El reto del perdón, la llamada constante que Jesús hace en el Evangelio, para tratar con misericordia a todos los que nos rodean y confiar en la bondad del corazón de los demás. Hay veces que lo que sale de nuestro corazón no son ni buenos sentimientos ni acciones, porque dejamos que aflore lo peor que hay dentro de nosotros. La maldad del hombre nos lleva a nuestra propia destrucción, lo estamos viviendo cada día con las guerras que hay en el mundo, las que son primera noticia y las que también son silenciadas. La guerra es un drama para toda la humanidad, lo mismo que cada injusticia que un hombre comete con un semejante, por muy pequeña que sea. Estamos viendo multitudes de acciones humanitarias gracias a los medios de comunicación y redes sociales, donde la bondad del corazón se hace más fuerte que el odio y la venganza; y donde los seres humanos somos capaces de mostrar nuestro lado más sensible y humano incluso a los enemigos. Verdaderas acciones y testimonios de vida que hablan por si solos. Perdonar siempre nos lleva a seguir creyendo en el hombre y en la bondad que atesora en su corazón.
arrepentimiento
Sé testigo del perdón
Somos pecadores, imperfectos y estamos llenos de debilidades. Para Dios no es una sorpresa, Él cuenta con ello, sabe como eres y es paciente con tus ritmos, con tus cambios. No tiene prisa ni se inquieta. Te mira con cariño y ternura esperando que le dejes hacer en tu vida. Dios no busca personas autosuficientes, sino más bien a aquellos que están dispuestos a abrir su corazón. ¿Lo estás? Porque el punto de partida de la vida cristiana no está en ser dignos, sino más bien lo contrario. En los evangelios vemos cómo los que se creían buenos y religiosos, rechazaban a Jesús y no pudo hacer nada con ellos. Cuando el Señor hablaba, ellos se escandalizaban y le juzgaban. Es importante tener un corazón humilde y sencillo, así es como Dios actúa con quien se reconoce necesitado. A Él no le atrae tu capacidad, tus dones…; Dios nos ama tal y como somos y quiere que seas transparente. Sé humilde hasta el final, porque la santidad no se alcanza enalteciéndose, sino abajándose, confiando tus pobrezas y debilidades a la misericordia del Padre Bueno, para que así el perdón se haga cada día más fuerte en tu vida.
Es Viernes de Dolores
Es Viernes de Dolores, Viernes de Pasión. Nos adentramos en las puertas de la Semana Santa con el deseo de acompañar a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección, pero sobre todo con que nos toque el corazón de una manera especial, transformando y cambiando nuestras vidas. Es el paso de Jesús y también puede ser tu paso, el salto definitivo del hombre viejo al nuevo, la llamada que Jesús te hace. ¿Eres fiel a Cristo? ¿Has dado pasos durante esta Cuaresma que te han acercado más a Dios? ¿Cómo vives tus actividades cotidianas? Es necesario dar pasos para no quedarse estancados, para que puedas decir que Cristo vive en ti, que eres reflejo de lo que vives y experimentas en tu oración personal con Él. Es Viernes de Dolores y es tu oportunidad. No la desaproveches porque el Señor Jesús, una vez más, está pasando delante de ti para invitarte a seguirle, a quitarte las máscaras, la ropa vieja que llevas… porque quiere renovarte, hacerse más presente y fuerte en tu vida y ayudarte a que tu conversión sea definitiva.
Anhela tu conversión
Anhela tu conversión. Deja que en ti crezca el deseo de querer estar con el Señor, de pertenecerle. Ten claro que tu vida no te pertenece, le pertenece a Él porque quiere ayudarte a sobreponerte. Él te dice que no estás solo, que siempre está contigo. Ser de Dios es ponerte en sus manos, dejarte hacer en tu vida, escuchar todo lo que te tiene que decir, aceptar su voluntad, aunque tu mente no entienda nada, amar a los hermanos como él mismo Cristo lo ha hecho, dando la vida sin esperar nada a cambio. Dios siempre te está hablando, a través de los acontecimientos de cada día, de las personas que te rodean, en los pensamientos que se te pasan por la cabeza cada dos por tres, en lo que no entiendes y te revela, en lo que te ilusiona y te hace no escatimar esfuerzos para hacer realidad lo que deseas. Aunque las cosas no lleguen como tú quieres y en el momento que deseas, espera en el Señor que no defrauda. Todo llega a su tiempo y necesita su proceso de madurez, por eso ten paciencia y deja que el Señor actúe en ti. No le pongas trabas ni le digas lo que tiene que hacer, porque el Señor sabe muy bien lo que se hace y cuándo ha de actuar.
Anhelar tu conversión es mucho más que un deseo, pues proyectas un estilo de vida que te llevará a desear estar con Dios y servirle con todo tu corazón. Todo necesita un proceso, un camino que hay que recorrer paso a paso, con determinación, dejándote llevar por donde el Espíritu de Dios te sugiere. Es fácil resistirse a dejarse llevar, pues a veces la voluntad te puede y se antepone al Señor. No te resistas, anhela tu conversión y deja que Dios entre en tu corazón. Todo será distinto, algo comenzará a cambiar en tu interior casi sin darte cuenta, porque la tristeza se transformará en alegría, la desilusión en esperanza, el rencor se convertirá en amor y el desasosiego y la intranquilidad en paz interior. Así es como se comienza a convertirse, allanando el terreno y preparándolo para que Dios pueda acampar en él.
Sentimiento de culpa
Todos hemos experimentado muchas veces el sentimiento de culpa por algo que hemos realizado o dejado de hacer, tanto para nosotros mismos como para los demás. Este sentimiento nos lleva a una angustia que nos hace sentir “lo peor” del mundo, y que procura por todos los medios reparar el mal que hemos realizado o saldar la deuda que hayamos podido contraer. En otros momentos el sentimiento de culpa nos llega a paralizar y a dejarnos sin saber qué hacer, sumidos en nuestro propio desconcierto, siendo conscientes de nuestro propio error o “metedura de pata” y lamentándonos enormemente por no haber hecho las cosas todo lo bien que nos hubiese gustado.