Hay muchas veces donde pensamos que somos mejores que los demás en lo que hacemos; que nuestras opiniones o forma de hacer las cosas son las correctas con respecto a los otros, y estamos convencidos que si actúan como decimos, todo saldría mucho mejor, porque hay veces que nos complicamos la vida demasiado. No es fácil corregir a los demás y llevarlos a la verdad, a que caigan en la cuenta de los errores que están cometiendo. A la hora de hacerlo hemos de ser muy prudentes a la hora de decir lo que pensamos, pues podemos ofender al otro o simplemente que se sienta atacado o juzgado.
Dada nuestra imperfección podemos decir que a la hora de opinar y de corregir no somos infalibles, todos participamos de la verdad por muy objetivo que lo veamos todos. Nosotros vemos una cara y los demás pueden ver otra totalmente distinta. Sirva el ejemplo de la luna cuando la contemplamos en el cielo. Todos la vemos desde perspectivas distintas, y sabemos que es la luna, pero ninguno la vemos en su totalidad, solemos ver una parte, la que tenemos frente a nosotros, pero no vemos lo que hay detrás, aunque bien sabemos que es la luna.