«Estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscáis?”. Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”. Él les dijo: “Venid y lo veréis”. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día» (Jn 1, 36-39).
Qué inquietud que tenían Andrés y Juan para seguir a Juan Bautista y comenzar ese camino de conversión, preparándose para descubrir a Jesús y acompañarle. Y en cuanto Juan les dejo que Jesús era el Cordero de Dios, ellos, sin dudarlo se fueron tras Él. Dejaron al que hasta entonces había sido su maestro para seguir a Jesús y comenzar así un camino nuevo, totalmente distinto y lleno de momentos admirables y duros también que fueron viviendo. Fueron con un desconocido y con un futuro incierto sin saber dónde llegarían.
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