Dios quiere seguir escribiendo cada día en tu vida las cosas más bellas que existen en el universo. Déjale que te ayude y no tengas reparo en que llene tu vida de Él. Sinceramente, es lo mejor que te puede ocurrir, por el mero hecho de que te ama y para Él lo eres todo. Déjate querer para que tu vida desborde alegría. Dice el libro del Apocalipsis: «Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti» (Ap 3, 3). El Señor no te quiere lejos, sino cercano; no quiere que pases de largo, sino que te detengas y le abras las puertas de tu corazón y de tu vida para entrar de lleno; no quiere que te encierres en ti mismo, sino que mires a tu alrededor contemplando cómo actúa en la vida de los demás y cómo da sentido a la vida de los que en Él han puesto su confianza.
camino
¡Adoradle! ¡Feliz día de Reyes!
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2).
Ha sido una noche mágica de ilusión y llena de regalos, llena de momentos entrañables que los más pequeños y los que no lo son tanto, viven con nerviosismo y alegría esperando verse sorprendidos por sus Majestades de Oriente. Ellos vieron un signo en el cielo; una estrella que no brillaba igual que las demás, que tenía algo distinto y que les hizo cuestionarse qué es lo que significa, qué quería decirles y qué sentido tenía que ellos la viesen y los demás no. Así es la presencia de Dios en nuestra vida, en nuestro día a día. Él brilla de manera especial para que nosotros podamos verlo a través de los signos que manifiestan su voluntad, su proyecto de salvación que tiene para todos nosotros, con el deseo de llenar nuestras vidas de sentido, ilusión y felicidad y así ser capaces de ponernos en camino para ir al encuentro del Señor que está presente en medio de la vida, de lo que nos acontece, y, especialmente, en los hermanos que nos rodean, a quienes tenemos que amar y con los que tenemos que vivir y hacer también camino.
Recuerdos del pasado – Camino de Santiago (III)
La mañana amanecía con un temor. Si algo he aprendido a lo largo de mi vida es a preocuparme por las cosas cuando toquen, cuando llegue el momento de afrontarlas, porque si no, me pierdo de disfrutar y saborear los momentos cotidianos, que no tienen la culpa de las dificultades que están por venir; y así disfruto del día a día, sin amargores ni angustias de lo que está al caer. Digo esto porque el motivo de mi retirada del Camino de Santiago que comencé hace unos años en Saint Jean Pied de Port fue por una tendinitis que sufrí en una bajada y que me obligó a retirarme en Estella. Desde ese año no había vuelto a realizar el Camino como peregrino, andando. Ayer era una etapa importantísima para mí, porque suponía enfrentarme a mi mayor recuerdo y frustración personal, de haber abandonado el Camino por una lesión. Ya la noche y el descanso en O Cebreiro fue intranquila y nerviosa, interiormente, por lo que se avecinada al amanecer. Los primeros pasos y la primera bajada han sido un reencuentro con mi pasado, con la espina que tenía clavada en mi amor propio… y con la incertidumbre de si todo iría bien.
La llamada de Dios
Dios llama a cada uno por su nombre. Te ha elegido especialmente para que seas hijo suyo, para que aprendas todo lo que tiene que enseñarte y para que encuentres el sentido a todo lo que has de vivir y que te espera si eres capaz de dejarte guiar por el Espíritu Santo. No olvides que el Señor te tiene preparadas cosas grandes, vivencias importantísimas que te permitirán descubrir horizontes desconocidos y experiencias impensables, que harás realidad gracias a la grandeza de Dios. Es el momento de dar el salto y no pensárselo mucho. Jesús te llama para que le sigas mientras pasa a tu lado. Haz como los discípulos, que dejando las redes le siguieron (cf. Lc 5, 4-11); haz como Mateo que levantándose de su mesa recaudadora de impuestos también siguió al Maestro (cf. Mt 9, 9-13). Todos lo hicieron inmediatamente, en el momento que ocurrió. No estuvieron pensando mucho tiempo; en primer lugar, porque la llamada de Jesús fue más que convincente, y en segundo lugar porque rápidamente tuvieron la certeza de que en el Señor estaba la verdadera felicidad, sabían que no iban a fallar en su elección.
¿Quién es tu samaritano?
Amar al prójimo hasta las últimas consecuencias a veces es complicado. Jesucristo ha puesto los listones bien altos para que te exijas y no te dejes llevar por lo más cómodo o lo que menos te complica la vida. Amar al enemigo y rezar por los que te odian (cf Mt 5, 44) es ser sal y luz del mundo, porque éste nos dice justo lo contrario. No caigas en esta tentación fácil de rechazar, desentenderte o incluso odiar. Jesús sabe que con su ayuda serás capaz de conseguirlo, podrás vivir el perdón en sus principales dimensiones. Es cierto que perdonar no es fácil, y lo que te nace es rechazarla directamente. Parece como si hubiera personas que les sale por sí solas hacer daño a los demás y aprovecharse de sus situaciones para quedar por encima de los demás a cualquier precio, que van sembrando el miedo y el temor allá donde estén. El demonio se sirve de situaciones como estas para minar tu propia capacidad de amar. Siempre debe estar en tu vida el amor por encima del rencor y del rechazo. Pero es ahí donde tienes que dejar trabajar al Señor Jesús, para que Él te ayude a dar sentido a todo en tu vida.
