Y pasó por el mundo haciendo el bien (cf. Hch 10, 38). Así habla de Jesús el apóstol san Pedro en casa de Cornelio antes de bautizarlo junto a toda su familia, que siempre toma la iniciativa y va por delante de nosotros. Él se fija en cada uno, nos llama por nuestro nombre y nos invita a seguirle. No sabemos por qué, solo que quiere que vayamos con Él y seamos parte de su misión. Jesús confía en ti y por eso te ha elegido. Es cierto que a veces te puedes considerar indigno o pensar que no estás a la altura (eso me pasa a mí también), pero Jesús espera grandes cosas de ti y te quiere a su lado. Por eso es importante estar atento, porque cuando el Señor pasa por tu vida espera tu respuesta, tu reacción y ha de ser inmediata, porque está pasando a tu lado y has de sumarte a su séquito o quedarte en lo tuyo.
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De sorpresas y de prisas
Hay sorpresas y sorpresas. Nos gustan y deseamos las que nos llevan a la felicidad; rechazamos las que nos causan tristeza y sufrimiento. Lo que está claro es que con ambas debemos convivir y avanzar en nuestro camino particular. Cada uno necesitamos nuestro tiempo, nuestro proceso para encajarlo todo en nuestra vida. Nos marcan especialmente y algunas son puntos de inflexión en nuestra vida. Dios es especialista en sorprendernos. El anuncio de la Resurrección está lleno de esas sorpresas que hacen que nuestra vida cambie. El primer día de la semana las mujeres fueron al sepulcro a terminar de preparar el cuerpo de Jesús en el sepulcro y allí se vieron totalmente sorprendidas. En primer lugar, sobresaltadas, porque no lo esperaban, luego se llenaron de miedo, porque la novedad de la resurrección necesitaba ser procesada en su mente y en su corazón.