Tener fe en Dios es el mayor de los tesoros que tenemos en nuestra vida y que debemos de cuidar, pues bien sabemos que en cuanto nos descuidamos, nos enfriamos y lo que hoy vemos con total claridad, mañana es posible que no sea tan claro y dudemos o reneguemos de lo que hoy es totalmente certero. Para mantener nuestra fe es imprescindible cuidar nuestra oración personal, ya que nos permite encontrarnos con Dios, alimentarnos espiritualmente y fortalecer nuestras creencias desde la interiorización y el corazón. Si algo necesita nuestra oración es dedicación y tiempo. A Dios no podemos ir con prisas, con nuestras prisas; sino que tenemos que “gastar” tiempo con el Señor para entrar en ese cauce de comunicación donde todo fluye, y nosotros hablamos a Dios, pero sobre todo Dios nos habla a nosotros. Hay que hacer silencio en la mente y en el corazón para escuchar lo que Dios nos tiene que decir.
confianza
Eres instrumento del Señor
Si hay algo que no nos gusta a nadie es sentirnos utilizados por otro para su propio beneficio. Hay muchas personas en nuestra sociedad, y quizás también en nuestros entornos, que suelen aprovecharse de los demás para su propio beneficio. A estas personas las solemos catalogar como gente sin escrúpulos, pues no tienen ningún problema en escalar y conseguir sus metas a costa de los demás.
En la debilidad no desfallezcas
La vida nos trae situaciones que no esperamos, donde tenemos que tomar decisiones que nos marcarán para siempre. Estas situaciones las podemos provocar nosotros o nos vienen solas, sin quererlas. Para estos cambios repentinos no estamos nunca preparados. Desde la fe hay dos opciones: confiar en Dios y hacernos más fuertes en la fe, o abandonar a Dios renegando de Él.
Sin duda lo mejor que podemos hacer es agarrarnos al Señor ante las dificultades y los problemas, ya que nuestra fe se hace más fuerte. En estas situaciones vamos a estar más sensibles para dejarnos tocar por el Señor, que siempre está pendiente de nosotros. Cuando vemos las dificultades y pensamos que todas se alinean contra nosotros, es cuando más descubrimos la presencia de Dios y escuchamos más claramente su voz.
Entre la espada y la pared
Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.
Conversaciones pendientes
Son muchas las ocasiones en las que nos callamos lo que pensamos y lo que sentimos; algunas veces para no herir a la otra persona y otras porque no nos atrevemos a expresar lo que verdaderamente sentimos, o bien porque sentimos vergüenza o bien porque pensamos que nuestros sentimientos no son tan importantes para los demás. La prudencia es muy buena y sana cuando lo que pretendemos es hacer el bien al otro, pero no es buena cuando callamos por respeto humano y damos por hecho que los demás saben lo que sentimos por ellos.
¡Déjate sorprender!
Qué cara se nos queda cuando recibimos un regalo o una sorpresa que no esperamos. ¡Cuánto nos alegramos y disfrutamos el momento! Muchas son las sensaciones que experimentamos y que hacen que vivamos con intensidad y emoción ese instante. ¡Cuánto nos gusta sentirnos queridos y amados! Lo necesitamos constantemente y buscamos siempre gestos y palabras que así nos lo hagan sentir. Ilusionarnos y alegrarnos es fundamental en nuestra vida, pues nos permite afrontar con fuerza el día a día.
Ante la angustia, Dios
¡Cuántas veces nos angustiamos e impacientamos porque las cosas no llegan cuando queremos! Son muchos los momentos en las que a lo largo de nuestra vida nos sentimos así, porque deseamos que ocurra lo que mejor nos conviene. El no tener la información suficiente nos hace desear más todavía, la mente vuela a pasos agigantados junto con la imaginación y nos ponemos nerviosos, empezamos a imaginarnos cosas que no son, los nervios aumentan más todavía y perdemos la paz.
Todo llega
Esta mañana tenía una conversación donde hablaba con una persona sobre la esperanza y la paciencia que hay que tener ante los proyectos que uno desea que le lleguen a su vida. ¡Cuántas veces nos ponemos nerviosos cuando lo que queremos no llega! A mí también me pasa.
«El mejor fuego no es el que se enciende rápidamente» (Mary Anne Evans). En un mundo tan global en el que la información vuela a una velocidad supersónica, buscamos la inmediatez, y sin darnos cuenta nos hemos metido en un ritmo de vida tan fuerte que no somos capaces de pararnos. Nos cuesta trabajo hacer silencio en nuestro interior, esperar, aguantar los defectos de los demás y aceptarlos tal y como son, no juzgar ni hablar mal de los demás, orar y meditar la Palabra de Dios…
Uno de los doce frutos del Espíritu Santo es el de la Paciencia que nos permite hacerle frente a la tristeza y al desánimo ante una situación que parece que no llega o que no termina. Humanamente, cultivar la paciencia sin Dios a veces se convierte en una tarea ardua y difícil, pero con la presencia y la ayuda del Espíritu Santo hace que la paciencia brote y podamos enfrentarnos a situaciones duraderas y hasta permanentes, con confianza y con calma. Y entonces llega la paz y la serenidad, incluso en medio del sufrimiento y del dolor.