Jesús es el camino
Jesucristo es el único camino que nos conduce a la felicidad que no tiene fin. Todas las demás apariencias de felicidad que nos ofrece el mundo son perecederas. Seguramente que en lo profundo de tu corazón está el deseo de querer encontrarte con el Señor, de tenerle siempre presente, de no olvidarte nunca de Él, de dar testimonio a los demás de lo importante que es para ti, de actuar siempre en su nombre, movido y motivado por el amor que en ti ha suscitado. Jesús es el camino, ha dejado bien claras sus huellas para que le puedas seguir, bien señaladas e imborrables, porque Jesucristo está vivo. Por desgracia, son muchas las ocasiones en las que no vemos con claridad al Señor Jesús, no le reconocemos caminando a nuestro lado, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 11-34), aunque ardían sus corazones. Nuestra mirada se enturbia y se cansa por los desencantos, agobios, sufrimientos… de la vida, que hacen que miremos a otro lado y que pasemos de largo, porque no nos damos cuenta de que el Señor nos está llamando y quiere que nos paremos a descansar en su corazón lleno de amor.
Avanzar sin retroceder
La esperanza es lo último que se pierde. En nuestro camino de conversión es lo que queremos pensar, que podemos llegar a cambiar nuestra vida para siempre con la ayuda del Señor, y no tener que volver a retroceder más. Avanzar para luego retroceder es perder energías y tiempo innecesariamente, pues vivimos para progresar y mejorar cada día, sin tener que estar todo el tiempo rectificando y empleando nuestros esfuerzos en demostrarnos que hemos cambiado y que nos vamos convirtiendo. La madurez que vamos alcanzando con nuestras experiencias de vida, nos deben servir para progresar y mejorar nuestra calidad de vida espiritual y personal, reforzando nuestras conductas y actitudes. Hemos de estar despiertos para llegar a ver con antelación las situaciones que se nos pueden presentar y que nos desbordan y destruyen lo construido con tanto esfuerzo y tesón.
¿Eliges a Dios desde tu libertad?
¡Qué hermoso es contemplar cómo Dios actúa en las personas! Compartir la misma fe, tener experiencias profundas de Dios nos acerca a los demás. Basta con hablar de tu experiencia de fe para ver cómo el Señor te une al corazón de los que creen y viven como tú, o al menos lo intentan, procurando mantenernos fieles a Dios poniendo en práctica el Evangelio en nuestra vida. Nada pasa desapercibido a los ojos del Señor, que nos conoce y escruta nuestro corazón día a día. Hablar desde la fe es hablar desde el corazón, estando dispuesto a transmitir todo el amor que Jesús te ha regalado, que es mucho. Por eso cuando uno habla desde el amor de Dios, no hace falta esforzarse para convencer, porque todo fluye por si solo, y la sintonía que se crea con los hermanos que comparten tu misma fe es especial, porque viene dada por Dios, y todo lo que viene de Él, bien sabemos que es muy bueno.
El camino de la dicha
Es difícil caminar contracorriente. A veces da la sensación que te encuentras solo en medio del desierto, desamparado y luchando con tus solas fuerzas contra los elementos que te rodean. Quienes te rodean pasan delante de ti, te miran y siguen su camino, sumergidos en su vida sin tender una mano ni mirarte a los ojos para percibir en tu mirada la ayuda deseada y que no llega. Hay proyectos, como el Evangelio, que lleva caminando más de dos mil años. Siempre ha llegado a todos los estratos de nuestro mundo, de la sociedad y se ha hecho presente en medio de todos los ambientes. Jesús lo dice en el Evangelio: «Muchos son los llamados y pocos los escogidos» (Mt 22, 14). Siempre han sido unos pocos, una minoría, los que han dado ese paso al frente, para seguir haciendo realidad el proyecto del Reino de Dios, que quiere llegar a todos los rincones del mundo. En muchas ocasiones se han encontrado con la incomprensión de quienes le rodeaban, incluso por la persecución, ya no solo porque se pueden convertir en amenaza al transformar la vida de las personas, sino que también son denuncia ante la falta de compromiso de otros y el inmovilismo en el que nos podemos llegar a situar, fruto del acomodamiento en el que nos encontramos.
Hacia la verdad
La Palabra de Dios es clara y tajante, no da lugar a dudas. Aunque la queramos acomodar a nuestros intereses o a nuestra conciencia, es esa espada afilada que corta todo lo que se pone a su paso. Hay veces que la cerrazón humana no nos deja ver más allá. Tener la verdad delante de tus ojos y no querer acercarte a ella es pagar un precio demasiado alto por mantener la conciencia bien acomodada al plan de vida que uno se ha proyectado para sí. Pero hemos de tener claro que nuestra vida no es para nosotros, es para los demás, pues sin ellos no podemos obtener la felicidad. Buscar la felicidad para ti mismo es empobrecerla demasiado, yo diría que es prácticamente imposible, pues todos necesitamos personas a nuestro lado con quienes hablar, compartir…, sabedores que por muy autosuficientes que nos creamos, necesitamos de ellos directa o indirectamente. Así es la vida del ser humano, para sobrevivir de pequeño necesita de la protección y atención de sus mayores; siempre hay cosas que por mucho que queramos no podemos hacer solos, y esto sí que es un palo grande para nuestra autosuficiencia.