Hay situaciones que nos duelen y que en nuestro interior provocan impotencia, desazón, tristeza, dolor, sufrimiento… En nuestro día a día solemos constatar la fragilidad de la vida, la vulnerabilidad del ser humano; cómo la vida depende de un hilo débil y frágil, que nos advierte en todo momento de la amenaza que nos sobrevuela. Aunque queremos controlarla, sólo podemos hacerlo con nuestros actos, que dependen de nosotros. El resto se nos escapa de las manos. Parece como si estuviésemos a merced de la vida, “de sus tempestades y terremotos” que nos sacuden y debilitan. Lejos de nosotros estos pensamientos y planteamientos, pues Dios camina a nuestro a lado, a pesar de las dificultades y sufrimientos que nos abordan a lo largo del camino. Hemos de pasarlos con la ayuda del Señor que no nos abandona ni en los problemas, ni en la oscuridad de la noche, ni ante las pesadas cargas que en ocasiones hemos de llevar. Dios siempre está a nuestro lado para aliviarnos, para hacernos más llevadera la vida.
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A quienes son ejemplo de lucha
Seguro que conoces a personas luchadorasque para ti son un ejemplo a seguir, por cómo afrontan los retos difíciles de la vida. Parece como si estuviesen hechos de una pasta especial, porque parecen que tienen una fuerza especial dentro, como si fueran incombustibles y no se rinden ante nada. Siguen perseverando en su ánimo y a pesar de caminar con mucho esfuerzo, terminan saliendo adelante y afrontando la vida, las enfermedades, la muerte de personas queridas… con una entereza casi sobrenatural. Ciertamente la fuerza no nace de ellas sino que viene de Dios.
Ante las malas noticias
Siempre que nos dan una mala noticia ante una enfermedad, un accidente o cualquier cosa que ocurre gravemente nos ponemos en el peor de los casos y de las situaciones que pueden llegar a ocurrir. Sabemos de nuestra condición mortal y de la debilidad y fragilidad del cuerpo humano, tan frágil y vulnerable. Nuestra mente es capaz de llegar a pensar a velocidad terminal, en pocos segundos, tantas situaciones que se nos puedan venir ante las posibles consecuencias de la mala noticia que nos acaban de dar. Mantener la calma, la paz, la serenidad y la tranquilidad en una situación así es muy complicado, porque necesitamos asimilar, aceptar y hacernos a la idea. Es un proceso mental que se da en cada persona y por el que todos, queramos o no, hemos de pasar. Sabemos que hay ciertos acontecimientos que no se digieren con facilidad y por desgracia no tenemos ni patrones ni recetas que nos den rápidas soluciones y respuestas a las nuevas vivencias que se nos plantean.
Con sabiduría ante lo bueno y lo malo
Estar alegres y contentos cuando las cosas marchan bien eso es muy fácil. Mantener la alegría y la esperanza cuando las situaciones se tuercen y las cosas no marchan como queremos, esto es algo muchísimo más difícil. Siempre las personas que afrontan con fuerza, ánimo y esperanza sus sufrimientos y dificultades, se convierten, para los que las conocen, en testimonio y ejemplo de fortaleza; son ellas las que animan a quienes las rodean y las que sonríen; parece que no se sabe de dónde sacan las fuerzas y cómo transmiten esas ganas de vivir y de luchar. En muchas de ellas, al menos las que yo conozco, la fe juega un papel muy importante. Poner a Dios en la vida es el mayor de los regalos que pueden tener y ofrecer también a los demás.
Dios y sus cosas
Sé tu mismo y no te esfuerces por aparentar más de lo que eres o por conseguir objetivos que se salen de tu campo de acción a cualquier precio. Sabemos, por experiencia, que hay personas que se aprovechan de los demás, de las circunstancias, para conseguir lo que se proponen sin mirar el precio humano que tienen que pagar: tanto personal, por lo que se traicionan a sí mismos, como por los demás, utilizando a las personas para sus propósitos sin importarles cómo se sienten y si son solo instrumentos para llegar a su fin. Esto nos deshumaniza y nos empobrece como seres humanos, pues hiela nuestro corazón y dejamos de sentir por los demás. Sólo importa mantenerse y agradar a quien ostenta el poder.
