el prisma de cómo vivir y afrontar cada reto.
La alegría de sentirte amado por Dios
La Pascua es el paso, de la muerte a la vida, del sepulcro a la Resurrección del Señor. Jesús ha muerto para darnos la salvación y enseñarnos el camino que debemos seguir para ir a su encuentro. En este tiempo de Cuaresma no solo nos preparamos para esta celebración tan gozosa, sino que también queremos vivirlo como el primer anuncio de lo que es la alegría, desear prepararnos para celebrar la Vida que el Señor Jesús nos da. Vivir en lo negativo, en la frustración, en la distancia con el Señor, es sumergirnos en la oscuridad, pudiendo elegir estar en luz que Dios nos quiere dar. Jesús quiere vivificarnos, y para eso quiere invitarnos a entregarnos a los demás, a vivir con pasión nuestra vida de fe, a compartir todo lo que tenemos, a poner a disposición de los demás nuestra propia vida… porque este es el espíritu de la Conversión, que nos ilumina y nos lanza a la verdadera felicidad.
Lo que de verdad importa
Es bueno que frecuentemente nos preguntemos quién y qué influye en nuestra vida. Constantemente nos vemos bombardeados por inercias, actitudes, pensamientos, opiniones, sentimientos, acciones… que vamos asumiendo e interiorizando y nos ayudan a dar forma a nuestra forma de vida: empezando por nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones y terminando por nuestra manera de actuar, que, a veces, incluso, nos juega malas pasadas porque nos puede hacer ver la realidad y la verdad de una manera distinta a lo que es. Por nuestra propia naturaleza humana somos vulnerables, porque nuestros estados de ánimo y nuestra forma de ver la vida va cambiando según los momentos en los que nos encontramos. Hemos de tratar de ser lo más objetivos posibles, para así no ser veletas dependiendo de los vientos y las corrientes que soplen en nuestras vidas. Merece la pena ser auténtico, aunque para ello hace falta tener mucha fuerza de voluntad para saber caminar contracorriente permaneciendo fiel a lo que uno cree que es su ideal de vida.
Una llamada al cambio
Solemos decir que el mundo está mal y que nuestra sociedad ha perdido los valores, aquellos que desde siempre se han vivido y son nuestras señas de identidad. Personalmente estoy abierto a los cambios y creo que el progreso llega a una sociedad cuando ésta es capaz de cambiar y avanzar, pero no a cualquier precio. Los cambios para que sean verdaderos no pueden ir contra natura, tampoco se pueden forzar. Todos tenemos claro que las prisas no son buenas porque hacen que todo se precipite y no siempre salen las cosas como queremos, pues estamos acelerando los procesos naturales del cambio y todo termina escapando de nuestro control. Para que una sociedad cambie es necesario respetar los ritmos, siendo pacientes y acomodando las nuevas ideas y formas de vida a las transformaciones que se van produciendo poco a poco con el paso del tiempo. Por eso cambiar las mentalidades cuesta tanto trabajo, porque no es un trabajo que se hace solo de palabra y en un momento puntual, sino que es un proceso lento que se va dando con el paso del tiempo y de los acontecimientos, que va calando poco a poco según las vivencias.
Amar y sentir
Todos nos sentimos orgullosos de nuestra familia, de lo que nuestros mayores nos han enseñado, de los apellidos que tenemos, del pueblo en el que nos hemos criado y las costumbres, hábitos y devociones que hemos ido aprendiendo desde pequeños y que poco a poco han ido calando en nuestro corazón, hasta hacerlo parte de nuestra vida. Cada año solemos repetir celebraciones, efemérides, fiestas… y un sin fin de vivencias, que nos permiten reafirmar nuestro sentido de pertenencia y fortalecer aún más si cabe nuestras propias raíces. Esto nos ayuda a forjar también nuestra identidad personal, que nos ayudará a mostrarnos ante los demás sabiendo lo que somos y compartiendo con autenticidad nuestros propios ideales, pues los tenemos tan marcados en nuestro interior, que cuando nos mostramos a los demás, salen solos, sin necesidad de esforzarnos.
El sentido de pertenencia hace que también creemos afectos con lo que es nuestro, y le pongamos nombre. Un ejemplo claro es el nombre que se le pone a los hijos; también a lo material, le damos ese sentido de pertenencia al decir: mi casa, mi teléfono, mi coche, …; nos preocupamos si le pasa algo a lo nuestro y nos preocupa mucho menos si no es nuestro. Lo que es innegable es que todos necesitamos sentirnos identificados: con nuestra familia, nuestra tierra, nuestro país, nuestra fe. Porque el sentido de pertenencia nos permite formar parte…, compartir ideales, sentimientos, proyectos… los cuales nos llenen de ilusión y de ganas de crecer.
