Hay veces que la vida no viene como te gustaría, parece que las cosas te salen y por mucho que te esfuerzas, por mucho que piensas en cómo cambiar la inercia de tu vida y de cómo actuar, no encuentras respuestas que te ayuden a que tus esfuerzos den fruto y que te sientas más feliz y realizado con todo lo que haces. Situaciones así te llevan a desesperar, a perder la confianza en ti y a verlo todo un poco más oscuro. No te rindas, no des paso a la desazón en tu interior, porque, aunque pienses que todo está perdido, Dios quiere decirte, que siempre a lo largo de tu vida, ha sido Él quien te ha ido abriendo caminos y dando luz donde tú pensabas que ya no se podía hacer nada más. Igual que el Señor ha estado contigo en tu vida pasada, también lo seguirá haciendo en tu vida futura, porque Dios es fiel y nunca abandona a sus hijos. No dejes de confiar en Él y sigue perseverando en la oración.
amor
Amor incondicional
Somos conocedores de nuestra imperfección, de las limitaciones que tenemos y de las equivocaciones que cometemos. Hay veces que la soberbia nos ciega e impide que veamos claramente cuales son nuestras debilidades, porque nos hace creer que estamos en posesión de la verdad. Si algo nos recuerda la Palabra de Dios es que somos pecadores, que erramos y nos alejamos del Señor de la manera que menos esperamos. La perfección humana no existe en ningún hombre, el único perfecto es Jesucristo, y si perdemos la gracia de Dios nuestro corazón se inclina al mal. Sabemos que como aprendemos es equivocándonos, y hemos de procurar sacar lo positivo y la lección de todo lo que vivimos.
La aventura más maravillosa que puedes vivir
Siempre hay algo por hacer, por vivir y por descubrir. Nuestro conocimiento no tiene fin y mucho más si lo vivimos desde la fe, desde el acercamiento que queremos tener con Dios. Ninguno de los esfuerzos que realizamos con el corazón y en el nombre del Señor quedan sin recompensa. Hay veces que no vemos los frutos a nuestros esfuerzos, pero te aseguro que Dios no los deja sin premio. Dar sentido a todo lo que realizas es necesario para entrar en la dinámica del Señor y poder entregarte con toda tu alma al Evangelio y a hacerlo realidad en tu vida y en las vidas de los que te rodean. Hay veces que nuestra visión es tan corta que no vemos más allá de nosotros mismos; somos muchas veces esclavos de nuestras prisas, de nuestros quehaceres cotidianos, de nuestras propias distracciones que hacen que convirtamos nuestra vida en una rutina y perdamos nuestro tiempo en acciones y actitudes banales y carentes de sentido.
Saber pedir perdón
Todos necesitamos el perdón en nuestra vida; perdonar y ser perdonados. Nos hace mucho bien porque nos libera y nos permite hacer más grande nuestro corazón. Hay veces que nos cuesta demasiado trabajo pedir perdón a las personas que hemos ofendido. El orgullo nos hace un flaco favor, porque nos endurece y crea distancias aparentemente insalvables con los demás. No te dejes llevar por él, pues a la larga te hace bastante daño y no te deja vivir desde el espíritu de la humildad y sencillez que te pide Jesús en el Evangelio. Si de verdad quieres llegar a amar de verdad, sé capaz de perdonar.
Dios no nos cuestiona
Cuando un tren pasa ya no vuelve atrás. Son muchas las oportunidades que dejamos pasar a lo largo de nuestra vida, que nos ayudarían a vivir de una manera más comprometida y auténtica, siendo más fieles a nuestros principios e ideas. Cada vivencia va marcando nuestra vida, unas más profundamente y otras menos. Todo lo que hacemos va dejando su huella en nuestro camino y hemos de procurar que esas huellas nunca se borren ni se pierdan, sino que dejen una clara impronta de lo que somos y vivimos. Todos damos valor al esfuerzo, por muy pequeño que sea; valoramos nuestro esfuerzo y la dedicación que damos a nuestros compromisos. En ocasiones, para seguir adelante, necesitamos constatar que nos encontramos caminando en la dirección adecuada y que los esfuerzos que estamos realizando no son en vano. Dios no nos cuestiona porque nunca se pone a la defensiva, siempre disculpa, perdona y da nuevas oportunidades; no se cansa de perdonarnos ni de ser paciente.
