Bien sabemos que la vida es un camino lleno de buenos y malos momentos. Solemos decir que la vida es un peregrinaje, donde vamos avanzando hacia la meta, hacia nuestro encuentro con Dios. Queremos que nuestra vida esté llena de momentos de felicidad y de alegría, aunque también tenemos que contar con las dificultades que nos vienen, algunas nos las buscamos nosotros, otras nos vienen solas, sin pedirnos permiso por si nos vienen bien o no. Cada uno iniciamos nuestros caminos y nos vamos rodeando de las personas con las que queremos compartir nuestro camino. Buscamos ante todo la felicidad, la suya y la nuestra; constatamos que hay personas que con menos esfuerzo son más felices que otras; otras en cambio tienen que emplear más energías en conseguir tan ansiado regalo; también constatamos con inmensa tristeza la infelicidad que muchas personas, algunas cercanas a nosotros, viven porque en su camino las cosas les resultan más difíciles y no les salen como les gustaría.
confesión
Mi experiencia de Lourdes
Desde que estoy yendo de confesor al Santuario de Lourdes he podido comprobar de primera mano que es un trocito de cielo en medio de nuestro mundo. Allí se siente algo especial, indescriptible, donde te quedas sin palabras, conmovido por lo que tus ojos contemplan, la sencillez de una gruta, la belleza de la Virgen María, la devoción y la fe de tantos enfermos y peregrinos que acuden a los pies de nuestra Señora para poner sus vidas en sus manos. En la gruta de Massabielle quiso aparecerse la Virgen a una humilde pastora. Le transmitió un mensaje claro: “Penitencia, penitencia, penitencia. Yo soy la Inmaculada Concepción. Di a los sacerdotes que construyan una capilla aquí y que vengan en procesión”. Así se ha convertido en un lugar de peregrinación, donde nadie queda indiferente y sobre todo donde el Señor toca el corazón.
Confesión sincera
Muchas son las veces que hemos escuchado que “el hombre propone y Dios dispone”, porque nos hemos hecho nuestros propios planes y a la hora de desarrollarlos nos han salido otros totalmente distintos. Lo mismo nos ocurre a la hora de hablar con una persona, nos hacemos una composición de nuestra conversación y luego nos sale por otros derroteros totalmente distintos, dejándonos incluso cosas importantes que habíamos pensado expresar.
En la vida de fe nos ocurre lo mismo a las personas, especialmente en el sacramento de confesión, porque hay veces que nos hacemos nuestro propio esquema mental de cómo lo vamos a hacer y decir, y justo en el momento de estar confesando el Señor nos descoloca y dejamos que salga todo lo que tenemos en nuestro interior y que realmente nos hace sufrir y nos duele.
Hacer siempre el bien
Personas buenas hay en todos lados, las conocemos bien a las que están en nuestro entorno. Hay veces que pasan desapercibidas a nuestro lado, por su sencillez y su silencio. Se dedican a hacer todo el bien que está en su mano, dando siempre lo mejor de sí. Cuando llegamos a otros lugares distintos, con gente nueva, también nos encontramos a ese mismo tipo de personas que destacan por su gran corazón. Son hormiguitas que siempre están trabajando y haciendo el bien siempre que pueden, y no solo esperan que se les presente la oportunidad para ayudar, sino que ellas mismas se encargan de buscar las personas y situaciones para ayudar y mejorarlas con su entrega y compromiso.
Sentimiento de culpa
Todos hemos experimentado muchas veces el sentimiento de culpa por algo que hemos realizado o dejado de hacer, tanto para nosotros mismos como para los demás. Este sentimiento nos lleva a una angustia que nos hace sentir “lo peor” del mundo, y que procura por todos los medios reparar el mal que hemos realizado o saldar la deuda que hayamos podido contraer. En otros momentos el sentimiento de culpa nos llega a paralizar y a dejarnos sin saber qué hacer, sumidos en nuestro propio desconcierto, siendo conscientes de nuestro propio error o “metedura de pata” y lamentándonos enormemente por no haber hecho las cosas todo lo bien que nos hubiese gustado.
Entre la espada y la pared
Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.
¡Déjate sorprender!
Qué cara se nos queda cuando recibimos un regalo o una sorpresa que no esperamos. ¡Cuánto nos alegramos y disfrutamos el momento! Muchas son las sensaciones que experimentamos y que hacen que vivamos con intensidad y emoción ese instante. ¡Cuánto nos gusta sentirnos queridos y amados! Lo necesitamos constantemente y buscamos siempre gestos y palabras que así nos lo hagan sentir. Ilusionarnos y alegrarnos es fundamental en nuestra vida, pues nos permite afrontar con fuerza el día a día.