Dios es consuelo
Hay veces que nos creemos “superhombres”, capaces de todo, de conseguir lo que nos proponemos, de tirar hacia delante con todo lo que la vida nos va poniendo en nuestro camino, de poder con todo lo que “nos echen encima y más” sin la necesidad de nadie. Caemos con mucha facilidad en la tentación de la autosuficiencia, pensando que nosotros mismos podemos con todo y no necesitamos ningún tipo de ayuda de los demás. Terminamos guardándonos tanto en nuestro interior que al final terminamos desbordados, sobrepasados y con tantos sentimientos encontrados dentro de nuestro corazón, que terminamos reventando por donde menos esperamos y con quien menos se lo merece, haciendo pagar a quien muchas veces no tiene culpa, por nuestra incapacidad de centrarnos y hacer lo correcto en cada momento.
La ilusión en Dios
Ninguno nacemos con todo aprendido. Tenemos que esforzarnos por aprender desde pequeños, mucho más si hay algo que queremos hacer y requiere mucho trabajo y esfuerzo, para llegar a dominarlo perfectamente. Seguro que conoces a personas que necesitan más esfuerzo que otras para llegar a sus objetivos. Son personas trabajadoras, perseverantes, insistentes en lo que se proponen y eso suple otras carencias que no tienen. Necesitamos tener sueños e ilusiones que nos permitan superarnos; necesitamos imposibles que nos ayuden a seguir creciendo, madurando, avanzando en nuestra vida, para que vayamos adquiriendo capacidades que en un principio no tenemos y que a base de trabajo y espíritu de superación, llegamos a dominar perfectamente. Quizás, a veces, discriminamos a los demás por su apariencia, porque no poseen cualidades que nosotros consideramos necesarias y que no tienen, pero gracias a las ganas de superarse, a su actitud y al trabajo bien hecho van dando pasos que los convierten en personas más maduras y auténticas.
Entender a Dios
Hay veces que no entendemos por qué Dios nos manda las cosas y qué es lo que nos está pidiendo y diciendo. Nos cuesta trabajo atender a lo que Dios nos dice, porque los planes de Dios muchas veces no se corresponden con los nuestros, o no se adaptan a nuestras necesidades. A veces da la sensación que Dios se tiene que acomodar a nuestros propios planes, para que así seamos felices, como a nosotros nos conviene y queremos. Si algo tengo claro es que Dios bien sabe lo que se hace y nunca actúa en perjuicio de ninguno, más bien todo lo contrario, siempre quiere lo mejor para cada uno de sus hijos, y esos hijos somos cada uno. Deja que el Señor entre en tu corazón y no te dejes llevar por la impaciencia, el enfado, la desesperanza, el desencanto…, porque Dios todo lo que hace es bueno. Que estas contrariedades de tu vida, sirvan para que te acerques más al Señor, para que reces más, te confieses más, comulgues más a menudo.
Esperar en el Señor
Siempre estamos con prisas, nos gusta esperar poco. Nos hemos acostumbrado, y así nos lo están vendiendo los grandes almacenes, a no tener que esperar. Nos ofrecen multitud de facilidades para que no tengamos que hacer grandes colas para pagar y así nos vayamos pronto con la compra. Hasta nos dan la oportunidad de comprar cómodamente sentados desde nuestras casas, por internet, para que no nos molestemos tan siquiera en tener que desplazarnos y mucho menos tener que esperar. Así aprovechamos mejor el tiempo en hacer lo que nos gusta sin tener que “perderlo” en esperar.
El deseo de Dios
A menudo experimentados el deseo, esperando que se cumplan los anhelos que tenemos en nuestro corazón y aquellas aspiraciones más profundas que tenemos en nuestra vida. Siempre queremos lo mejor para nosotros y para los que nos rodean, pues queremos que la felicidad y todo lo bueno ocurra para así disfrutar de la vida y poder sentirnos realizados. Solemos emplear gran parte de nuestras fuerzas por conseguirlo y de ello depende también nuestro grado de realización personal y satisfacción en nuestra vida. Hay veces que nos centramos tantos en nuestros anhelos que nos llegamos a obsesionar y a impacientar interiormente, pues vemos que lo que queremos no llega en un corto espacio de tiempo y esto nos inquieta, nos desconcierta y hasta nos llega a quitar la paz interior, a veces tan vulnerable en nuestras vidas. Cuando deseamos algo y se cumple nos sentimos felices, encantados…; el problema viene cuando nuestros deseos no se cumplen y no somos capaces de asumir que las cosas no salen como a nosotros nos gustarían, aquí solemos sufrir mucho más y nos sentimos peor.