¡Cuánto agradecemos una sonrisa y unas buenas palabras en el trato con los demás! A todos nos gusta que nos traten bien siempre; que se dirijan a nosotros con respeto y cordialidad y que en las distancias cortas sean amables. Una persona sencilla y humilde es una persona delicada, tiene una sensibilidad especial porque en lo que hace, transmite ternura, respeto, amor… y te hace sentir importante. Es algo que todos deseamos ver cada día, que para los demás somos especiales, importantes. Lo más hermoso es cuando la delicadeza y la ternura salen solos, síntoma evidente de que uno hace lo que siente y no tiene que realizar ningún esfuerzo para demostrar nada a nadie.
Son muchos los ámbitos de nuestra vida en los que podemos ser delicados: en nuestras conversaciones, en el trato con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo. No es casualidad que la fluidez en el diálogo sincero nos permita saber cómo se encuentran los demás y qué sienten en su interior. Si poseemos esa sensibilidad que nos hace entrever el sufrimiento de quien está a nuestro lado, sabremos encontrar las palabras oportunas para reconfortarle y hacerle sentir un poco mejor.