Sentirte identificado con tus raíces es llevarlas allá donde estés y mostrarte tal cual eres, sin dejarte manipular por el entorno que te rodea y manteniéndote fiel a lo que desde pequeño has conocido y te han inculcado. Por eso desde nuestra fe cristiana debemos mantenernos firmes y fieles a lo que nuestros mayores nos han inculcado y hemos recibido. En esta sociedad de hoy en día, que se enorgullece de presumir de la ausencia de Dios, hemos de ser testigos de tanto bueno como Dios hace en nuestras vidas. Aunque tengamos que caminar contra corriente y nos encontremos solos. No lo estamos, Dios está con nosotros, dándonos la firmeza para mantenernos de pie ante las corrientes que nos oprimen e intentan hacer desaparecer todo aquello relacionado con Dios.
Nos dice el apóstol san Pablo: «Vigilad, manteneos firmes en la fe, sed valientes y valerosos. Que todo lo vuestro se haga con amor» (1 Cor 16, 13-14). Cuando nos sentimos plenamente identificados con nuestra raíces, con lo que somos… damos lo mejor que tenemos en nuestro interior, es más, no hace falta hacer grandes esfuerzos para que todo lo bueno que tenemos fluya en nuestra vida. La vida de fe, el amor que ponemos en lo que hacemos, nos permite saborear la autenticidad de nuestra vida, siendo capaces de compartir todo lo sencillo y auténtico que tenemos en nuestro interior. Por eso hemos de estar atentos, para que nada nos quite lo auténtico de nuestra vida. Hay veces, que, sin quererlo renunciamos a lo que somos porque nos vemos superados por lo que hemos de vivir y lo que nuestro entorno está viviendo también. Por eso hemos de ser firmes, de mantenernos “firmes en la fe”, teniendo el coraje (la valentía) suficiente para no sucumbir a lo que nos llama, a lo que nos impide vivir la fe de una manera auténtica, siendo fiel a lo que Jesús nos dice desde la Cruz: amar y perdonar.
Aquí está la clave de nuestra vida… Amar y dejar que todo lo que hagamos sea por amor, porque Dios nos tiene totalmente implicados y nos hace partícipes de su proyecto de vida y de amor. Por eso, llena tu vida de amor, para que tengas claro, que la vida en Dios es una vida llena de frutos de amor.
Dios es mi roca
Queremos vivir tranquilos y sin demasiadas complicaciones que nos saquen de nuestra zona de confort. Preferimos que nuestras seguridades no las toque nadie, para así nuestra vida pueda andar bien segura, tranquila y en una paz controlada por nosotros, que no nos altere demasiado y que nos permita tener controlados nuestros tiempos y momentos. Al ser personas de fe, sabemos que Dios nos puede sorprender en cualquier momento, y puede mandarnos algo imponderable, lo cual nos desconcierta y no nos gusta, porque no sabemos lo que nos puede llegar a pasar ni a ocurrir. Así es Dios, cuando nosotros nos preocupamos por recoger muchos frutos de nuestra siembra, Dios se encarga de repartirlos; cuando queremos juntar todo lo que nos pertenece para tenerlo a buen recaudo, Dios se encarga de separarlo, de desparramarlo. Porque Dios no es como nosotros, rompe totalmente nuestros esquemas y hace que nuestra vida se tambalee para que así aprendamos a fiarnos totalmente de Él.
Recoger lo que se siembra
Siempre hay personas a nuestro lado que se dedican a hacer cosas por los demás sin parar; están dispuestas para todo lo que haga falta, capaces de compartir lo poco o mucho que tienen, no importa, parece que tienen las manos rotas. Tienen tiempo para todo y para todos, y hay veces que viéndolas actuar piensas de dónde lo sacan para hacer tanto y tan bien. Estas personas son necesarias en nuestro mundo, porque son las encargadas de aunar y de sembrar, de preocuparse por todos los que le rodean, procurando que todos se encuentren lo mejor posible y ayudando en todo momento en lo que está en su mano. Son personas fieles a su misión, pues la han entendido perfectamente y la viven con fidelidad. Tienen el don de saber escuchar y de percibir cómo se siente el otro, sabiendo encontrar palabras oportunas que serenan y animan, que te hacen sentir tranquilo y seguro, pues sabes que estando ellas a tu lado nada debes temer, pues, aunque haya un problema, van a estar a tu lado para encontrar una solución y desbloquear la situación que tanto puede llegar a agobiar.
Dar es darse
A todos nos gusta que estén pendientes de nosotros, que nos ayuden, que atiendan nuestras necesidades. Todos necesitamos de los demás, no podemos hacer nuestra vida al margen de los otros, porque si no nos sumergiríamos en una vida solitaria, aislada de cualquier tipo de sentimiento. Somos vulnerables cuando estamos solos, de hecho, cuando las personas estamos más unidas a los demás somos más difíciles de vencer. La unidad hace la fuerza y así queremos estar nosotros.