Es una alegría tener personas que te ayuden a sacar lo mejor de ti. Te invito a que en este rato que vas a ocupar en leer estas líneas pienses en esas personas que a lo largo de tu vida sacan lo mejor de ti y te hacen sentir bien. La verdad que somos afortunados al tener a nuestro lado familiares y amigos que nos ayudan a dar lo mejor que tenemos dentro, sacando nuestra ternura, nuestra capacidad de amar. Necesitamos expresarnos y ser felices en todo lo que hacemos y decimos, y no podemos quedarnos estancados en situaciones que no nos ayudan a caminar. Hemos de caminar dando lo mejor de nosotros mismos a quienes nos rodean. La alegría del encuentro con Cristo nos ha de ayudar a transformar tantas situaciones oscuras de nuestra vida que nos permiten ni crecer ni avanzar.
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Dios es mi roca
Queremos vivir tranquilos y sin demasiadas complicaciones que nos saquen de nuestra zona de confort. Preferimos que nuestras seguridades no las toque nadie, para así nuestra vida pueda andar bien segura, tranquila y en una paz controlada por nosotros, que no nos altere demasiado y que nos permita tener controlados nuestros tiempos y momentos. Al ser personas de fe, sabemos que Dios nos puede sorprender en cualquier momento, y puede mandarnos algo imponderable, lo cual nos desconcierta y no nos gusta, porque no sabemos lo que nos puede llegar a pasar ni a ocurrir. Así es Dios, cuando nosotros nos preocupamos por recoger muchos frutos de nuestra siembra, Dios se encarga de repartirlos; cuando queremos juntar todo lo que nos pertenece para tenerlo a buen recaudo, Dios se encarga de separarlo, de desparramarlo. Porque Dios no es como nosotros, rompe totalmente nuestros esquemas y hace que nuestra vida se tambalee para que así aprendamos a fiarnos totalmente de Él.
Junto a los amigos del Señor
Sentimos la necesidad de compartir nuestras experiencias, sentimientos y vivencias con las personas que tenemos a nuestro lado. Para ello necesitamos cultivar la confianza a través del diálogo sincero que nos ayude a profundizar en nuestras relaciones personales, abriendo nuestro corazón sin ningún tipo de reserva y dejando que nuestras vivencias sean las que enriquezcan nuestras relaciones personales con los demás. Todos tenemos personas con las que podemos hablar sinceramente y que nos hacen sentir bien, pues somos escuchados, comprendidos y queridos. Estas personas son imprescindibles en nuestra vida pues nos ayudan a crecer, a vivir la amistad y el amor de una manera mucho más profunda. ¡Qué hermoso es tener personas que saquen lo mejor de ti en cada momento! Así nos sentimos más felices y realizados en nuestro caminar cotidiano.
La sonrisa de Dios
A todos nos encanta ver a los nuestros sonreír, siendo felices con lo que están haciendo. Disfrutamos mucho cuando los vemos así. Nos gusta encontrarnos con personas afables, que te escuchan con dulzura y delicadeza, que te sonríen al encontrarse contigo y te transmiten alegría, porque su corazón y su interior la desborda. Reír nos transmite positividad, un buen sentido del humor que nos hace mirar la vida con optimismo, dando a cada cosa lo que merece y no dramatizando, para así evitar caer en la tristeza y perder la alegría.
Si echamos una mirada a nuestro alrededor cuando vamos por la calle o en cualquier transporte público podemos ver muchos rostros serios, tristes y angustiados de muchas personas, que por sus problemas personales y estados de ánimo reflejan la dureza de su vida, sumergidos en una tristeza, angustia e impotencia, que los convierten en víctimas del dolor y del sufrimiento. Hay veces que cuesta sonreír, porque nos vemos superados por las circunstancias, pero no podemos perder la esperanza, para que con lucha y tesón superemos las dificultades. La solidaridad y el apoyo de los que caminan a nuestro lado es fundamental, para avanzar y poder recuperar esa sonrisa en nuestra vida que nos permita mirar con ilusión y nuevos ojos el futuro que nos aguarda. El optimismo y la confianza en uno mismo tiene la capacidad de hacernos cambiar y superarnos interiormente, incluso cuando nadie apuesta por nosotros.
Reencuentros
Cómo agradecemos los reencuentros después de mucho tiempo sin vernos y sin compartir la vida. Hay veces que la vida nos separa y otras nos separamos nosotros. Hay muchas diferencias entre ambas separaciones, pues unas son forzadas por las circunstancias de la vida y otras, muchas veces, provocadas por nosotros, por nuestras palabras y acciones. Con el paso de los años voy descubriendo que la vida nos va uniendo y separando de personas. Con unas caminamos menos, con otras más. Y es que en nuestra vida nos cruzamos con unos y otros y vamos uniendo nuestros corazones en el amor y en la amistad, creando los lazos suficientes para propiciar y provocar los distintos reencuentros que nos alegran tanto y nos hacen sentir tan bien.
