A ninguno nos gusta mostrar nuestras propias debilidades ni aquellos puntos en los que somos más vulnerables. Por norma solemos guardárnoslos para nosotros mismos y hacemos lo que sea necesario para ocultárselo a los demás. Procuramos no dar pie a que se produzcan esas situaciones en las que nos podemos ver más comprometidos, y sacamos a la luz lo mejor que tenemos de nosotros para evitar riesgos que nos puedan hacer quedar mal.
Hay veces en las que nos cuesta trabajo aceptarnos a nosotros mismos y esta situación en momentos concretos no nos ayuda, sino que hace que estemos más enfadados y molestos con nosotros mismos. Hay veces en las que no nos sentimos totalmente a gusto con nosotros mismos y esto llega a provocar que estemos más irascibles y enfadados, y como consecuencia solemos pagarlo con quienes tenemos al lado, que casi nunca tienen la culpa; más bien son pacientes y procuran sobrellevarnos cada día con el mejor de los ánimos.