Son muchas las ocasiones en las que nos callamos lo que pensamos y lo que sentimos; algunas veces para no herir a la otra persona y otras porque no nos atrevemos a expresar lo que verdaderamente sentimos, o bien porque sentimos vergüenza o bien porque pensamos que nuestros sentimientos no son tan importantes para los demás. La prudencia es muy buena y sana cuando lo que pretendemos es hacer el bien al otro, pero no es buena cuando callamos por respeto humano y damos por hecho que los demás saben lo que sentimos por ellos.