Un lenguaje común
¡Qué importante es tener un lenguaje común! Seguro que en más de una ocasión te ha ocurrido de estar en una discusión con alguien, intentando hacerle ver lo que tú piensas, y con el paso de la discusión o al momento después te has dado cuenta de que estabais los dos diciendo lo mismo pero con distintas palabras. Lo mismo nos ocurre también con las acciones que realizamos. Muchas veces usamos caminos distintos, todos válidos, para llegar al mismo fin. No hay camino mejor ni peor, porque cuando uno actúa con recta intención, lo hace con todo lo bueno que posee para intentar conseguir el objetivo, y, por el camino hacer todo el bien que pueda. Hay veces en las que cuando estamos viendo a los demás cómo hacen las cosas o cuando nos las están contando, pensamos que nosotros lo haríamos mejor o que la manera de proceder que tenemos es mucho más eficaz que la suya. No te dejes llevar por este tipo de prejuicios, porque lo único que hacen es empobrecerte, pues cierran tu corazón y tu alma al dejarse enriquecer por lo bueno que los otros también te pueden ofrecer.
Después de años de experiencia y de camino en la Iglesia, he experimentado, en primera persona y en muchos lugares y grupos con los que he estado, lo celosos que somos de nuestras “parcelitas”, de lo nuestro, no siendo, por lo tanto, instrumento de comunión dentro de la Iglesia para los hermanos. La meta que tenemos es común: Jesucristo; y bien es cierto que como dice el apóstol san Pablo: «Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.» (1 Cor 12, 4-5). Cada uno tenemos carismas, ministerios y formas de actuar distintas, pero no nos podemos olvidar de que tenemos un mismo Dios que nos habla en un único lenguaje: El Evangelio. Por eso estamos llamados a tener un lenguaje común que nos permita entendernos y buscar la comunión en nuestra forma de evangelizar y de poner en práctica la Palabra de Dios, para que así nuestras comunidades cristianas sean referentes en medio de nuestra sociedad.
Con Dios todo es posible
«Nadie que crea en Dios quedará confundido» (Rom 10, 11). Estamos llamados a confiar en el Señor que nunca nos va a fallar. Esta es la razón de nuestra fe que nos tiene que llevar a la experiencia del encuentro profundo con el Señor de la vida. Sabemos de sobra que Dios es Todopoderoso, pero hay veces que no nos lo creemos, pues no confiamos lo suficiente en lo que somos capaces de hacer con su ayuda. Hay veces que nos dejamos llevar por la ley del mínimo esfuerzo, por las comodidades que muchas veces son más apetecibles que los compromisos y la entrega, pero lo que no podemos negar es que lo segundo nos hace crecer y madurar y nos hace ser más auténtico.
A mi grupo Emaús
Decía el Papa Emérito Benedicto XVI en la Eucaristía de Cuatro Vientos en la JMJ de Madrid 2011 que la fe no hay que vivirla por libre sino en comunidad. Que no podemos ser individualistas y construirnos una religión a nuestra medida, sino vivir en grupo, con una referencia clara y concreta dentro de la Iglesia. Si queremos ser discípulos de Jesús hemos de seguir sus pasos y estar dentro de una comunidad, como los apóstoles, a los que fue llamando uno por uno; con mucho amor y paciencia los fue enseñando y acompañando; tuvieron momentos de intimidad donde les explicaba la Palabra de Dios y pudieron contemplar con sus propios ojos los milagros que el Señor hacía ayudando a los más necesitados. Todo se dio dentro de la comunidad, lugar de vida, compromiso y entrega diaria.
Eres hijo de Dios
Compartir lo poco o mucho que tengas; entregarte a los demás a pesar de tu cansancio; trabajar a largo plazo viendo los frutos de manera muy lenta; luchar contra las adversidades del entorno e incluso de personas que no ven con la misma claridad que tú aquello que crees, porque no lo comparten; tener que dar multitud de explicaciones pacientes, para que un mayor número de personas participen de tu proyecto; seguir viendo que los resultados no van con la misma rapidez con la que piensas y te imaginas el desarrollo de los acontecimientos; renovar las esperanzas a pesar de que el esfuerzo empleado te ha desgastado más de lo que te gustaría; retomar el camino donde lo dejaste renovado de ilusiones y proyectos a pesar de que sabes que luchas contra elementos más fuertes que tú mismo… son de verdad situaciones que te hacen mucho más fuerte y te ayudan a madurar, a mirar la vida desde otra perspectiva y sobre todo confiando en Dios que es quien debe mover los hilos de tu vida.
Cantar las maravillas del Señor
Crecer en la ilusión, crecer en la fe y poder compartirla. Es todo un camino que merece la pena a pesar de las dificultades con las que te puedes encontrar. No te rindas, no te dejes llevar por la pereza o por la comodidad que tanto daño hacen a nuestro crecimiento personal. La vida está llena de muchos momentos y casi siempre somos conscientes de ellos cuando los estamos viviendo, especialmente cuando las etapas son duraderas. Hay etapas en las que no nos encontramos en nuestro mejor momento y otras en las que tenemos un deseo enorme de hacer grandes cosas. Lo importante es que de todo saques una enseñanza para tu vida que te ayude a dar lo mejor de ti a los demás.