Vida familiar de calidad
Compartir los sentimientos, hablar desde el corazón, saber pararse para dedicarle tiempo al otro y ponerse en su lugar… son acciones que diariamente deberíamos de compartir con las personas que más amamos y queremos. Está claro que amamos y queremos a nuestros padres, hermanos, hijos… Nuestra familia ocupa un lugar importantísimo en nuestro corazón. Pero, a veces, damos demasiado por hecho que lo saben y no lo expresamos con la debida frecuencia. Ha de ser algo habitual, que nos permita vivir más estrechamente con los nuestros y hacer de nuestras casas verdaderos hogares donde se respire el amor y la ternura
Desechar la rutina
Que la rutina no apague tu deseo de vivir, de sorprenderte y de saborear lo que haces cada día. Levantarse cada día es un reto para dar lo mejor de ti mismo y encontrar el verdadero sentido a todo lo que tienes que hacer en tu vida, especialmente cuando eres capaz de amar dándolo todo. No seas víctima de tu propia rutina, porque te irás sumergiendo en un pozo de oscuridad, desgana y desmotivación total. No pierdas la inspiración, no dejes que la rutina la apague y te sumerja en el vacío de la mente y del corazón. Vacío de la mente porque dejas de pensar y de interactuar con los demás aprendiendo y disfrutando de quienes te rodean; si estás más tiempo en las redes sociales que hablando con quienes te rodean empieza a cuestionarte que la rutina te está haciendo daño, porque te impide mirar a tu alrededor y compartir con los demás la belleza de la amistad, de la entrega, del servicio, del ser partícipe de sus vidas, del escucharles y ponerte en su lugar para acompañarles en sus alegrías y en sus penas. Y vacío en el corazón porque perdemos la capacidad de emocionarnos, de ser sensibles a las necesidades de los demás, de amar de verdad dedicándole toda tu persona y poniendo el corazón en todo lo que haces; no se trata de afectividad, se trata de valores y de creencias que nos llevan a actitudes muy concretas en la vida y que nos pone siempre ante los demás abiertos y bien dispuestos a hacer lo que haga falta por el otro, incluso si fuera necesario dar la vida por el hermano, siguiendo los pasos de Cristo.
Gente buena
¡Cuánta buena gente la que nos rodea! Lo sabemos y lo comprobamos cada día. No hace falta irse muy lejos para encontrarla. Basta con echar una mirada a nuestro alrededor y descubrir que son muchas las personas que a nuestro lado tienen un corazón generoso, dispuesto a todo, solidario para ayudar en lo que sea necesario. Todas las personas somos capaces de sacar lo mejor que tenemos dentro. ¿Quién saca lo mejor de ti? Seguro que constantemente lo experimentas, te sorprende y te agrada tener a tu lado buenas personas, que con su bondad te alegran el corazón. En este mundo lleno de máscaras, las personas buenas no las necesitan, les sale de manera natural, no tienen que fingir nada porque por todos los poros de su ser desbordan de buenas acciones, sentimientos y detalles que calan y muy hondo.
Dios te ha elegido
No lo dudes, Dios te ha elegido para que hagas cosas grandes en su nombre. Siéntete elegido por Él para transmitirle en todo lo que hagas. Ya se que a veces no es fácil, porque son muchas las situaciones que te rodean y que acallan a Dios. De eso se encarga muy bien el ruido que te envuelve, las voces que hay a tu alrededor y dentro de ti. Hoy en día cuesta trabajo hacer silencio, siempre necesitas algo que suene cuando estás solo: música, radio, televisión…, con tal de no escucharte a ti mismo. Que esto no sea un impedimento para no oír su voz, para no abrirle tu corazón y entender con claridad cuál es tu misión, qué es lo que el Señor espera de ti.
Tus frutos de fe
No podemos conformarnos con ser buenas personas. Hemos de aspirar a más, no basta con hacer lo justo y lo mínimo; o como en alguna que otra época de estudiante, no es suficiente con aprobar, se ha de sacar siempre la mayor nota posible. Los creyentes hemos de aspirar a ser buenos y mejores cristianos cada día, no podemos acomodarnos a un estilo de vida laxo, que no nos comprometa ni transforme en nuestra vida interior. Vivir nuestra fe ha de ser un reto ilusionante cada día, que nos permita descubrir y saborear a Dios en todo lo que hacemos; es vivir con tanta intensidad cada acontecimiento que te permite entregarte y sacarle el mayor fruto a todo lo que realices; es dejarte sorprender y no consentir en ningún momento que en tu vida entre la rutina, la desgana, el desaliento; es estar abierto a la novedad del Evangelio, de tal manera que siempre te aporte algo nuevo y te hable de una manera distinta, pues la Palabra de Dios debe resonar siempre de una manera distinta en nuestro interior y nos tiene que enseñar algo nuevo cada vez que la escuchamos.