Cada uno somos fruto de la educación y de la formación que hemos recibido desde que nacemos. Desde pequeños empezamos a ser esponjas y absorbemos todo lo que nos enseñan y vemos a nuestro alrededor. Así aprendemos y vamos forjando nuestra manera de ser. Corremos el riesgo de quedarnos anclados en nuestro tiempo y de no adaptar nuestras costumbres, hábitos, mentalidades y pensamientos al cambio de los tiempos y a las generaciones más jóvenes si no tenemos esa capacidad de apertura para acomodarnos a los avances de nuestra sociedad, sabiéndolos interiorizar y acoplándolos a nuestra manera de ser.